Clonación cumple 20 años sin alcanzar su potencial

Dilemas de la gente obstaculizaron el desarrollo de la técnica reproductiva

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París. AFP Cuando el 5 de julio de 1996, hace 20 años, nació Dolly, la oveja clonada en Escocia, muchos saludaron la toma de control del ser humano sobre el ADN como anticipo de futuros avances, por ejemplo, en materia de trasplante de órganos.

Otros, en cambio, temblaron ante el advenimiento de un mundo de seres idénticos criados como piezas de repuesto.

En realidad, nada de eso ocurrió. La clonación humana, un proceso complejo, riesgoso y éticamente cuestionable, fue finalmente reemplazado por otras tecnologías como la medicina regenerativa.

“No produjo lo que se esperaba. Hubo un momento de euforia: se pensó que finalmente seríamos capaces de comprender mejor los mecanismos de las enfermedades, usarlo como tratamiento para la infertilidad y no fue así”, comentó Rosario Isasi, del Instituto de Bioética y Política Sanitaria de la Universidad de Miami.

Clonación. Dolly fue el primer mamífero clonado mediante una técnica denominada Transferencia Nuclear de Células Somáticas (TNCS).

Consiste en retirar el núcleo de la célula con su correspondiente ADN de una célula que no sea un óvulo o espermatozoide, por ejemplo, de la piel. Luego, esta se implanta en un óvulo no fecundado, al que previamente se le retiró el núcleo.

En el caso de Dolly, la célula fue tomada de una glándula mamaria.

Una vez realizada la transferencia, el huevo reprograma un embrión a partir del ADN. Este comienza a desarrollarse como hijo de un solo progenitor.

Con respecto a su aplicación en personas, existe una oposición global a la reproducción por clonación. Aparte de objeciones éticas y de derechos humanos a la creación de seres como fotocopias, también hay un problema de seguridad.

Solo un puñado de animales clonados sobrevivieron al nacimiento y muchos tuvieron problemas de salud posteriormente.

Los expertos consideran que la oposición moral a la clonación como técnica de reproducción ha opacado los beneficios potenciales de esta técnica en materia de medicina regenerativa.

Por lo general, la gente teme que los científicos no sean capaces de resistir a la tentación.

“Una vez que definen los límites de salvaguarda, no hay forma de desviarse hacia la aplicaciones reproductivas”, aseguró Isasi y agregó: “Aun así, mucha gente teme que haya un desliz, que una cosa lleve a la otra, hasta que sucede algo malo. Esa es la principal preocupación que ha impedido el uso de la tecnología”.

Las inversiones en la investigación sobre clonación han mermado y pocos países –entre ellos Bélgica, China, Israel, Japón, Corea del Sur, Gran Bretaña y Singapur– autorizan la creación de embriones con fines experimentales. En Estados Unidos, no es explícitamente ilegal. En la clonación terapéutica, se cosechan células madre a partir de un embrión en sus estadios iniciales o blastocito, un agregado entre 100 y 200 células.

Orientar esas células hacia el desarrollo especializado de células hepáticas o sanguíneas, por ejemplo, puede ayudar a curar ciertas enfermedades o a reparar órganos dañados.

Como son criadas a partir del propio ADN del paciente, se reduce drásticamente el riesgo de rechazo del trasplante.

Sin embargo, producir células madre de esta forma implica destruir embriones, otro dilema moral. Aunque algunos científicos lograron crear células madre a partir de TNCS, ninguno logra hacer que se desarrollen como un órgano humano funcional.

Aplicaciones. La clonación puede no haber hallado aplicación directa en medicina. Sin embargo, impulsó el desarrollo de otras tecnologías como la de las células madre pluripotentes inducidas. Esta consiste en desarrollar células especializadas haciendo que remonten a niveles de desarrollo anterior, lo cual permite prescindir de los embriones.

Esa técnica, recompensada con un Nobel, ha centrado la atención de la medicina regenerativa, aunque no está del todo establecido que las células resultantes funcionen igual que las células madre obtenidas con embriones.

Otra ramificación es la transferencia de genes a través de las mitocondrias, que permite implantar ADN en un óvulo sano para crear un embrión libre de las mutaciones anómalas que pueda acarrear la madre.

Para Aaron Levine, especialista en Bioética de Georgia Tech, el mayor impacto de la clonación probablemente provenga de animales criados especialmente para producir órganos, tejidos o medicamentos biológicos que no sean rechazados por el sistema inmunitario humano.

“Creo que la clonación humana desaparecerá. Simplemente, no existe suficiente demanda, no hay mucho que uno pueda hacer con la clonación que no se pueda hacer de otra manera”, dijo.