Cirugía salva vida de mamá y bebé en Hospital de Heredia

Mujer tenía ‘placenta adherida’ o ‘acretismo placentario’, condición que pudo poner en riesgo su vida y la de su hija; diagnóstico y procedimiento salvaron a ambas

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Wendy Chávez Zúñiga estaba embarazada de su tercer bebé cuando el ultrasonido mostró algo que preocupó a los médicos. El 14 de setiembre del 2021, durante su cita de control, le explicaron que tenía una condición que, de no atenderse, podría poner en riesgo tanto la vida de ella como la de su pequeña Eimy.

Este fenómeno se denomina placenta adherida o acrecentismo placentario, que se da cuando parte de la placenta o su totalidad permanece unida al útero. Esto puede causar una pérdida de sangre grave luego del parto. Esta condición es poco frecuente, pero es más común en quienes han pasado por cesáreas anteriormente, como en el caso de Chávez.

“Cuando se hacen cesáreas y la placenta se coloca en una posición inadecuada o muy cerca de la cicatriz de las cesáreas, esto hace que se comporte como una especie de tumor, infiltre la cicatriz y genere un problema placentario. El riesgo es muy grande cuando llega el momento de tener al bebé porque los sangrados pueden ser incontrolables y esto puede matar a la mamá o al bebé”, explicó Franklin Escobar Zárate, perinatólogo que atendió el caso.

Wendy había tenido dos cesáreas anteriores y presentaba esta situación. El diagnóstico fue temprano y esto ayudó a planear una cesárea con una cirugía especial, nunca antes realizada en el Hospital San Vicente de Paúl en Heredia, aunque sí en otros, como el Calderón Guardia.

“Las cesáreas son una complicación del embarazo, la gente no lo ve así, pero la idea es que sean más los partos vaginales y que las cesáreas sean para lo realmente necesario, cerca del 15% de los partos, pero en el país ronda el 30%”, señaló Escobar.

Chávez comentó: “las mamás a veces escogemos una cesárea antes de un parto vaginal por miedo a que duela mucho. Yo estaba muy feliz porque iba a tener una tercera cesárea. Cuando me indican esto yo caigo en la realidad, me daba muchísimo miedo dejar a mis otros hijos solos. Estuve asustada, pero tuve un mes completo para asimilar la situación; los doctores me explicaron muy bien y me calmaron”.

Paso a paso

La cirugía se realizó el 14 de octubre, cuando Eimy tenía 34 semanas de gestación en el vientre de su madre. Este procedimiento debe realizarse en ese plazo, para lograr el mejor equilibrio entre la evolución materna y la fetal. La cirugía se planificó con tiempo, de manera que todas las áreas involucradas trabajaran en conjunto.

Especialistas en perinatología, neonatología, anestesiología, urología, cuidados intensivos y vascular periférico participaron del procedimiento.

Escobar manifestó que lo primero que se requería era una incisión amplia en el vientre de la madre porque debía comenzarse una histerectomía (extirpar el útero) antes de sacar a la bebé. En otras palabras, al remover el útero, el bebé se encontraba dentro de este. Para ello, se requirió de la participación del equipo de anestesiología que lograra tener el balance necesario.

“La cirugía se realizó en varias salas, y en cada una de ellas las necesidades de anestesia eran diferentes. Siempre se hizo velando tanto por la mamá como para la bebé. No hubo complicaciones y ambas pacientes evolucionaron bien”, destacó el anestesiólogo Antonio Díaz Mora.

En cada momento, los especialistas en el sistema vascular periférico velaban porque no se dieran sangrado. Luego de comenzar la remoción del útero, la madre fue trasladada al área de hemodinamia, donde estos profesionales inflaron unos balones que se colocan en las arterias que llevan la sangre al útero para que disminuya el sangrado.

Adriana González, especialista vascular periférico, detalló que esto consiste en introducir, a través de la ingle, una serie de instrumentos que cruzan de una pierna a la otra y obstruir las arterias ilíacas para reducir el flujo de sangre al útero. Esto se hace con la ayuda de los balones antes mencionados se colocan varias pruebas para determinar cuál realmente va a ocluir el flujo sanguíneo.

“Estos balones se utilizan normalmente en arterias enfermas para abrirlas, pero en esta ocasión eran arterias sanas que debíamos ocluir para evitar el paso de sangre. El sangrado fue mínimo, nunca estuvo inestable”, recalcó.

Posteriormente, al terminar la cirugía, se retira el material para que la sangre regrese a su circulación normal.

Karla León, especialista en urología, indicó que ellos participaron porque hay cercanía del útero con la vejiga y los uréteres.

“Se detectó una pequeña lesión en la vejiga, la cual se suturó en dos capas. Luego se valoró la integridad y se revisaron los uréteres para ver si no había otro compromiso. De nuestra parte evolucionó bien y la vejiga se recuperó sin problemas”, puntualizó la especialista.

“Se egresó como un caso de cesárea normal, con una muy buena evolución de madre y bebé. Algo que no hubiera sucedido si no se hubiera detectado a tiempo y tener una cirugía así de compleja”, expresó Escobar.

Recuperarse

Madre y bebé están bien y realizan actividades normales. Eimy ya cumplió tres meses de vida y el tiempo que estuvo en el hospital después se debe principalmente a su prematuridad y no tiene nada que ver con la cirugía. La bebé gana peso en mayor medida que lo de otros prematuros a su edad.

“Estoy muy agradecida con los profesionales, con el hospital y con Dios, que permitió que todo esto se diera”, concluyó Chávez.