Contaminación acústica afecta la vida silvestre

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

San José, California.

Al principio parecían solo problemas que interferían con la salud humana, pero ahora distintos estudios han confirmado que la contaminación acústica y lumínica también está pasando la cuenta a la biodiversidad del planeta.
Las aves están entre las más perjudicadas, según un trabajo publicado en Global Change Biology, presentado en la conferencia de la AAAS en San José, California, en el marco de un seminario sobre el tema.

"Hemos estudiado una variedad de respuestas ecológicas, que van desde cambios en la distribución de las especies, pasando por alteraciones en el comportamiento, hasta trastornos a nivel de la comunidad ecológica, como los que se pueden producir en la relación presa-depredador", explica Clinton Francis, biólogo y profesor asistente del California Polytechnic State University (Calpoly), y autor de la publicación.

Francis ha trabajado en 14 distintas localizaciones de Norteamérica, Europa y el Caribe en los últimos 10 años para llevar a cabo la investigación, que involucró a 308 poblaciones de 183 especies de aves.

El trabajo ha incluido desde bosques hasta orillas de caminos y áreas urbanas.

En el norte del estado de Nuevo México, por ejemplo, midieron el impacto sonoro de las ruidosas máquinas que se emplean para la extracción del gas natural. Según el biólogo, el impacto en todas estas áreas resulta bastante severo ya que la contaminación acústica espanta a la mayoría de las especies y produce una declinación de sus poblaciones.

Algunas especies son muy sensibles al ruido porque causa una disrupción en sus comunicaciones, especialmente las que tienen vocalizaciones de baja frecuencia. En al menos dos especies, como la reinita hornera (Seiurus aurocapillus) y el escribano palustre (Emberiza choeniclus) el ruido complica su canto para atraer a la pareja.

La contaminación acústica también interfiere con el éxito en la caza del zorzal petirrojo (Turdus migratorius) y de la urraca australiana (Cracticus tibicen).

Ambas aves deben concentrarse para localizar el sonido de sus presas (insectos o pequeños mamíferos) y poder capturarlas, pero este resulta enmascarado por el ruido ambiente.

El estudio también arrojó excepciones, destacando los colibríes. "Hay mayor abundancia de ellos en las zonas ruidosas, sus tasas de polinización parecen ser mayores también", dice Francis, lo que podría deberse a que el ruido aleja a sus depredadores.

La contaminación acústica también se ha transformado en un problema para los parques nacionales. Kurt Fristrup, científico del servicio de parques nacionales, cuenta que han desplegado sonómetros en distintas unidades durante los últimos 10 años para determinar cómo el ruido afecta a especies como los roedores, murciélagos y búhos, cuyos oídos son mucho más sensibles que los de los seres humanos.

Otro problema mencionado fue el de la contaminación lumínica. Dave Dominioni, de la U. de Glasgow, contó que algunos petirrojos europeos cantan en la noche porque la iluminación artificial es tan potente que les hace creer que están de día.