El ciclo del yo-yo: cuando el peso vive en una montaña rusa

En este círculo intervienen aspectos biológicos, sociales y psicológicos

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Karla Sánchez cenaba abundantemente a las 6 p. m., pero dos horas después volvía a comer en grandes cantidades, pues era una “necesidad” de su cuerpo.

Platos rebosantes de arroz y frijoles, bollos enteros de pan con mantequilla; todo lo que estuviera a la mano servía para calmar su ansiedad de comer a cada rato.

“Para sentirme llena necesitaba tener la comida atravesada en la garganta”, narró la joven de 22 años y vecina de Desamparados.

Karla admite ser adicta a la comida y fue a los 14 años cuando empezó una batalla por deshacerse de los más de 40 kilos de sobrepeso que le valieron burlas y el rechazo de sus compañeros de colegio. En el camino, se ha topado con la frustrante situación de perder muchos kilos para luego recuperarlos, lo que se conoce como el “efecto yo-yo” , en el cual están involucrados factores, biológicos, psicológicos y sociales.

“El efecto yo-yo es producido por las llamadas ‘dietas milagro’ que se caracterizan por una restricción calórica importante; es decir, la persona consume una cantidad de alimentos muy limitada, mucho menos de las calorías que su cuerpo necesita y por esa diferencia se produce pérdida de peso”, explicó la nutricionista Adriana Navarro.

La experta destacó que muchas de las personas que siguen estas dietas restringen su consumo a solo cierto grupo de alimentos y alteran los tiempos de comida, lo que provoca un desequilibrio de nutrientes necesarios.

“Cuando una persona es obesa o tiene problemas para mantener un peso estable, se genera mucha ansiedad y por eso busca alternativas relativamente más sencillas y rápidas para adelgazar.

”Todas estas situaciones provocan un circulo vicioso, de bajar de peso, volver a subirlo incluso más que al inicio”, sostuvo Navarro.

Karla pesa ahora 77 kilos – le falta rebajar 15 para alcanzar su peso ideal– y reconoce que varios descuidos en el pasado le hicieron recuperar todo el peso que tanto le había costado perder.

Otro de los factores que inciden en el control del peso es el metabolismo. “Es muy importante mantener el metabolismo activo. Esto se logra con una alimentación adecuada y equilibrada distribuida en 5 tiempos de comida. El ejercicio es esencial porque el cuerpo humano está diseñado para trabajar, moverse y mantenerse muy activo”, dijo.

Este es el camino que tomó Karla para bajar a 62 kilos: “Camino, practico natación y sigo una rutina en un gimnasio. He recibido mucho apoyo de la gente que me quiere. Cuando siento ansiedad por comer, prefiero frutas”, narró la joven.

De acuerdo con Navarro, los altibajos de peso pueden provocar, a largo plazo, daños como malnutrición, diabetes y arterioesclerosis.

Emociones desbordadas. Si bien cada caso se debe analizar individualmente, un sube y baja de peso podría ser reflejo de un desequilibrio emocional. “Cuando una persona sufre un cambio brusco en su peso, primero hay que descartar condiciones médicas comprobadas, como cáncer, ovarios poliquísticos o problemas de tiroides, pero los trastornos emocionales pueden jugar un papel determinante en el círculo vicioso del yo-yo”, explicó la psicóloga Sarita Álvarez.

“Muchas personas toman la decisión de bajar de peso para sentirse mejor tras experimentar alguna situación particular que les significó una pérdida: una muerte, una separación amorosa, un despido laboral, entre otras. Las personas depresivas y con dificultades para elaborar el proceso de duelo son más propensas a caer en el círculo de subir y bajar de peso debido a que les es complicado manejar sus emociones”, declaró Álvarez.

Agregó que cuando reducir de peso es una meta a corto plazo, asociada a un suceso específico, y no un plan para el resto de la vida, es común caer en el ciclo del “yo-yo”.

“No lograr mantener un peso estable puede resultar muy frustrante y en niveles extremos llevar a una depresión, especialmente si la persona se autovalora en función de cómo se ve y su autoestima depende de exclusivamente de su apariencia física”, sostuvo.

Al igual que la cocaína, la marihuana o el alcohol, la comida puede desencadenar una adicción. “Esto ocurre cuando la comida pierde su dimensión como alimento y se usa como una especie de escudo para lidiar con las emociones”, explicó.