Escritor estadounidense Colin Beavan: ‘Lo que es bueno para el ambiente es bueno para la gente’

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El sustento científico es contundente: cientos de estudios demuestran que los efectos del cambio climático y el calentamiento global son devastadores para los ecosistemas de la Tierra, pero también para los seres humanos.

Frente a este panorama tan sombrío, ¿cuán lejos estaría usted dispuesto a llegar con tal de salvar el ambiente?

Colin Beavan era, hasta hace poco, un escritor de libros de historia. Residía en la ciudad de Nueva York y, como muchos estadounidenses, vivía preocupado por ganar más y más dinero para mantener sus hábitos de consumo descontrolado.

Corría el 2006 cuando Beavan comenzó a oír sobre un fenómeno llamado cambio climático. Al enterarse de sus nefastas consecuencias para la humanidad y de lo poco que se estaba haciendo para remediarlo, decidió convertirse en parte de la solución.

Fue cuando se propuso pasar un año bajo un régimen de impacto ambiental mínimo, es decir, en su afán de contribuir con el planeta, tomó acciones que algunos considerarían muy radicales.

En esta cruzada ambientalista Beavan renunció a la televisión, a los ascensores y al uso de medios de transporte con gasolina. Además, involucró a su esposa Michelle y a su pequeña hija Isabella, de 2 años.

Su experimento se vio plasmado en el libro No impact man (2009) y en una película que tiene el mismo nombre.

En el marco de las celebraciones del Día del Ambiente, Beavan está de visita en Costa Rica, invitado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El activista participará hoy en una conferencia (10 a. m.) y en un cineforo (6:30 p. m). organizado por La Nación en la Antigua Aduana.

¿Cuándo fue que usted se dijo: ‘Es hora de tomar acción para salvar el ambiente’?

Eso fue allá por el 2006 y fue una combinación de varios factores. Uno de ellos fue que, un día de enero, cuando se supone que hace frío, vi a varios estudiantes universitarios salir a correr con shorts y camisetas en vez de pesados abrigos. En esa época, también estábamos en medio de la guerra contra Irak; se estaba causando un sufrimiento terrible solo para apoderarse del petróleo. Todo eso me hizo pensar que ya no podía escribir otro libro de historia, sino que más bien debía crear una historia para llamar la atención sobre lo que está pasando en el mundo.

Pasar un año sin televisión, sin usar el ascensor y sin viajar en automóvil pueden ser medidas muy radicales para una sociedad altamente consumista como la estadounidense. ¿Cómo fue su experiencia?

Algunas personas pensaron que lo que hicimos fue radical. Sin embargo, creo que otras realidades son realmente extremas. Por esos días, leí en los periódicos que había mucha expectativa sobre un edificio que se estaba construyendo en Nueva York, pero también leí que en el planeta hay mil millones de personas sin acceso al agua potable. Un mundo que se preocupa más por un nuevo rascacielos que por las necesidades de los seres humanos, es realmente extremo.

¿Cómo fue que escogieron las acciones que usted y su familia emprenderían para reducir el impacto ambiental?

Fue un proyecto por etapas en el que aprendimos mucho en el camino. Primero, pasamos un mes aprendiendo cómo evitar la producción de basura. Después, dejamos de comprar artículos nuevos y decidimos consumir solo alimentos cultivados orgánicamente por productores locales y que se pudieran conseguir en lugares relativamente cercanos. También hicimos nuestra propia huerta casera; nada de comida empacada ni ‘chatarra’.

¿Cómo hacían para desplazarse sin utilizar automóvil, autobuses o trenes subterráneos?

Solo caminábamos o usábamos bicicletas; así íbamos a todo lado.

¿Y cómo se movilizaban si las distancias eran largas?

No íbamos a lugares distantes y tampoco hicimos ningún viaje fuera del país para no usar aviones.

¿Cómo logró deshacerse del plástico cuando prácticamente todos los objetos y productos que nos rodean lo contienen?

En Nueva York, el mayor uso que se da al plástico es para empacar las frutas, y al comprar solo frutas frescas directamente a los productores, no teníamos el problema de los empaques.

¿Podría darnos un ejemplo de cómo lograron reducir el consumo de electricidad?

Los días de verano en Nueva York son muy calientes. Pero, en vez de encender el aire acondicionado para enfriar el apartamento, optamos por salir a refrescarnos nosotros al parque. Mi hija jugaba en la fuente con otros niños.

¿Cuál fue el principal cambio que le trajo esta rutina a su vida?

No sé cómo es en Costa Rica, pero en Nueva York y en Estados Unidos, en general, la gente trabaja 10 horas al día y no tiene tiempo para compartir con las personas que ama. Cuando bajamos el ritmo y empezamos a preparar nuestra propia comida, a cenar en familia y a invitar a amigos, empezamos a redescubrir lo que verdaderamente es importante para nosotros.

¿Qué consejo daría usted a las personas para que reduzcan el impacto ambiental?

Cuando una familia o sociedad decide seguir un estilo de vida respetuoso con el ambiente, hay más oportunidades para que esas personas sean más felices. Lo que es bueno para el ambiente, es bueno para la gente.