Estudios comprueban poder antioxidante de estrógenos

Hormona evita formación de placa de grasa y calcio en las arterias

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Los padecimientos cardiacos son raros entre mujeres menores de 60 años. A esas edades, la gran mayoría de infartos y derrames cerebrales se da en hombres.

Sin embargo, esa tendencia se revierte al llegar la menopausia.

“Una vez que las mujeres llegan a la menopausia es mucho más notable el aumento de riesgo en estas enfermedades, incluso, ese riesgo crece más rápido de lo que crece en los hombres”, dijo Carlos Escalante, ginecólogo especialista en climaterio y menopausia, quien también tiene una especialidad en Fisiología.

“Hay que ponerle atención, porque es la principal causa de muerte en mujeres en Costa Rica y el mundo”, añadió.

¿Por qué? Estudios de Escalante han dado con una respuesta: los estrógenos, hormona sexual femenina, son antioxidantes que protegen a la mujer durante su ciclo reproductivo, pero al finalizar el ciclo, se pierde esa protección.

“El estrógeno no solo es antioxidante; es un formador de antioxidantes”, explicó Escalante.

La explicación. Todos los humanos tenemos grasa, producto de lo que comemos y de nuestros diferentes procesos metabólicos.

Si los ácidos grasos se oxidan, atraen a células llamadas macrófagos, que son parte del sistema inmunitario. Si la grasa se une con un macrófago, se forma una célula llamada espumosa, que generará sustancias que ayudarán a “atraer” más macrófagos hacia la grasa.

Este es el primer paso para el desarrollo de un mal llamado arterosclerosis, en el que la grasa y el calcio forman placas, que se ubican en las paredes de las arterias e impiden el flujo normal de la sangre.

Si esa placa se acumula, será más difícil que el corazón bombee sangre o que esta circule con facilidad por el cerebro, en el que los vasos capilares son más delgados. Por ello, el riesgo de un infarto o derrame cerebral es mayor.

“Mientras la mujer tiene su ciclo menstrual, el estrógeno es un chaperón que evita que la grasa y los macrófagos se unan. Una vez que se va el chaperón, la grasa no desaparece, y queda libre para unirse a los macrófagos”, afirmó Escalante.

La comprobación. ¿Cómo asegurar que son los estrógenos los que previenen la formación de placas de grasa en las arterias?

Escalante y su equipo se dieron a la tarea de averiguarlo. Para ello, tomaron 24 ratas hembra y se les suprimieron los ovarios, con el fin de inducirles la menopausia.

Posteriormente, las dividieron en tres grupos: al primero se le dio estrógeno puro, al segundo estrógeno mezclado con progesterona (otra hormona femenina), y al tercer grupo un placebo.

Se les monitoreó 56 días (unos siete años de vida para las ratas).

Al cabo de este tiempo se les sacrificó y se les extrajeron las arterias para medir el nivel de grasa.

Los investigadores hallaron que las ratas que consumieron placebo tenían entre un 25% y un 42% más de grasa en las arterias.

“Los estrógenos tienen la principal tarea, la progesterona no marcó ni perjuicios ni beneficios”, detalló Escalante.

¿Cómo contrarrestarlo? Para el especialista, sí existe una forma de regular el nivel de estrógenos después de la menopausia: tomar la terapia de reemplazo hormonal (pastillas con dosis de hormonas).

“Lo ideal es que una mujer comience su terapia apenas pueda, después del inicio de la menopausia; eso sí, consultando a su ginecólogo”, aconsejó Escalante.

“Los estudios han demostrado que (la terapia) debe darse antes de que hayan pasado 10 años del inicio de la menopausia o antes de que la mujer cumpla 60 años. Después de esto puede ser más bien contraproducente”, añadió.

Un estudio, que este especialista hizo en 2010, junto con el departamento de Bioquímica la Universidad de Costa Rica (UCR), ya había arrojado esos resultados.

Se tomó a 62 menopáusicas que iban a consulta al Hospital San Juan de Dios. Ellas, o tomaban solo estrógenos o una combinación de estrógenos y progesterona o no llevaban del todo la terapia.

Al medir sus niveles de antioxidantes en la sangre, se vio que las que no tomaban terapia hormonal tenían menos antioxidantes.

“Ese fue el primer paso, pero teníamos que asegurarnos de que estaban directamente relacionados con la grasa en las arterias y no con la grasa en otras partes del cuerpo, por eso hicimos el estudio de las ratas. Con esto, ya podemos aconsejar la terapia”, aseveró Escalante.

Este tico no es el único que llegó a esas conclusiones. Estudios en el orbe han replicado los resultados.

Una investigación holandesa señaló una reducción del riesgo cardiovascular del 52% en mujeres que iniciaron esta terapia, otro en Inglaterra destacó un 49% y otro en Estados Unidos determinó el 41%.

No obstante, los expertos afirman que es vital consultar al médico antes de comenzar el tratamiento, pues cada mujer es diferente.