Milenaria ciudad indígena emerge de denso bosque en Turrubares

Mapeo con láser revela secretos únicos de sitio arqueológico habitado entre el 800 y el 1.500 d.C. cerca de río Tárcoles

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Bajo un denso bosque, dentro del Parque Nacional Carara, en Turrubares, se resguarda un sitio arqueológico de gran potencial científico que revela cómo construyeron, trabajaron y vivieron nuestros antepasados en la rivera del río Tárcoles. Por primera vez se pudo escanear desde un helicóptero el lugar, así como obtener en tierra valiosa información sobre aquellos ancestros que vivieron entre habitáculos de piedra y paja y vasijas de cerámica.

Mediante modelos digitales, estudios y excavaciones, coordinados por la arqueóloga Yahaira Núñez y el geólogo Paulo Ruiz, de la Universidad de Costa Rica (UCR), junto con otros investigadores, se pudo documentar el patrón arquitectónico y características del sitio llamado Lomas Entierros, que había sido investigado en 1986 y que, según los nuevos análisis, tiene un diseño muy diferente al de los demás sitios arqueológicos del país.

El asentamiento tuvo una larga historia de ocupación y crecimiento que alcanzó su punto más alto en la última fase de ocupación, luego del año 800 después de Cristo. La densidad de la cerámica a lo largo del tiempo, demuestra que el sitio fue intensamente ocupado.

Se trata de unas lomas de más de cinco hectáreas, donde floreció una población que forjó un centro primario en la subregión del Pacífico central. El lugar es parte de un sistema de cerros que van desde los 14 hasta los 380 metros sobre el nivel del mar; allí se han realizado muy pocas excavaciones arqueológicas.

En la actualidad, el bosque que esconde y protege Lomas Entierros puede alcanzar alturas de entre 30 y 40 metros con sus árboles de laurel, caoba, roble coralino, cedro, botarrama y almendros, entre otros.

Se estima que el sitio lo construyeron quienes vivieron ahí entre los años 800 y 1.500 después de Cristo, es decir, varios siglos antes de la llegada de los españoles. Estratégicamente, se adaptaron a las condiciones de la topografía natural y usaron la cima de una colina, cerca del río Tárcoles, para fines defensivos y para supervisar el tráfico fluvial.

“Dado que aún no conocemos toda la arquitectura y cuáles pudieron ser viviendas, no tenemos un cálculo claro de población. Muy posiblemente albergaba a miles de personas”, explicó Yahaira Núñez.

Con base en los datos arqueológicos, se pudo colegir que algunos pobladores se dedicaban al trabajo en cerámica, en piedra o en madera. De igual forma, la gran cantidad de metates o piedras de moler descubiertos en las excavaciones sugieren el procesamiento de alimentos a gran escala, incluyendo el maíz. Ciertas herramientas, así como restos botánicos, indican que también se desarrollaron labores de cultivo.

Sus habitantes pertenecían a un grupo hablante de lenguas chibchas. Son poblaciones que comparten un origen común genético y lingüístico, y que se diversificaron con el tiempo. Se distribuyeron por Costa Rica, Panamá, el norte de Colombia, el Caribe de Nicaragua y el Caribe de Honduras. Es posible que fuesen poblaciones antecesoras de los huetares, que los españoles reportaron en este territorio para el siglo XVI.

Aún no se han encontrado evidencias de que fuesen religiosos, pero no se descarta que algunos tuviesen conocimientos sagrados y que pudiesen comunicarse y viajar hacia otros planos de la realidad, tal como ocurrió con otras poblaciones indígenas de nuestro país.

El río Tárcoles era una ruta importante de entrada al Valle Central. En muchos sitios arqueológicos de la cuenca se han hallado materiales de intercambio con Guanacaste y el Pacífico de Nicaragua, por lo que es posible que esta fuese una importante ruta de ingreso de esos objetos.

