Sarro fosilizado da pistas sobre enfermedad bucal

Se conservaron bacterias y partículas microscópicas de comida en dientes

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Las bacterias que hoy causan enfermedades en las encías son básicamente las mismas que afectaban la salud bucal de los humanos de hace 1.000 años.

A esa conclusión llegó un equipo de expertos de tres universidades, tras analizar restos de placa bacteriana que se preservó fosilizada en piezas dentales que datan aproximadamente de 1.100 a.C.

La investigación –publicada en la revista Nature Genetics – sostiene que la cavidad oral de las personas que vivieron en ese tiempo alojaba numerosos agentes patógenos oportunistas y que la enfermedad periodontal (en el tejido fibroso que rodea la raíz de los dientes) era causada por las mismas bacterias de hoy. Ese sarro preservó durante siglos tanto bacterias como partículas microscópicas de comida en la superficie de los dientes en una especie de “tumba” para el microbioma bucal (sistema de microorganismos). Ahí quedó atrapada gran cantidad de información valiosa para la ciencia.

Los científicos sostienen que ese microbioma antiguo estaba dotado de una “maquinaria” genética capaz de resistir la acción de los antibióticos más de 800 años antes de la invención de esta terapia, en la década de los 40 del siglo XX.

El estudio encontró que a diferencia de los huesos – los cuales pierden mucha de su información molecular cuando son enterrados– el sarro crece lentamente en la boca e ingresa en la tierra de forma más estable lo que ayuda a conservar sus biomoléculas.

De este modo, también se logró extraer del sarro muestras de ADN para identificar componentes de la dieta, como los vegetales.

El equipo estuvo integrado por expertos de las Universidades de York, (Reino Unido), Zúrich (Suiza) y Copenhague, (Dinamarca).