El valor neto de la familia estadounidense sube, pero no impulsa el consumo

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En la Historia Económica de nuestra época, el 6 de junio del 2013 debería ocupar un lugar especial. Es el día en que la Reserva Federal reveló que el valor neto de las familias norteamericanas –el valor de lo que poseen menos lo que deben– alcanzó $70 billones, un récord que excedió el pico anterior a la crisis financiera 2007-09. Los precios más altos de las acciones y la muy esperada recuperación de los bienes raíces están restaurando lentamente la riqueza perdida de los norteamericanos.

Este hito simbólico, entonces, debería mejorar la confianza, inducir a los consumidores a gastar profusamente y aumentar el crecimiento económico.

Quizás lo haga. Pero no estén tan seguros.

El “efecto riqueza” no es ya lo que solía ser. Para los que se han olvidado, el fenómeno se refiere a la tendencia de las familias a gastar una porción de su riqueza incrementada en valor inmobiliario y en el mercado de valores, reforzando, por ese medio, la economía. Durante los años de auge económico, los norteamericanos obtuvieron abundantes créditos contra el valor de sus viviendas, que estaba ascendiendo rápidamente. Un estudio de la Reserva Federal calculó ese efectivo extra en $700.000 millones entre 2001 y 2005. Ahora, la psicología se ha modificado. El optimismo despreocupado ha dado lugar a una obcecada cautela. El incremento de riqueza no se traduce en cantidades similares de gastos adicionales.

Esa falla puede explicar por qué la política de dinero fácil de la Reserva Federal ha logrado modestamente sus objetivos finales: una creación más enérgica de puestos de trabajo y crecimiento económico. Al comprar bonos del Tesoro y títulos de hipotecas, la Reserva esperaba reducir las tasas de interés y elevar los precios de las viviendas, de las acciones y de otros bienes financieros. El dinero que los inversores recibirían de la venta de sus títulos del Tesoro y de las hipotecas fluiría a esos otros mercados. Se puede sostener que la Reserva tuvo éxito, aunque nadie sabe lo que podría haber sucedido si sus políticas hubieran sido menos agresivas. De cualquier forma, las acciones se han más que doblado desde su punto más bajo en 2009; y la reducción de las tasas de las hipotecas, que cayeron por debajo de un 3,5% para un préstamo de 30 años, ayudaron a reactivar las ventas y los precios de las viviendas.

Pero para lograr sus objetivos de crecimiento y desempleo, la Reserva necesita que la riqueza extra se traduzca en más consumo. Aquí es donde parece que el proceso está fallando. Antes de la crisis financiera, dice el economista Mark Zandi, de Moody's Analytics, un dólar agregado de riqueza inmobiliaria podría producir 8 centavos de gastos extra; un dólar adicional de riqueza en acciones, 3 centavos. El efecto total era de unos 5 centavos por dólar de riqueza nueva, expresa Zandi. Ahora, 2 o 2,5 centavos “me parece más probable”.

¿Por qué el cambio?

Una posibilidad es que los aumentos en el valor neto de las familias, aunque impactantes, estén, simplemente, recuperando terreno perdido. La gente podría tratar esos incrementos en forma diferente de los nuevos. En verdad, según algunos cálculos, aún no se ha recuperado todo el terreno perdido. Economistas del Banco de la Reserva Federal de St. Louis ajustaron las cifras de la Reserva según la inflación y los aumentos de población desde 2007. Según esos cálculos, el valor neto promedio representa alrededor del 90% de su pico de 2007.

Si se considera sólo la vivienda, el contraste es más marcado. Los precios han subido un 12% en el pasado año, informa la firma de datos de mercado CoreLogic. Aún así, están 22% por debajo de su pico de 2006. O tomemos el número de viviendas “sumergidas”, con hipotecas que exceden su precio. Desde fines de 2009, han caído casi 2,5 millones. Pero aún quedan 9,7 millones de ellas. Eso representa casi el 20% de todas las viviendas con hipoteca, dice CoreLogic.

El envejecimiento también podría debilitar el efecto riqueza, dice Susan Sterne, de Economic Analysis Associates. Cuanto más les preocupe a los jubilados o casi-jubilados agotar sus ahorros, más cautela aplicarán a sus gastos, sostiene Sterne.

Pero lo que realmente trastocó el efecto de riqueza fue la crisis financiera y la Gran Recesión. La gente comprende mejor, ahora, que las casas y las acciones son bienes riesgosos, expresa el economista Paul Edelstein, de IHS. Son más renuentes a obtener préstamos y a gastar contra ellos, porque las mejoras de hoy pueden convertirse en las pérdidas de mañana. Los norteamericanos se han puesto más a la defensiva, dice. Los puestos de trabajo son escasos; los ingresos son lentos. La gente no sólo está pagando sus deudas, sino que está también construyendo barreras contra peligros que no puede anticipar.

Ha habido un cambio asombroso de conducta, dice Zandi. En 2006, en el pico del boom de la vivienda, casi el 90% de los propietarios de viviendas que estaban refinanciando hipotecas aumentaban el tamaño del préstamo, según datos de Freddie Mac; estaban obteniendo crédito contra los valores más elevados de las viviendas. En 2012, el 83% de los propietarios de viviendas que refinanciaron hipotecas o bien no modificaron la cantidad de la hipoteca o la redujeron. Estaban esforzándose por pagar la deuda.

Así pues el efecto riqueza varía según la época y las circunstancias. Ahora es una víctima de la crisis financiera y de la Gran Recesión. Tenemos otro ejemplo más de la aversión al riesgo que domina la economía. La gente ansiosa por obtener préstamos tiene fe en el futuro; a la gente ansiosa por pagar sus deudas le preocupa el futuro. Somos prisioneros de la psicología, que puede cambiar pero es difícil de manipular. Ése es el principal problema para las políticas a seguir y para la política.

ROBERT SAMUELSON se inició su carrera como periodista de negocios en The Washington Post, en 1969. Además, fue reportero y columnista de prestigiosas revistas como Newsweek y National Journal.