4.000 bombillas encendieron la Navidad en San José

Juego de pólvora contó con 8.000 detonaciones en 5 diferentes puntos

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El fervor navideño se encendió anoche en miles de corazones costarricenses que participaron de la tradicional iluminación de la fachada del Museo de los Niños.

Recién nacidos en sus coches, niños, adultos, mujeres embarazadas y abuelitos se sumaron a esta fiesta luminosa, que se celebra sin falta desde hace 13 años.

Los visitantes se agolparon entre calle 4, avenida 9 y mucho más allá. Los organizadores esperaban a 12.000 personas, pero sus cálculos se quedaron cortos esta vez.

Ilusionados con la idea de pasar una mágica noche, los asistentes soportaron espacios reducidos, lucharon por conseguir “un buen campo” y aguantaron horas de pie.

“Mucha caminada y muy peligroso por aquí. Vimos policías, pero muy pocos”, comentó Daniel Méndez, a pesar de que la organización dedicó 200 oficiales para resguardar a los asistentes.

En compañía de Juliana López, su esposa, y de su hijo Mateo, un bebé todavía de brazos, este vecino de Moravia llegó desde las 6 p. m. y logró encontrar buen campo.

Esta fue la primera vez que sus ojillos presenciaron la iluminación del museo: “Venimos por Mateo. Cuando uno tiene hijos se le vuelve a encender esa llamita de ilusión por la Navidad”, contó López.

El sacrificio valió la pena para esta familia moraviana y para muchas otras, pues el espectáculo empezó puntual a las 6:30 p. m.

Los asistentes fueron sorprendidos con una obra de teatro en la que el amargado y cochino de Mugrón quería arruinar la Navidad.

Pero el espíritu navideño pudo más y Museíto y Museíta, figuras emblemáticas del Centro Costarricense de la Ciencia y la Cultura (como también se conoce al Museo) le enseñaron que “El amor sobre todas las cosas” es lo más importante en esta época navideña.

No fue fácil que Mugrón entendiera, por eso los simpáticos personajes pidieron ayuda al invitado especial de la noche: el cantante de música religiosa Martín Valverde.

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A una sola voz, los presentes contaron en forma regresiva desde el 10 al uno hasta que se encendieron las 4.000 bombillas.

La fiesta se aderezó con 8.000 detonaciones de juegos de pólvora que tiñeron de verde, amarillo y azul el cielo josefino.

Los presentes no salían del asombro frente aquella fiesta multicolor. Mientras que incrédulos, los más pequeños señalaban hacia arriba con la boca abierta, sus padres presurosos tomaban fotos con sus celulares.

Tras la última detonación, el gentío comenzó a dispersarse y algunos como William Rodríguez exclamaron que la fiesta “fue elegante y a la altura”.