EE. UU. cambia patrón de diagnóstico de alzhéimer

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Washington (AFP). Estados Unidos anunció hoy, por primera vez en 27 años, las nuevas directrices para el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer, la forma más extendida de demencia entre las personas mayores.

Esta actualización refleja “un cambio mayor en la manera en que la medicina ve y estudia esta enfermedad”, destacan los institutos nacionales de la salud (NIH) y la Alzheimer Association que dirigieron el proyecto.

“La investigación sobre el Alzheimer evolucionó mucho durante los últimos 25 años y ajustar los criterios de diagnóstico para tomar en cuenta estos avances es necesario para motivar y acelerar la investigación que beneficiará a los pacientes”, explica en un comunicado el doctor Richard Hodes, director del instituto nacional de envejecimiento de los NIH.

Los criterios clínicos utilizados inicialmente se limitaban a describir el último estado de la evolución de la enfermedad, cuando los síntomas de la demencia ya se habían manifestado de manera evidente.

Sin embargo, las nuevas directrices cubren todas las etapas de esta patología que evoluciona gradualmente y puede provocar cambios en el cerebro una década antes, o más, de que la enfermedad se torne evidente.

Estos lineamientos se basan en tres fases. La primera, llamada pre-clínica, describe los cambios en el cerebro, incluyendo un comienzo de acumulación de placas seniles formadas de un péptido (ß-amiloide), una forma de proteína.

Esta anomalía provoca la muerte ineluctable de las neuronas, las células nerviosas cerebrales.

La segunda fase corresponde a deficiencias mentales. Incluye síntomas de pérdida de memoria suficientemente evidentes para ser anotadas y medidas no muy pronunciadas como para impedir que la persona viva de manera autónoma.

Los pacientes que presentan estos síntomas no necesariamente evolucionarán hacia la enfermedad de Alzheimer, destacan los autores de estas directivas.

La tercera y última fase es la de la demencia ya descrita por la medicina.

El mal de Alzheimer es la forma más extendida de demencia y se estima que afecta a unos cinco millones de estadounidenses.