Nueva empresa en la web quiere relanzar la entrega de abarrotes

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“Espero que se dé cuenta de que está a punto de presenciar una asombrosa exhibición de ineptitud”, dijo el inversionista en tecnología Michael J. Moritz al entrar una tarde reciente en una tienda Whole Foods en San Francisco.

Moritz, el presidente de la firma de capital de riesgo Sequoia Capital, a quien armaron caballero británico el año pasado, llevaba puesta una camiseta verde brillante con un logotipo de Instacart, una empresa emergente de entrega de abarrotes, con dos años de antigüedad, en la que invirtió Sequoia. Estaba ahí para mostrarme qué es trabajar en una empresa emergente, en particular, cuán inesperadamente difícil es comprar con rapidez y precisión, y entregar una serie de abarrotes a alguien desconocido.

Instacart podría no parecer un servicio novedoso. Es una de varias compañías que están tratando de revivir un sueño que se introdujo primero durante el anterior auge del punto com y luego se dejó de lado: el de ordenar los productos básicos en línea y recibirlos a la puerta de la casa poco tiempo después. Son al menos media docena de firmas las que ofrecen la entrega de abarrotes en todo Estados Unidos, incluidas AmazonFresh de Amazon.com, FreshDirect, Peapod y los servicios de las grandes cadenas abarroteras.

Sin embargo, tras bambalinas, Instacart es poco común e intrigante. Opera según un modelo de negocios descentralizado que adoptó ideas de servicios como Uber, Airbnb y otros en la llamada economía compartida. Y no solo es potencialmente lucrativo, sino que podría redefinir la forma en la que pensamos en el futuro de la fuerza laboral.

Cuando se compran abarrotes en Instacart, la compañía convoca a un “comprador personal”, que usa una camiseta verde, por medio de una aplicación para teléfono inteligente. Él recibe la lista, se apresura a tomar los productos en ella y luego recorre la ciudad en su propio vehículo para entregarlos.

Los compradores de Instacart ganan entre $15 y $30 la hora, dependiendo de la rapidez con la que entreguen los alimentos. Es un sueldo bastante alto si se considera que no se requiere tener título universitario, es de medio tiempo y se puede hacer en horario flexible.

Es más alto que el típico salario del empleado de supermercado, de cerca de $9 a $11 la hora; aunque, claro, sin prestaciones como seguro médico. Los trabajadores son contratistas independientes.

No obstante, el éxito de Instacart indica que en lugar de simplemente automatizar y despedir empleados, con la tecnología se podrían crear nuevas oportunidades de trabajo para personas que no cuentan con credenciales formales, ni habilidades en una economía en la que los trabajadores de calificación baja y mediana afrontan un panorama desalentador. Como el servicio para compartir transporte Uber, Instacart crea empleos al conectar a clientes pudientes, que tienen más dinero que tiempo, con empleados de medio tiempo, que tienen mucho tiempo, pero no dinero suficiente.

Empero, a diferencia de los servicios de compartir el transporte o de renta de departamentos, Instacart no se está inmiscuyendo en un sector regulado y sus servicios representan un riesgo mínimo para la salud o la propiedad de sus clientes, así es que enfrenta pocas de las complicaciones que han perseguido a otras compañías compartidas. Debido a que amplía la base de clientes de las tiendas físicas, también se ha recibido bien en las cadenas abarroteras como un bastión potencial en contra de la expansión más amplia del servicio de entregas de Amazon.

“Cuando pregunta cuál es el tipo de nichos que veremos para las personas que solían tener los tradicionales empleos de clase media, este es el tipo de fuerza de trabajo que encajaría en eso”, explicó Tyler Cowen, un economista en la Universidad George Mason, cuyo libro Average Is Over contempla cómo la tecnología está alterando los mercados laborales: “No quisiera sugerir que la gente se convertirá en repartidora de abarrotes de los millonarios, pero, si no tienes una formación universitaria, pero eres inteligente y responsable, ¿podrías ganarte la vida haciendo esto y quizá juntarlo con alguno de ese otro tipo de empleos? Por supuesto”.

Refrigerador vacío. Apporva Mehta, de 27 años, un ingeniero que trabajó dos años en Amazon.com, fundó Instacart en el 2012.

“Tenía este problema de nunca tener productos básicos en mi refrigerador, nunca tener la motivación ni la energía para ir a la tienda”, comentó Mehta. Sin embargo, encontró demasiado engorrosos la mayoría de los servicios abarroteros, incluido AmazonFresh. Tenía que meter su pedido con muchas horas de antelación a la entrega y, a veces, no ofrecían los productos que él solía conseguir en su tienda local.

A pesar del modelo de negocios de bajo costo, Instacart no es barato. El servicio cobra una tarifa por entrega de $3,99 en la mayoría de los pedidos, y también gana dinero al subir el precio de las tiendas.

La cantidad varía dependiendo del artículo, pero al entrar noté un incremento de cerca del 20% en los precios de Instacart respecto de lo que yo puedo encontrar en mi tienda local.

El incremento en el precio explica, en parte, cómo Instacart puede pagarles a los compradores unos sueldos tan altos. Sin embargo, como descubrí mientras compraba con Moritz, existe otro factor detrás de esa paga tan alta: comprar es un talento e Instacart paga muy bien para tener gente buena en eso.

Aunque podía hablar con lujo de detalle sobre las virtudes del negocio de Instacart, Moritz es un inversionista multimillonario, pero resultó ser un mal comprador. Mientras caminábamos por Whole Foods, fue frecuente que necesitara mi ayuda para localizar los artículos de un cliente. Tuve que enseñarle dónde encontrar las uvas, los plátanos y el agua Perrier; ninguno de los dos tuvo suerte para encontrar el queso Babybel.

Días después, fui a otra entrega con Sharon Schedler, de 43 años, madre de familia, quien tiene cerca de un año trabajando en Instacart. Es una profesional. A pesar de que la acribillé a preguntas, completó un pedido de 11 artículos en menos de 10 minutos, incluida una llamada a la clienta para sugerir sustituir las pechugas de pollo con otras piezas porque ya no había.

Schedler también fue meticulosa en la selección de los productos frescos. “Trato de ser más quisquillosa de lo que sería para mis cosas”, comentó mientras estudiaba los calabacines en busca de golpes.

Lawrence F. Katz, un economista en la Universidad de Harvard que estudia la relación entre tecnología y fuerza de trabajo, dio unas cuantas razones para contener el optimismo excesivo sobre el modelo de Instacart. Primero, algún día, la tecnología podría hacer que los compradores de Instacart sean obsoletos; los drones podrían recoger los abarrotes.

Otra posibilidad, dijo, es que los salarios podrían bajar conforme más personas compitan para ser compradores de Instacart.

Un tercer problema es la falta de seguridad en el empleo y las prestaciones, que alguna vez se consideraron características estándar de los empleos de clase media.

Sin embargo, Mehta dice que no ve que vaya a cambiar eso. “La ventaja del modelo es que escoges tu propio horario”, dijo. Un mayor control corporativo sobre los hábitos laborales podría alejar a muchas personas. “El modelo del contratista independiente, no estoy seguro que eso vaya a cambiar”.