Waston y su largo viaje con escala en Vietnam

El defensor vivió momentos amargos antes de revitalizar su carrera y convertirse en baluarte de la Sele.

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Estaba solo. La cabeza le daba miles de vueltas. Lamentaba su decisión, tal vez hasta cuestionaba su talento. “¿Qué diablos hago aquí?”

Vietnam es un gran destino turístico. Bella naturaleza, mucha riqueza cultural. Las fotografías señalan que el delta de Mekong y la bahía Halong son impresionantes. Los libros de historia cuentan que las ciudades de Ho Chi Minh y Hanoi poseen un bagaje enorme. Pero el fútbol en este pequeño país del Sureste de Asia es poco, por no decir nulo.

Kendall Waston es un futbolista costarricense. Uno de los buenos. Es seleccionado nacional y hace tan solo unos meses logró anotar en una Copa del Mundo. En lo más recientes amistosos también sacudió la red y ante rivales con cartel.

Es zaguero, tiene 30 años y mide 1.98. Es fornido como un castillo. De piel oscura como el cobalto, material del que podría construirse ese castillo. Es la definición de fortaleza y atleticismo, por lo que es difícil imaginárselo frágil en una habitación de un pequeño hotel de Vietnam, lugar al que viajó en el 2009, para sondear si era un acierto integrarse al Hoa Phat FC y así mantener a flote una carrera futbolística que se hundía sin haber zarpado.

“En ese momento yo no estaba jugando en Saprissa (el club de más títulos en Costa Rica). No entraba ni al minuto de silencio. Y apenas ganaba 200.000 colones (unos $400, en aquel momento). Mi representante me planteó la oferta y me dijo que me ofrecían $11.000 al mes, más premios. Imagínese mi reacción. Pensé que en ocho meses ya podía comprarme una casa”, expresó Waston hace un tiempo, en una entrevista exclusiva para este reportaje, el cual no había visto la luz.

En aquel entonces tenía 21 años. Podía ya tener la estatura de un gigante, pero apenas dejaba de ser un muchacho, uno desesperado por jugar fútbol y ojalá hacerlo en el extranjero. Así fuese a un nivel muy inferior que el costarricense.

“Por suerte, solicité ir a conocer el lugar primero, porque todo me lo estaban pintando lindísimo y no podía ser tan así (…). Y la verdad allá la experiencia fue horrible. Los lugares por donde anduve eran feos, lo que me hablaron del equipo no era cierto. Hasta el hotel olía mal y estaba lleno de telarañas. Todo era un desastre”.

La realidad del fútbol en Costa Rica es complicada. Cuesta vivir únicamente de este deporte. Ni qué decir de cualquier otro, si se analiza que aproximadamente un 90% del apoyo comercial e informativo se destina al balompié.

De los 12 equipos de la Primera División, posiblemente solo tres pagan lo suficientemente bien para despreocuparse por lo demás. Y eso es solo mientras dure la carrera. Muchos jugadores tratan de buscar, paralelamente, otros ingresos en actividades varias que pueden ir desde trabajos manuales hasta conducir un taxi o, ahora, “un Uber”. Otros, por suerte bastantes, persiguen una carrera universitaria.

Son contados con los dedos de una mano los que se harán millonarios jugando en territorio tico. Así es la economía de un país tercermundista.

Del archivo:

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Todos los que alguna vez patearon una pelota sabrán que en la infancia el fútbol es puro romanticismo. Ser profesional y ojalá vestir la camiseta solamente del club del que se es hincha. Únicamente cambiar de escenario para emigrar a Europa y ser la estrella de un equipo de los catalogados top. En los billetes nadie piensa, ya que lo que importa es tener la opción de correr en libertad por esa verde pradera de 110 x 75.

Pero el paso de los años tiene la cualidad de hacer aterrizar las ilusiones. De ponerles cadenas. De dejar claro que lo de Keylor Navas es un milagro. En la práctica, el sostener una familia y el tener un hogar propio no se logra con sueños, sino con dinero.

Donde sea. El imaginario colectivo en el gremio, entonces, dicta que esos cheques un poco más rellenos, con los cuales mejorará la calidad de vida pero no el talento deportivo, están afuera. Donde sea. Hasta en Vietnam. O en India, como alguna vez lo hizo Christian Lagos. O en Tailandia, como lo hicieron Yendrick Ruiz y José Luis Cordero. O ahora en Bangladesh, como el también mundialista Daniel Colindres. Y sin querer arrojarle el mal de ojo al excapitán morado, ninguna de esas historias tuvo un final feliz.

En el caso espec;ifico de Waston, él no estuvo ni una semana en Vietnam. La estadía fue un fracaso. Por él mismo, por el club, por el lugar en el que estaba.

“Los primeros días me dije que tenía que aguantar el año que duraría el contrato para ahorrar el dinero. Que después volvería con más tranquilidad a buscar un equipo en Costa Rica. Que no podía ser tan débil. Luego comencé a volverme loco. Debía de estar 15 días y no aguanté”.

Sin embargo, la vida le puso más pruebas enfrente, tal como los tres meses a préstamo a los que se sometió, en el 2010, en el Bayamón FC de Puerto Rico, otro país sin renombre futbolístico.

“Cuando volví no sabía para adónde iba mi carrera, ni adónde iba a parar. Fueron momentos difíciles”, comentó.

Pero el universo tiene curiosas formas de retribuir la paciencia, quizás hasta de recompensar la fe. Tras su regreso de la isla caribeña, con más dudas que certezas, Waston no renunció. Remó, luchó, mejoró. Así obtuvo regularidad en equipos no tradicionales de Costa Rica, como la UCR y Pérez Zeledón, hasta volver al Saprissa, la mayor vitrina en el país. Las ofertas comenzaron a tocar la puerta y ya no al contrario.

Apostó por la MLS de los Estados Unidos y desde el 2014 es figura del Vancouver Whitecaps, donde es catalogado uno de los jugadores más completos, tanto por su habilidad para defender, como para marcar goles en el balón parado. Vaya si este es un relato de superación.

Y hoy busca un nuevo destino, porque sabe que está para más.

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Este texto es parte de un reportaje que se llamó Desesperados por salir, el cual nunca vio la luz.
Los constantes goles y buenos partidos de Kendall Waston con la Selección me dieron la oportunidad de sacarlo del baúl.
Hace un tiempo, en una historia de total estupidez, de esas que uno critica en redes sociales, me dejé estafar por un supuesto representante de una revista internacional llamada El Escorpión, que publicaría el reportaje, pero al final solo me sacó dinero y horas de trabajo. Pero mejor no hablemos de esa fatal novatada.
Originalmente el texto se basaba en cómo cuatro jugadores costarricenses emigraron a destinos futbolísticos poco retadores por cumplir obstinadamente el sueño de jugar afuera, donde sea, y así ganar un poco más de dinero. Sin embargo, por actualidad, se editó y se circunscribió exclusivamente al caso de Waston.
Espero aun así les haya gustado.