Para construir un galerón basta con poder decir: “Pasame esa vara que está allá, para ponerla entre estos dos palos”.
O se puede progresar en terminología y pedir tal viga para colocarla entre tales columnas.
Una cadena. Más arriba en la escalera está quien es capaz de transmitir las especificaciones de la viga, para formar una estructura que funcione.
Y más arriba está quien es capaz de diseñar las especificaciones de la viga para que haga la función que tiene que hacer en vista de las cargas y resistencias.
Pero hay niveles superiores: quien es capaz de plantearse las distintas opciones de materiales y forma de la viga y señalar unos criterios que trasciendan el campo de la ingeniería, y las opciones preferibles en vista de la seguridad laboral y el respeto al ambiente.
Un orden. Empezamos nuestra educación pidiendo las cosas por señas.
Luego seremos capaces de nombrarlas. Aquí el aprendizaje más valioso es el de la precisión.
Por eso preocupa tanto la estrechez del vocabulario, la falta de matices, la indiferencia ante la expresión clara o confusa.
El aprendizaje tecnológico resuelve los porqués.
¿Por qué esta pieza y no la otra? ¿Por qué este tratamiento es preferible al otro?
La tecnología no se reduce a lo electrónico.
Si vamos a freír un huevo, lo podemos hacer de cualquier manera.
Supongo que la empresa que vende miles de huevos fritos, conoce opciones tecnológicas para hacerlo de mejor manera.
Luego se llega al nivel científico, el cual faculta para decidir cómo debe ser la pieza, o el tratamiento, o la forma de freír huevos.
Aquí, la teoría constriñe la acción. Nadie diseñaría un objeto volador ignorando la gravedad o el efecto ala.
Y más allá, está el nivel de la sensibilidad comunitaria, que nos lleva a utilizar la técnica y la ciencia, en función del bienestar y la sostenibilidad.
¿Usando cuál escalón de saberes se generan las decisiones, normas, decretos, leyes que nos afectan?
¿En cuál escalón están ubicados quienes rigen nuestros destinos? acedenog@gmail.com