La ecuación del penalti: un poco de físico y mucha psicología

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París

¿Meter el balón en una portería situada a once metros de distancia, con el guardameta como único obstáculo? Una ecuación sencilla de resolver, a condición de tener en cuenta los múltiples factores de la ciencia del penal: estadística, físico y, sobre todo, psicología.

Algunos jugadores pueden verse literalmente paralizados de terror ante una tanda de penales, resume Geir Jordet, experto en psicología en la Escuela Noruega de Ciencias del Deporte, que aconsejó a numerosos ases del balón para preparar este momento crucial de la competición.

"Un jugador me dijo que, cuando estaba en el campo, en lo único que pensaba yendo hacia el punto de penal era en si se vería cómo le temblaban las rodillas por televisión", aseguró Jordet.

Introducido en el reglamento hace 123 años, el penal sigue siendo un momento de estrés intenso, tanto para el que lo tira como para el portero. Desde un estricto punto de vista estadístico, los dos jugadores están sin embargo en pie de desigualdad porque el balón entra por los menos dos de cada tres veces, a menudo más.

Pero la ventaja psicológica es para el guardameta, que no tiene nada que perder. Si la pelota entra, el público lo compadece. Pero si la para, tiene la gloria asegurada, explicó el experto noruego.

Al contrario, "se espera siempre que el jugador marque. Él lo sabe y si fracasa, se convierte en el chivo expiatorio de todo un equipo y de todo un país", agrega.

En esta guerra de nervios, los goleadores alemanes son los más sólidos. La Mannschaft resolvió con éxito las cuatro tandas de penales que disputó en un Mundial. En el otro extremo están los ingleses, eliminados en tres ocasiones en este ejercicio letal.

El trauma de las ingleses es tal que, para el Mundial de 1998, el seleccionador inglés Glenn Hoddle contrató a una "curadora" encargada de disipar los temores del equipo posando sus manos en los hombros de los jugadores.

Cada guardameta tiene, además, sus trucos para aumentar las dudas del adversario. Algunos se divierten haciendo pasos de baile para desconcentrar al tirador. Éste puede verse igualmente influenciado por una camiseta fluorescente o con mangas amplias, o incluso por unos guantes XL, accesorios que hacen parecer más grande al portero y más pequeña la portería.

Según los científicos , el color rojo, asociado al peligro y a la ira, sería el más eficaz para la casaca del portero.

Investigadores holandeses descubrieron por su parte que un guardameta que se descentraba muy ligeramente en su línea de gol --no más de 10 cm-- conduce inconscientemente al tirador a enviar la pelota al lado opuesto, más abierto.

Pero otros datos científicos favorecen al tirador.

Matemáticos de una universidad de Liverpool calcularon que el penalti perfecto tenía que ir a la escuadra a una velocidad comprendida entre los 90 y los 104 km/h, ni más, ni menos. Más rápido, el tirador pierde precisión, más lento, facilita la tarea del portero.

La clave para marcar es sin embargo la repetición del gesto una y otra vez. Una técnica elaborada en Canadá en los años 1990 parece particularmente eficaz: el jugador se condiciona con ayuda de un captor óptico para mantener su mirada fija en las escuadras de la portería, ajeno a los ruidos del estadio y a los gestos parásitos del portero para conseguir una concentración óptima.

Para los que no han revisado bien, siempre queda la tradicional chuleta (o machete, según los países). Como el papelito que llevaba oculto en la media el portero alemán Jens Lehmann en 2006, en el que figuraban las preferencias de cada jugador argentina a la hora de tirar los penales (abajo a la izquierda, arriba a la derecha, etc.).