El nudo gordiano de la crisis alimentaria

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Ginebra (Tierramérica).Apenas superada la crisis de los alimentos de 2008, el mundo ingresa en otra fase de precios altos. Ahora, la carestía alimentaria estimula la inflación global, sin mencionar su influencia en el malestar político que llegó a grados inquietantes en varios países.

Los precios alcanzaron un récord en diciembre de 2010 respecto de 2008, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Al contrario de lo ocurrido en 2008, un factor fundamental parece estar en juego ahora: el mal tiempo.

El año pasado, las compras a futuro de trigo en Estados Unidos subieron 47% alentadas por una serie de eventos climáticos como la sequía en Rusia y en sus vecinos del Mar Negro. Aunque las restricciones de suministros son el principal culpable de esta crisis, hay otras razones.

El consumo mundial de alimentos es conducido por tres motores: el crecimiento económico, el crecimiento demográfico y las preferencias alimentarias. La más extraordinaria innovación es que el consumo de productos alimenticios es también impulsado por la producción de energía.

Al emplear biocombustibles en nuestros sistemas de transporte estamos echando en ellos maíz, caña de azúcar y otros cultivos comestibles.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la FAO estiman que si continúan las actuales políticas, para 2019 alrededor de 13% de la producción mundial de granos gruesos, 16% de la de aceite vegetal y 35% de la de caña de azúcar se emplearán para fabricar alcohol como carburante vegetal o etanol.

En el ámbito mundial, los ingresos suben y continuarán haciéndolo, aunque en forma desigual. Con el incremento de los ingresos viene el incremento de la demanda.

Por otra parte, las tasas de crecimiento de la población se desaceleran desde hace 30 años y ahora están por debajo de su pico de fines de los años 60. Pero se mantiene un crecimiento firme de la población mundial.

A escala global, las preferencias alimentarias convergen por varias razones, como el aumento del consumo de carne y de productos lácteos, en particular en el mundo en desarrollo.

¿Será capaz la producción mundial de satisfacer esta creciente demanda? Hay tres factores principales de crecimiento de la producción de cereales: la expansión de las áreas agrícolas; el incremento de la frecuencia de los cultivos y las técnicas para intensificar los rendimientos, como la mecanización y el riego, y la biotecnología.

La agricultura también seguirá dependiendo de la fluctuación de los precios del petróleo, cuyo aumento encarece los fertilizantes y la distribución de los productos.

Los factores que influyen en la producción y el consumo están vinculados con el comercio internacional, que equilibra la oferta y la demanda, trasladando productos desde zonas excedentarias a otras deficitarias. Pero cuando este mecanismo se altera por las barreras comerciales, la turbulencia acosa los mercados.

Las restricciones a la exportación juegan un papel importante en las crisis. Hay otras barreras comerciales perjudiciales –los aranceles y los subsidios– que impiden que los alimentos se produzcan donde puede hacerse con más eficiencia. Pero las restricciones a la exportación juegan un papel muy directo en el agravamiento de las crisis.

Las restricciones a la exportación llevan al pánico en los mercados cuando diferentes actores ven que los precios se elevan a velocidades estelares. Esto sucedió durante la explosión de los precios del arroz en 2007-2008, cuando no había ningún desequilibrio fundamental en los mercados. Igualmente, el aumento actual de los cereales tiene mucho que ver con las restricciones a las exportaciones de Rusia y de Ucrania, que fueron golpeados por fuertes sequías.

Esas restricciones tienen una lógica: los Estados que las aplican no quieren que sus poblaciones sufran hambre. De modo que la pregunta es, ¿cuáles son las alternativas? La respuesta puede ser un incentivo a la mayor producción global, más redes de seguridad social, más ayuda alimentaria y posiblemente más reservas de alimentos.

También la Ronda Doha de negociaciones comerciales mundiales puede contribuir a una respuesta a medio y largo plazo a la crisis alimentaria, mediante la remoción de muchas de restricciones y distorsiones que han dañado el panorama de los abastecimientos.

La Ronda de la Organización Mundial del Comercio puede reducir los subsidios de países ricos que, en ciertas materias primas, colocan obstáculos infranqueables a la producción del mundo en desarrollo. El peor tipo de subsidios, el subsidio a las exportaciones, debería ser completamente eliminado. También deberían bajar los aranceles aduaneros, aunque con ciertas flexibilidades, para facilitar el acceso del consumidor a los alimentos.

Junto con estas medidas, necesitamos mayores inversiones en la agricultura. Y en particular debemos preparar nuestro sistema agrícola para enfrentar al inminente cambio climático, del que probablemente seamos testigos. Ello será vital para mejorar el panorama de los abastecimientos.