Dado que el río es navegable en su parte baja, se podría pensar que también fuese utilizado para estos fines en el pasado, además de ser un punto importante para el abastecimiento de recursos alimenticios.

Sitio con novedosa disposición

Escaneo descubre construcciones adaptadas a loma en sociedad precolombina.

FUENTE: Investigación de Paulo Ruiz, Yahaira Núñez y otros.    || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.

El estudio también detalla que se trata de una zona altamente sísmica, lo que pudo haber afectado a las poblaciones precolombinas que allí residían.

No está claro cómo desaparecieron. Es posible que conflictos con poblaciones chorotegas vecinas, tal como reportan las crónicas españolas, hubieran llevado al reacomodo de la población hacia tierras más adentro.

Por encontrarse cerca de la frontera entre las regiones arqueológicas Central y Gran Nicoya, durante el siglo XVI esta fue una zona de conflicto armado entre chorotegas Mangues del Gran Nicoya y huetares de la Región Central, probablemente motivados por el control de la tierra y de importantes rutas comerciales.

La reciente incursión científica en ese asentamiento se pudo realizar gracias a becas de National Geographic, sociedades, fundaciones y universidades, así como a la ayuda de empresas privadas e instituciones públicas como el Museo Nacional y el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).

Asentamiento de renombre regional

Los primeros trabajos arqueológicos realizados a partir de 1986, como parte del Proyecto Arqueológico Pacífico Central, hicieron evidente que Lomas Entierros era un asentamiento primario en la cuenca del río Tárcoles.

La construcción arquitectónica en la cima de un cerro, así como los recurrentes hallazgos de cerámica extranjera del noroeste de nuestro país y del suroeste de Nicaragua constituyen para los especialistas un sello o firma del poder regional de Lomas Entierros.

Les llama la atención que las sociedades jerárquicas alcanzaron un nivel complejo de organización sociopolítica, caracterizado por el sistema de asentamiento en varios niveles, la diferenciación en la forma de enterrar a los muertos, la arquitectura de los centros políticos y una proliferación del comercio de artículos metalúrgicos y cerámica policromada.

Con base en la presencia de arquitectura, elevación y riqueza material, el asentamiento se puede dividir en tres: el sistema de terraza central, el sector norte y el sector sur. El área de terrazas centrales tiene estructuras adosadas y está rodeado por los sectores norte y sur.

La elevación más alta y de mayor diversidad arquitectónica está en el sector norte. Incluye un montículo, terrazas elevadas más pequeñas, cimientos, elementos hundidos y taludes con muros de contención.

También hay pisos de barro y adobe en el noreste que indican la construcción de estructuras bajas y sin adoquines. Ese sector presenta la mayor evidencia de riqueza material representada por objetos de cerámica y de piedra clasificados como de gran valor histórico, lo que refuerza la idea de que esta fue la zona de la clase alta.

Estar en lo alto no solamente les proveía protección, también les permitía controlar el movimiento de bienes y de personas en el territorio. Los españoles en el siglo XVI mencionaron fuertes conflictos entre huetares y chorotegas por el control de territorio y, posiblemente, de las vías por las que circulaban bienes y personas. Lomas Entierros era ideal para avistar a los enemigos y prepararse o anticipar su llegada.

Entre las posibles armas de guerra encontradas está una maza, así como remates de bastón y algunas puntas de proyectil, que también pudieron haber sido empleadas para estos fines o en actividades de caza.

La inclinación tan clara en dos de los flancos de la loma, hace difícil el acceso, por lo que de cierta manera se podría controlar la entrada. Además, hay varios desagües naturales que dificultan el paso. Todos estos son posibles elementos que le permitían protección en caso de conflicto.

Forma de media luna

El eje arquitectónico del sitio tiene algunas terrazas en forma de media luna, con muros de contención de adoquín de 10 a 40 metros de ancho y de 0,5 a 3 metros de alto. Esos espacios fueron utilizados para residencias, entierros y posiblemente agricultura; sin embargo, es necesaria una mayor exposición de las estructuras internas para comprender sus funciones específicas, dice la experta Yahaira Núñez.

