Las personas comen más por placer que por hambre

Genes del ser humano están aún diseñados para que cace lo que come

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“Las personas comemos más por placer que por hambre, eso podría explicar por qué la obesidad aumenta en todo el planeta”.

Con estas palabras del médico español José Campillo se inició ayer la reflexión entre especialistas reunidos en el país en el VII Congreso Nacional de Nutrición.

Campillo, quien es catedrático de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura, España y miembro de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes, asegura que los genes humanos evolucionan despacio y que todavía hoy “tenemos genes de la prehistoria”.

El fisiólogo y especialista en nutrición evolutiva explicó : “Nuestros genes aún están diseñados para cazar lo que comemos, pero no se han acostumbrado a que hoy tenemos comida a nuestra disposición con solo marcar el teléfono”, sugiriendo que el sedentarismo nos hace daño.

“El ser humano es un mono obeso. Somos el único animal que puede meter miles de calorías en su cuerpo sin tener que hacer ejercicio para obtenerlas.

“Los otros animales cazan su comida y el cuerpo humano también está concebido para hacerlo, pero no lo hacemos.

“Es por esta razón que si comemos mucho y nos nos movemos, el cuerpo reacciona enfermándose”, añadió.

Ejercicio clave. Para Campillo, el problema es que las grandes industrias alimentarias descubrieron el placer que siente el hombre por comer y le facilitan el consumo de manera muy rápida.

La única solución entonces es hacer ejercicio constantemente para “regular” la situación.

“Comer es la cosa más divertida que puedes hacer con la ropa puesta. El problema es que mucha gente después no quiere liberar todo eso con ejercicio. Nuestros genes paleolíticos aún no están acostumbrados a la abundancia; el ejercicio físico es la única forma de complacer nuestros genes paleolíticos”, aseguró.

Para Campillo, solo hay dos secretos para dejar de ser “un mono obeso” y son: primero, comer la mayor variedad posible de comida en pequeñas cantidades y segundo, realizar ejercicio físico cotidianamente.