Bancarrota y depresión afectan cada vez a más adictos al juego

Enfermedad no hace distinción de edad, sexo, estrato social ni académico

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Con las yemas de los dedos desgastadas e incluso en carne viva por el juego, ellos pierden sus casas, trabajos y, por supuesto, también su tranquilidad.

Su obsesión por ganar dinero es lo que les controla la mente y, poco a poco, este hábito les consume tiempo y dinero, hasta sumirlos en una crisis económica y emocional.

Se trata de los adictos al juego o ludópatas, para quienes un casino es sinónimo de adrenalina y un espacio donde los sonidos de las “maquinillas” les generan un placer incontrolable, eufórico.

La ludopatía o juego patológico es un trastorno repetitivo que impide a las personas resistirse o controlar el impulso de jugar; así lo reconoce la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1992.

El vicio puede comenzar con un juego ocasional que, en forma paulatina, llena de deudas y frustración al jugador, lo que lo impulsa a probar suerte de nuevo, y así sucesivamente.

En el país este problema también existe, aunque poco se habla del tema en público. Hay todavía quienes ni siquiera lo consideran un mal.

Si bien en Costa Rica no existe un censo de cuántas personas padecerían este tipo de trastorno, los médicos nacionales perciben un incremento de casos en sus consultas.

Ellos destacan que no es una enfermedad de adultos mayores, como alguna vez se estereotipó. Muchos jóvenes son seducidos por la idea del dinero fácil o por gracia del azar.

Para conocer más sobre el problema, La Nación participó en días recientes de una reunión de Jugadores Anónimos, para escuchar sus historias de vida.

En el país solo existen dos grupos de Jugadores Anónimos. El primero se reúne en un local ubicado 100 metros al sur y 50 metros al oeste de Ferretería El Pipiolo, en Plaza González Víquez, San José; mientras el otro lo hace en la ciudad de Heredia. Ambos se ven diariamente de 8 p. m. a 10 p. m.

El precio de ‘ganar’. “Empecé el juego a los 16 años; entraba con cédula falsa y con los años la adicción fue más fuerte y me trataban como a un rey”, recuerda Gustavo, un joven de 26 años, quien lleva nueve meses en recuperación.

Estuvo un tiempo sumido en el juego y luego empezó a percibir que las cosas se le salían de control. “Cuando vi que no tenía plata empecé a vender mis cosas, joyas de mis papás, pasé tarjetas de crédito, cometí estafas y hasta gastaba plata que no era mía. Por eso, yo perdí a mi familia, la autoestima, mis valores y mi juventud. Ahora me doy cuenta de que no disfruté nada, porque mi vida estaba basada únicamente en el juego”, expresó.

Perder dinero y enredarse en deudas es la antesala de la depresión en los ludópatas. Más allá de derrochar sumas millonarias de dinero, su mayor fracaso lo sitúan en la pérdida de valores y su baja autoestima.

“Yo estaba muerto en vida. Mi autoestima bajó tanto que pensé en convertirme en indigente. Esta enfermedad es como un pulpo que nos agarra por todas partes, que nos cansa y nos frustra”, reconoció Jorge, un joven que está en recuperación desde hace un año.

Él asegura que “el orgullo y la soberbia nos hacen daño, sin humildad no hay recuperación posible, este programa me devolvió las ganas de seguir luchando”.

La ludopatía afecta tanto a hombres como a mujeres. Una de las jugadoras anónimas mostró las yemas de los dedos desgastadas por el empeño en utilizar las máquinas, mientras otra contaba su anécdota de haber “pasado tres días seguidos en el casino”.

“Tuve intentos de quitarme la vida. Empecé jugando ¢1.000 a mis 24 años y poco a poco me fui sumergiendo en el vicio. Llegaba tarde al trabajo, no le prestaba atención a mi familia, pasé hasta cuatro meses sin verlos por el juego”, narra Alicia, una joven de 28 años quien busca diariamente su recuperación a través del programa de Jugadores Anónimos.

Alicia asegura que su dependencia del juego y el aislamiento del entorno era tal que aun cuando no tenía plata para ir a jugar seguía asistiendo al casino “simplemente para sentirme acompañada”.

Por eso, una de las formas de lucha contra esta adicción es la terapia de grupo.

“Esta es una terrible enfermedad que nos devasta. Esta enfermedad no ve estrato social, edad, sexo o nivel académico, arrastra con todo y de forma silenciosa”, sentenció Antonio, un ludópata en recuperación.

El apostador concluyó: “Para el ludópata solo hay cuatro opciones: la locura, la cárcel, la muerte o venir al grupo de Jugadores Anónimos y recuperarse”.