En la base de la última terraza se encuentra un montículo alargado y parte de una calzada. A los lados se encuentran terrazas adicionales y elevaciones naturales delimitadas con muros de adoquines.

El diseño de Lomas Entierros, junto con la distribución de objetos materiales que indican riqueza, deja ver que se usaron otros factores, además de una fuerte inversión en arquitectura, para definir la ubicación de las élites.

Para los investigadores, la cantidad de vasijas de servicio, junto con la identificación de sustancias alimenticias restringidas en ellas, sugieren que en el sector norte hubo consumo de alimentos en forma de banquetes.

Esta área también presentó mucha producción de herramientas, la mayoría de ellas con piedra marmoleada conocida como jaspe, de colores verde y rojo, que no estaban disponibles localmente.

El sector sur corresponde a la periferia. Tiene menor densidad y diversidad en arquitectura de adoquín. Se notan más obras de barro quemado y pisos de barro. Los restos materiales sugieren estructuras construidas con bienes perecederos. En este sector, las terrazas de adoquines son más pequeñas y a veces delimitan elevaciones naturales.

Hacia el este de la estructura hay un cimiento circular. Debajo del piso se documentó una tumba que contenía entierros articulados con ofrendas que incluían cerámica importada, hachas simples y bifaciales, colgantes de hueso tallado, un fragmento de un incisivo de saíno, y dos molares de tepezcuintle.

Zona protegida

El director de Áreas de Conservación del Sinac, Rafael Gutiérrez, dice que ese sitio tiene fosas de entierros que lamentablemente fueron alteradas antes de que se declarara la zona como Parque Nacional, en los años 70′s.

“Aún quedan vestigios de las tumbas. Esa finca era de Fernando Castro Cervantes y obviamente él tenía cuidadores, pero había grandes sectores de bosque que no trabajó y desde esa época había vandalismo. Era una finca de ganadería y de árboles del bosque húmedo en transición al seco”, señaló Gutiérrez.

Destacó que en la actualidad el sitio está protegido, porque es parte del Parque Nacional Carara y no hay acceso para visitantes en ese sector. Se mantiene en el estado en que se encontró. “No es de visitación, porque no está acondicionado como tal. La recomendación del Museo Nacional por ahora es mantenerlo cerrado, pues aún no hay forma de darle la mejor protección”, detalló.

Agregó que todos esos sitios, como otros que existen en el país, siempre van a ser atractivos para la gente, pero por ahora la idea es que sirva para la investigación y evitar todo tipo de vandalismo.

Tecnología que permitió radiografiar bosque

Con el uso de un helicoṕtero se realizó desde el aire una especie de radiografía del sitio, mediante la detección y rango de imágenes láser, conocida como Lidar por sus siglas en inglés, (Laser Imaging Detection and Ranging).

El sobrevuelo con el escáner en su máxima resolución permitió mapear la distribución y características de las construcciones a lo largo de la colina cubierta por un denso bosque.

Según el geólogo Paulo Ruiz, las imágenes recolectadas fueron suficientes para determinar y diferenciar estructuras que no se formaron por erosión natural y que, más bien, correspondían a estructuras precolombinas.

“Al procesarlas, pudimos distinguir formas en el terreno que corresponden a construcciones de habitantes precolombinos. Usamos una serie de filtros hasta determinar cambios de pendientes muy abruptas, ángulos muy rectos y formas circulares. Luego, la arqueóloga Yahaira Núñez fue al campo y corroboró que esas estructuras estaban justo donde el radar las captó”, explicó Ruiz.

Según Ruiz, la científica constató la gran precisión con la que el mapa elaborado con ayuda del helicóptero refleja lo que realmente hay en el campo. El sitio estaba previamente referenciado, de modo que con un GPS de campo se indicaba dónde estaba cada una de las construcciones.

