UCR: Familias pobres sacrifican gasto en salud, educación y vivienda para comprar alimentos básicos

Estudio de la UCR detectó 25 productos básicos que los hogares de bajos ingresos siempre adquieren pese al aumento en el precio

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Los hogares de menores ingresos dejan de hacer gastos en salud, educación, vivienda o actividades recreativas para garantizar la adquisición de 25 alimentos básicos en la dieta familiar. Así se detalla en una investigación elaborada por la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica (UCR).

El estudio Patrones de consumo de los hogares costarricenses más vulnerables, presentado este 11 de abril, analizó el comportamiento de los hogares más pobres cuando los alimentos suben de precio o sus ingresos bajan.

El investigador Erick Sequeira explicó que las familias de ingresos bajos son más vulnerables al aumento en el precio de los alimentos porque destinan la mayoría de su dinero a consumirlos. “Para garantizar la alimentación, estas familias tienen limitaciones para satisfacer otras necesidades, como gastos en educación, salud, vivienda o recreación”, afirmó el economista.

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Sequeira añadió que en la coyuntura de subida de precios de alimentos básicos, las familias podrían acceder a dichos productos, pero se les limita el acceso a otras oportunidades.

Para llegar a esta conclusión, el análisis primero identificó los bienes esenciales en la canasta de consumo, utilizando datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del 2003, 2013 y 2018, elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).

Los investigadores determinaron los 25 productos básicos, asegurándose de que fueran consumidos por el 20% de los hogares y que representaran, en promedio, al menos el 0,09% del gasto mensual de las familias.

Los alimentos clasificados como básicos fueron pan, tortillas, galletas, arroz, leche, natilla, huevos, bistec, carne molida, atún, margarina, plátano maduro, chayote, chile dulce, culantro, tomate, frijoles, cebolla, papa, azúcar, consomé, sal, tostadas, café y gaseosas.

Mientras que los hogares vulnerables se definieron como aquellos con un ingreso per cápita menor o igual a ¢75.000 mensuales.

En la investigación, junto con Sequeira, participaron los economistas Yanira Xirinachs-Salazar y Juan Rafael Vargas.

Desde febrero del 2022 hasta agosto del año pasado, el costo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA), calculado por el INEC, registró variaciones interanuales por encima de la evolución de la inflación. Fue hasta setiembre del 2023 cuando la variación porcentual de los últimos 12 meses del índice de precios al consumidor (IPC) superó al de la CBA.

Gasto rígido

El estudio de los investigadores de la Escuela de Economía encontró que hay 21 de los 25 alimentos detectados como básicos que son insensibles al precio. Esto significa que el consumo mensual de dichos artículos por parte de las familias analizadas será siempre similar, sin importar que suban de precio.

“El grueso de productos alimenticios de primera necesidad para los hogares siempre será consumido, aunque estén más caros. Como se mencionó, esto afecta principalmente a los individuos de menores ingresos”, se indica en la información difundida por la UCR.

En contraste, el pan y el chayote sí se catalogan como productos que, cuando suben de precio, los hogares tienden a dejar de adquirirlos.

En el caso de las tortillas y el atún, la investigación encontró que las familias aumentan su consumo incluso cuando registren un aumento en su costo.

Sequeira propuso diseñar políticas económicas que controlen mejor la escalada de precios o aumentar los ingresos de las familias más vulnerables por medio de transferencias sociales.

“El Estado debe revisar qué se está haciendo con las transferencias realizadas a los hogares más pobres para saber si son efectivas y suficientes. También puede realizarse un ajuste al monto de las transferencias para que se ajusten al aumento de la inflación (en alimentos)”, dijo el investigador.

El estudio también recordó que, durante la pandemia de la covid-19, el desempleo y la disminución temporal de salarios llevaron a muchas familias a renunciar a la adquisición de bienes y servicios trascendentales para su bienestar, también como consecuencia del alza de precios por el choque externo de la crisis de contenedores.