"¡Qué mae más playo!": hablemos de masculinidades

Si, como a mí, el tema de la construcción de masculinidades le interesa, no puede dejar de ir al Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) a ver la muestra "Mil y un hombres".

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"¡Parece una vieja!", "¡Qué mae más playo!", "Ese no es un hombre, es una loca"... ¿Ha escuchado -o peor- dicho, alguna de estas frases?

Probablemente.

Lo masculino no puede definirse como lo opuesto a lo femenino. Pero así se ha definido.

Todos los días, la vida es un ensayo de roles sociales: desde que nacemos, nos dicen qué es ser hombre y qué es ser mujer. Y no solo eso. Nos imponen cómo serlo correctamente.

Un hombre no llora, no expresa sentimientos, no puede ser débil. ¡Jamás debe acercarse a lo femenino!

Cómo se sienta una mujer, cómo se tiene que expresar un hombre... Todas son normatividades que imponen al cuerpo comportamientos que cambian de cultura a cultura y de época a época.

Cuando estamos en la calle, nuestros cuerpos se comportan de cierta manera, porque estamos acostumbrados a seguir convenciones que tienen que ver no con lo biológico, sino con lo cultural.

El tema de cómo asumimos nuestras masculinidades y feminidades es importante. Lo es porque de allí vienen los estereotipos, el machismo y las heridas permanentes para aquellos que no encajan dentro de la norma social.

Si, como a mí, este tema le interesa, no puede dejar de ir al Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) a ver la muestra "Mil y un hombres".

Giorgio Timms, Jorge Albán y Jaime David Tischler, con la visión de la curadora Adriana Collado, exponen sus obras fotográficas en torno a la masculinidad en tres ejes temáticos: la relación del cuerpo y el espacio público, los arquetipos masculinos y una descripción más íntima de cómo cada artista ha vivido, sufrido y configurado su propia masculinidad.

El concepto de hombre se ha construido históricamente en oposición de lo que es una mujer. Este tratamiento de "polos opuestos" ha llevado a categorizar ideas que siempre van a ser culturales, de cuáles son los atributos correctos de lo masculino y lo femenino. De ahí la razón de que vivamos en sociedades machistas y que sea tan difícil cambiar el chip.

Cotidianamente, la masculinidad se hace en convivencia. Se trata de cómo reacciono yo ante lo que me rodea.

La muestra es una aproximación al trabajo de estos tres fotógrafos que, desde los años 80, han sido pioneros en la representación de masculinidades. Su mérito es que comenzaron a retratarlas desde otra perspectiva.

¿Es lo suficientemente hombre?

Las diferentes masculinidades han existido siempre y tienen derecho a existir, pero nos ha costado reconocerlo.

Hay quienes dirán que un homosexual no es un hombre. Se equivocan. Lo es, pero asume de otra manera su sexualidad y su masculinidad. Una parte de la muestra contrapone la vestimenta de los hombres en las procesiones de Semana Santa con la vestimenta de los asistentes a las marchas de orgullo gay. Lo sorprendente es que en ocasiones se parecen.

Hay comunidades que, históricamente, han sufrido la imposición de una masculinidad hegemónica y han podido revelarse contra ella. Un ejemplo claro son las marchas del orgullo LGBTI. El espacio público es el lugar para reclamar derechos y así lo han hecho todos los grupos minoritarios en su momento. También a las mujeres nos ha tocado tomar las calles.

Los comportamientos también son parámetro. Un hombre que admite, por ejemplo, estar enamorado de una mujer y cantarle una canción o escribirle un poema, probablemente será castigado por otros hombres, que lo llamarán sometido y le dirán que no es suficientemente masculino. Es decir, que se comporta de manera femenina.

Ser papá, pero bien macho

La paternidad responsable es, a veces, también cuestionada. Lo acostumbrado es que el hombre no tenga que ver con la crianza de los hijos, porque para ello debe mostrar su sensibilidad. Para eso está la mujer.

El papá le enseña al niño a ser "bien varón". Algunos retratos de la cotidianidad de San José lo reflejan: una foto muestra a un niño pequeño, agarrado de la mano de su papá, ambos visten la camiseta del equipo al que el padre apoya y se dirigen al estadio.

El niño debe vestir de cierta forma, caminar de cierta forma, gustar de los deportes y de cierto tipo de deportes (porque unos se clasifican como más masculinos que otros), ir a ciertos lugares y comportarse como un macho.

En lo personal, me ha tocado ver a un padre acosar a mujeres en la calle mientras camina con su hijo. Una forma más de imponer la masculinidad hegemónica: mostrarle a un niño que es dueño del cuerpo de las mujeres, por haber nacido hombre.

Sin duda, el espacio público es un pulso en el que nos vamos moldeando socialmente.

Una de mis piezas favoritas de la muestra es de Jorge Albán: él traspasó algunas fotografías a la superficie de chatarras de carros.

Los carros se suelen asociar con la hombría, la potencia, lo masculino. Las piezas que usó son de carros chocados; una representación de masculinidad fracturada, venida a menos.

Sobre el material, Albán recrea una especie de nicho, que simbólicamente es un pequeño vientre y lo plasma sobre el símbolo de la masculinidad y de la virilidad occidental, que es el carro.

Se retrata desnudo, con su hija desnuda en los regazos como símbolo del amor, para contraponer la reacción que nos han instalado, de que una niña desnuda en los regazos de un hombre desnudo representa peligro. Esta es una reacción que nos ha instalado la sociedad patriarcal: a la masculinidad no se le atribuye el amor filial que sí se atribuye a la madre. Se da por entendido que las madres no agrederán a los hijos porque en nuestra cultura, la del cuido cristiano, la figura de la Madonna con el niño representa la ternura absoluta.

Alban desafía lo que espera la sociedad de los padres: se niega a retratase como dice la sociedad y se fotografía como occidente iconográficamente retrata al amor, pero con los géneros invertidos: un hombre en lugar de una mujer y una niña en lugar del niño Jesús.

Esto nos lleva a reflexionar sobre otro punto: se tiende a pensar que un hombre desnudo es peligroso. Esto es otra concepción que nos han instalado, que los hombres son arrebatados en su sexualidad y las mujeres somos sumisas. En la muestra, cuestionan esa percepción y muestran a un hombre cariñoso, que ama a su hija.

En nuestro día a día, las cosas que nos imaginamos de los hombres y las mujeres nos llevan a los estereotipos. Imaginarnos cosas nuevas de esos hombres y de esas mujeres nos pueden llevar a romper esos estereotipos.

La construcción de identidades de género masculinas nos es impuesta y la muestra "Mil y un hombres" es un espacio idóneo para reflexionar al respecto.

¿Dónde? MADC, Salas 2, 3 y 4 del Centro Nacional de la Cultura. Avenida 3, calle 15. San José,

¿Cuándo? Hasta el 29 de julio

¿A qué hora? Martes a Sábado 9:30 a.m. – 5:00 p.m.

Contacto: 2257 7202 / 2257 9370