La tecnología Lidar ha revolucionado la investigación de sitios arqueológicos en México, Belice y Guatemala, donde la inspección sobre el terreno es limitada y costosa, debido a la cobertura de bosques tropicales.

En Lomas Entierros, esa tecnología facilitó el mapeo de la arquitectura y la ingeniería del paisaje, incluidas terrazas, caminos, canales y otras características antropogénicas, para comprender mejor la organización interna del sitio.

Así se determinó que la arquitectura del lugar incluye cimientos de casas, montículos, terrazas de tamaño variable, elevaciones naturales con muros de contención de adoquines, partes hundidas, drenajes naturales parcialmente cubiertos por adoquines, pisos y paredes de arcilla.

“Fue súper interesante, porque aplicamos la técnica en una rama distinta a la que yo trabajo. Resolvimos un problema y dimos a conocer cómo era ese sitio arqueológico y el potencial que existe para estudiar otros lugares del país Es casi como de ciencia ficción y pudimos hacer algo que antes solo veíamos en documentales”, destacó Ruiz.

Los análisis realizados a partir de los datos duraron como mes y medio y permitieron diferenciar cuáles características del terreno estaban relacionadas con la erosión y cuáles eran por obra humana.

Hay estructuras a nivel del suelo, como carreteras. Hay muros que se elevan por encima del suelo original y construcciones que requieren de la remoción de tierra, como acueductos, dispositivos de retención de agua o caminos hundidos.

Durante la temporada de campo del 2018, se documentaron 67 partes construidas con adoquines, 47 de las cuales fueron rastreadas con una unidad GPS portátil.

Al menos ocho de las 67 estructuras fueron previamente documentadas por los científicos Anayensy Herrera y Felipe Solís en la incursión realizada en 1988, cinco de las cuales fueron mapeadas a mano.

Varias pruebas de excavación reciente evidenciaron otras características arquitectónicas que están bajo tierra y requerirán de más visitas y sobrevuelos en otras direcciones.

La tecnología con láser es un recurso aún subutilizado para el estudio de proyectos arquitectónicos complejos. Se debe a que los costos económicos siguen siendo altos ($1.500 a $2.000 por kilómetro cuadrado), lo cual resulta un impedimento en países como Costa Rica, con presupuestos limitados para estudios arqueológicos.

En el Monumento Nacional Guayabo, en Turrialba, los arqueólogos Jorge Alarcón y Yahaira Núñez estiman que un 70% de lo descubierto todavía está bajo la selva, por lo que la aplicación de esta técnica puede facilitar nuevos trabajos de campo.

Aplicar Lidar con drones resulta un poco más barato, pero un dron con un escáner incorporado vale cerca de $55.000. Un dron gasta menos combustible, pero tarda más que una aeronave, por la velocidad con que se barre el área.

Aún hay incógnitas

Yahaira Núñez, quien desarrolla actualmente una beca posdoctoral en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirma que trabajar en Lomas Entierros le permitió explorar técnicas y métodos novedosos de análisis, así como solventar el reto de trabajar bajo el bosque. “Lo logramos mediante el uso del sistema Lidar, ampliando nuestro panorama y comprensión sobre el sitio”, dijo.

Núñez afirma que quedan muchas preguntas y trabajo por realizar en el sitio, pues aún no se conoce su extensión total ni se ha mapeado toda la arquitectura.

Para establecer la función de algunas terrazas, se requieren mayores excavaciones y la combinación de varios métodos de análisis. ¿Donde sembraba la gente? ¿Hay diferencias entre lo que comían los distintos grupos de la población? ¿El agua debía acarrearse hasta la cima? ¿Qué se daba a cambio por las vasijas durante el trueque? Estas son algunas de las preguntas que están a la espera de respuesta o pendientes de investigación, puntualizó.