Un viaje de más de siete décadas que inició un 14 de febrero

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Era la madrugada del sábado 14 de febrero de 1942 en la Costa Rica rural. Lourdes Delgado Céspedes, de 17 años, salió de su casa rumbo a la Iglesia de Santa Ana para encontrarse con su novio Roberto Espinoza Jiménez, de 21 años.

Entre quienes la acompañaban estaba su madrina de bodas embarazada, quen no pudo montar a caballo y tuvo que atravesar a pie el paisaje montañoso y de caminos de tierra del este de San José de mediados del siglo pasado.

A las 8 de la mañana inició la ceremonia. La pareja recuerda que un sacerdote de apellido Chacón los guió a dar el “sí, acepto” y que luego tuvieron una fiesta con música de marimba.

Ese sábado de 1942, otras cuatro parejas también contrajeron nupcias en el país, según consta en los archivos maestros del Registro Civil.

Hoy, Roberto Espinoza, de 93 años, asegura – entre risas- que eligieron unirse un 14 de febrero porque estaban “muy enamorados”.

A su lado, Lourdes Delgado, de 90 años, afirma – con picardía – que fue por “casualidad”.

“Me dijo (Roberto) que si a él lo quería para casarme. Yo lo conocí cuando llegó a jalar caña con mi papá”, cuenta Delgado.

En Costa Rica, el Día de San Valentín es la tercera fecha con mayor cantidad de enlaces matrimoniales inscritos. Para los ticos, las fechas preferidas para unirse legalmente en pareja son el 18 y el 17 de diciembre.

Lo anterior según un análisis de la Unidad de Inteligencia de Datos de este diario, que tomó en cuenta la cantidad de uniones (católicas y civiles) registradas durante 4.018 días entre 2004 y 2014.

El secreto: tener palabra y valentía. “Arrancamos a pie (luego de la ceremonia). Eran cuatro horas de camino de Santa Ana a Villa Colón (hoy Ciudad Colón) donde íbamos a vivir”, recordó Roberto Espinoza.

El camino que iniciaron juntos esa mañana los llevó a concebir 20 hijos, de los cuales sobrevivieron 16.

“Ella (Lourdes) me salió tan buena y trabajadora. Ha luchado pecho a pecho conmigo”, afirmó este hombre que gusta de montar a caballo.

En los primeros años de matrimonio viajaban juntos a San Ignacio de Acosta para vender tapas de dulce a 60 céntimos cada una. Eran hechas en el trapiche de su finca y empacadas en las mismas hojas de caña.

Lourdes Delgado describe a su pareja como valiente y trabajador.

Una de sus nietas, Nancy Marín, cuenta que esta pareja de adultos mayores disfruta aún de bailar y cantar juntos y que siempre han preferido vivir en zona rural.

En 1979 decidieron trasladarse de Guachipelín, de Escazú, a una finca en Siquirres, en Limón, porque la zona se estaba desarrolando mucho. Allí hoy siembran frijoles, yuca, crían cerdos y cuidan vacas.

Para Roberto Espinoza, el fracaso del matrimonio es consecuencia de la vagancia. “No son responsables (las parejas). La palabra es muy seca. Hay que ser hombre para cumplir la palabra y con la obligación”; afirmó.

Él recuerda a su esposa, a quien conoció a los 10 años, palmeando tortillas fuera de su casa. Dice que la molestaba cuando pasaba al frente de la vivienda con otros peones de la finca y que estuvo de novio con una de sus primas (de Lourdes).

No obstante, cuando Lourdes cumplió 16 los ojos de Roberto se fijaron con ella y supo que era “una mujer para formar un hogar”.

Roberto y Lourdes son la cabeza de una familia de 15 hijos (una de sus hijas murió). Hoy tienen 42 nietos y decenas de bisnietos; ya perdieron la cuenta.