El belicoso Donald Trump se estrella contra la libertad de expresión

El presidente se quedó solo en su pulso contra la CNN y, al final, la Casa Blanca tuvo que devolver la credencial a Jim Acosta

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“Cuando reporta noticias falsas, lo que CNN hace mucho, usted es el enemigo del pueblo” , le espetó el presidente Donald Trump al corresponsal de CNN en la Casa Blanca, Jim Acosta.

En esa frase hay dos acusaciones que el magnate inmobiliario ha mantenido como una constante contra los medios de comunicación de Estados Unidos: divulgan noticias falsas para afectar su administración y se han constituido, por ende, en enemigos de la sociedad.

El periodismo no es el único, sino más bien otro, de los sectores a los cuales Trump define como adversarios, más allá de los clásicos que pueden esperar y entenderse en una democracia: los partidos políticos, por ejemplo.

El sistema judicial se ha convertido en las últimas semanas en otro blanco de la ira del mandatario, de la cual tampoco escapan quienes están sus despachos a un océano Atlántico de distancia. Si no, pregúntenle a Theresa May, Ángela Merkel y Emmanuel Macron. ¡Y eso que dirigen países amigos y aliados de Washington!

Pero, vamos por partes, para tratar de entender al iracundo ocupante de la Casa Blanca.

El mundo ‘ad hoc’

Lo primero es que hay que recordar que Donald Trump viene del mundo de los negocios y, en su caso, de encabezar un emporio inmobiliario donde él fue la cabeza (mientras sea presidente puso esos asuntos en manos de sus hijos).

Tras llegar a la residencia del 1600 de la avenida Pensilvania en Washington, se ha ido percatando que gobernar un país (y no cualquiera, sino el más poderoso del mundo) es mucho más complejo que decidir sobre los negocios de la familia, en los cuales su poder de discreción es muy amplio.

Así, Trump ha chocado inclusive con el Partido Republicano que lo llevó a la Presidencia y ha sostenido ásperas discusiones con prominentes figuras (recuérdense los intercambios verbales con el fallecido senador John McCain, quien frustró sus planes de traerse abajo la reforma al sistema de salud u Obamacare).

Tampoco han faltado sus descalificaciones a miembros del gabinete, de la cual la más sonada fueron las críticas en público a Jeff Sessions, secretario de Justicia que terminó renunciando, ¡por fin!, a principios de noviembre.

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Otro de sus blancos es el fiscal especial Robert Mueller que investiga la posible colusión entre su equipo de campaña y los rusos que interfirieron en las elecciones de noviembre del 2016. Trump ha arremetido tanto contra Mueller como contra la investigación en sí, y es conocido que no le han faltado ganas de destituirlo. Si no lo ha hecho es porque sus más cercanos asesores de la Casa Blanca (y también desde las filas republicanas) le han advertido sobre el riesgo de tal movida.

Los ejemplos que les he mencionado me llevan a concluir que el problema no son los otros, sino que Trump, todopoderoso como businessman, se encuentra frente a un mundo que no está a su medida (ad hoc), pero que él desearía que fuese así, sin contrapesos.

Si no, tengan en cuenta su furia por los fallos judiciales que han frenado medidas como la eliminación del programa DACA de protección para inmigrantes jóvenes (dreamers) y la restricción al derecho de solicitud de asilo para inmigrantes que hubiesen ingresado ilegalmente a Estados Unidos. ¡Justicia politizada! por jueces pro-Obama, proclamó el miércoles 21 de noviembre del 2018 y un día después reclamaba la sujeción de los tribunales a su administración en materia de seguridad fronteriza.

Como ven, el mundo no está hecho a la medida del presidente.

Las ‘fake news’ de Trump

En esa cosmovisión, los medios no se libran de su ‘culpa’.

El presidente ha sido posiblemente el más prominente difusor del concepto de fake news (noticias falsas), que empezó a tomar relevancia precisamente a partir de la campaña del 2016.

¿Qué son las fake news en la jerga trumpista? La respuesta es sencilla: toda información periodística que no le agrade al mandatario. Y en esta línea, el periodismo cuestionador ingresa en una especie de lista negra.

Peor todavía, pasa a formar parte de lo que el gobernante califica como “enemigos del pueblo”, en última instancia responsables de la profunda división social y política en los “Estados Desunidos”, la cual quedó muy bien reflejada en las recientes elecciones de medio periodo.

El enfrentamiento con la cadena de noticias CNN, uno de los medios malqueridos por el presidente, que llevó a la Casa Blanca a retirar la credencial del corresponsal Jim Acosta, se enmarca dentro de esa batalla que Trump libra contra esos enemigos.

En el incidente en una conferencia de prensa en la sede gubernamental, Trump no dejó pasar la oportunidad para enrostrarle a la CNN ser difusora de “noticias falsas”, pero esta vez la maniobra tuvo un desenlace negativo para su administración.

Esta se quedó sola en su reclamo de irrespeto que achacó al periodista: había muchos testigos que vieron y grabaron el altercado, y la Casa Blanca dio un paso en falso cuando reveló un video editado (ad hoc) para trasladar la prueba de culpabilidad a Acosta. La soledad fue tal que inclusive otra cadena informativa, Fox News, que usualmente se alinea con los planteamientos de Trump, esta vez tomó partido en favor de CNN.

Luego vino la orden cautelar del juez federal Timothy Kelly, quien ordenó la devolución del carné a Acosta mientras resolvía el fondo de una demanda de CNN contra la medida.

La Casa Blanca prefirió no esperar el pronunciamiento definitivo y optó por no jugársela con un resultado adverso.

La demanda apelaba a la protección que contempla la Primera Enmienda de la Constitución, que garantiza las libertades de expresión, de prensa, de libertad de culto y de libre reunión, entre otras. También consideraba que la sanción a Acosta violaba la Quinta Enmienda, la cual tutela el derecho al debido proceso.

“La decisión (del juez) reafirma que nadie, ni siquiera el presidente, está por encima de la ley”, destacó la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, en inglés).

El Instituto Knight de la Primera Enmienda, con sede en Nueva York, puso de relieve la trascendencia del fallo provisional. "La Primera Enmienda impide que la Casa Blanca prohíba selectivamente el acceso basándose en el punto de vista de un periodista”, opinó el director ejecutivo de la institución, Jameel Jaffer.

La Casa Blanca sostenía que discriminar sobre la presencia de periodistas no reñía con la Primera Enmienda. En vez de pelear con este argumento en el tribunal federal, tomó el atajo de desistir de la sanción.

Punto para la libertad de expresión.

Y punto final por hoy.