Bots y troles: ¿cómo ha “evolucionado” su rol en las campañas de desinformación?

Así han evolucionado las estrategias de desinformación a través de bots y trolles en los últimos dos años, que cada vez más gobiernos, partidos políticos y otros grupos ideológicos las utilizan.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Aunque en los últimos años el público ha aprendido a identificar información falsa y las redes sociales desarrollado algoritmos para cerrar cuentas falsas, quienes se dedican a desinformar han creado nuevas estrategias y las campañas de desinformación van en aumento.

Un reciente estudio de la Universidad de Oxford (“El Orden Global de Desinformación”) muestra la evolución de algunas de esas estrategias en los últimos dos años y cómo cada vez más gobiernos, partidos políticos y otros grupos ideológicos las utilizan:

- Bots y troles llaman refuerzos

Es sabido que las campañas de desinformación se valen de bots (cuentas automatizadas en redes sociales) y troles para distribuir supuestas noticias, anuncios, memes, “deep fakes” (videos y audios alterados digitalmente), profecías y teorías de conspiración.

Sin embargo, para hacerlos más difíciles de detectar, ya no solo se utilizan bots o troles “profesionales” sino también personas reales. Estas dedican solo una parte de su tiempo en redes a promover propaganda y a simple vista son difíciles de identificar como bots o troles.

Por ejemplo, Rusia, Israel, Azerbaiyán y otros países contratan estudiantes para promocionar opiniones favorables al gobierno. Además, algunos gobiernos utilizan cuentas robadas o hackeadas para promover desinformación sin que los verdaderos dueños se den cuenta o puedan hacer algo al respecto mientras recuperan el control de sus cuentas.

En otros casos se ha observado coordinación formal entre gobiernos y grupos dedicados a promover ideas extremas en Internet (por ej., grupos dedicados a atacar los derechos humanos o a difundir discursos de odio de tipo racista, sexista, xenofóbico, etc. o contra la oposición).

También es cada vez más común ver cuentas oficiales (de entidades de gobierno o partidos políticos) promover desinformación, bajo el supuesto de que es más difícil que una red social suspenda o cierre cuentas oficiales.

- Los humanos que actúan como bots

Aunque el informe de Oxford no lo menciona, vale agregar que paralelamente se ha empezado a observar un tendencia inversa en la que personas reales actúan como bots, aunque nadie les paga ni coordina con ellas para que publiquen información falsa.

Ejemplo de esto son cuentas que Facebook recientemente identificó como supuestos bots rusos dedicados a promover desinformación política de corte conservador en Estados Unidos.

Sin embargo, resultó que se trata de personas reales que voluntariamente dedican hasta 14 horas diarias a promover desinformación falsa que encuentran en línea y que es compatible con sus posiciones ideológicas.

Estos usuarios están conscientes que su comportamiento viola algunas políticas de redes sociales como Facebook y Twitter, por lo que han aprendido a tomar medidas (por ejemplo, no publicar más de cierto número de mensajes en un mismo día) para evitar ser detectados.

- Desinformar y silenciar, dos caras de la misma moneda

Junto con la tarea de diseminar desinformación e instigar la polarización política y división social, los bots y troles se dedican de forma cada vez más sistemática a tratar de silenciar a quienes desmienten los datos falsos o promueven posiciones políticas distintas a las suyas (particularmente opositores políticos, disidentes ideológicos y periodistas).

Una estrategia común es participar en discusiones en redes sociales para distraer la atención hacia otros temas mediante ataques que buscan ridiculizar al oponente que desean silenciar y/o utilizando memes, noticias falsas, supuestas conspiraciones, etc. Estos últimos, además, tienden a ser amplificados por los algoritmos de redes sociales, los cuales dan mayor exposición a contenidos escandalosos o compartidos por más cuentas (aún si estas son falsas).

Estas estrategias a menudo incluyen acoso cibernético, amenazas y quejas masivas malintencionadas (esto ocurre cuando muchas cuentas denuncian a otra cuenta para que la red social la suspenda o cierre simplemente por estar en desacuerdo con sus posiciones).

El informe de la Universidad de Oxford considera que estas últimas estrategias se han convertido en una forma de “censura” y una “amenaza a los derechos humanos fundamentales”, como la libertad de expresión. Se trata de una amenaza creciente: En 2018, los gobiernos de 27 países utilizaron ese tipo de ataque y en 2019 ese número aumentó a 47 países.

A esos intentos de suprimir la libertad de expresión de las personas en Internet por parte de gobiernos y partidos políticos deben sumarse otros intentos similares pero aún más comunes por parte de diversos grupos, particularmente los dedicados a promover ciertas ideologías extremistas.

En general, las campañas de desinformación por parte de gobiernos y/o partidos políticos se están esparciendo rápidamente por el mundo de la mano de la popularización de las tecnologías de información. En 2019, se registraron en 70 países (en los cuales el gobierno o al menos un partido político usó desinformación), comparado con 48 países en 2018 y 28 países en 2017.

El informe de Oxford concluye con la pregunta de si las redes sociales están creando un espacio para el debate democrático o más bien amplificando contenido que mantiene a los ciudadanos desinformados y enojados. La respuesta es que ambas cosas son posibles, pero es igual de importante preguntarse si los ciudadanos están cumpliendo con su deber de informarse responsablemente y si no qué hacer al respecto.