La silla caliente

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A propósito de la remoción en pleno de la Directiva de Bancrédito, que se anunció el martes pasado, recordé la anécdota de un conocido vinculado al sector financiero. Decía que, cierta vez, un jefe de departamento en un banco privado rendía informe a los miembros de la junta directiva sobre la evolución de la cartera de crédito. Llevaba sus filminas atestadas de gráficos y razones financieras para respaldar la “inmaculada” gestión de su departamento.

Sin embargo, en algún punto de la exposición, el presidente de la junta lo interrumpió para preguntar más detalles sobre un dato; era un solitario número entre muchos, que de no ser por la intervención del directivo habría pasado desapercibido. Luego, el presidente lanzó una batería de preguntas y repreguntas al acongojado empleado, hasta llegar a una inconsistencia en la información que abría un riesgo potencial.

Como se aprecia, el rol del presidente de un banco, y el del resto de los directores, no es el de escucha pasivo que se sienta todas las semanas a tomar café y cobrar dietas. Ocupar una silla en el consejo de una entidad financiera confiere enormes responsabilidades de cara a los depositantes, en primer lugar, y de los accionistas, después.

Esta anécdota es un ejemplo de cómo el consejo de administración o junta directiva tiene que estar capacitado en su conjunto para supervisar el cumplimiento de los objetivos estratégicos y los planes de riesgo. Si el presidente de este banco privado hubiera carecido del conocimiento de la materia y aplomo posiblemente el yerro de la jefatura habría pasado por alto.

La seriedad con la que planteo la importancia de una junta directiva no es antojadiza. Así lo hacen los principios de gobierno corporativo incluidos en los acuerdos de Basilea, grupo de recomendaciones utilizado como base para legislar y regular bancos en todo el mundo.

A la cabeza de estos lineamientos está la responsabilidad de los miembros de la junta directiva de estar calificados para su función, tener conciencia de su rol y demostrar un criterio sólido y equilibrado en sus decisiones.

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En Bancrédito, y cualquier otro banco, la responsabilidad de la estrategia de negocio, de la solvencia financiera, de nombrar a la alta gerencia, de la organización interna y la gestión del riesgo es de la junta directiva.

Por ello, la decisión del Ejecutivo de remover la Directiva era de esperarse; quizás se esperó de más. Era necesaria desde hace tiempo porque a lo interno el Banco se volvió inmanejable desde hace rato y para muestra, el mismo exdirectivo Jean Jacques Oguilve, quien fungió como vicepresidente, y anteriormente como su presidente, manifestó a La Nación que en el pasado él mismo planteó varias veces la salida del gerente general, pero su pedido no encontró eco entre sus compañeros. También aseveró que la entidad tiene una estructura gerencial deficiente.

Aunque el ministro de la Presidencia Sergio Alfaro evitó el martes sentar la responsabilidad de la situación de Bancrédito en los anteriores miembros de la Junta, existe un amplio andamiaje de normativa internacional y local, en materia de gobierno corporativo, que sostiene lo contrario. Cualquier persona que ostente un puesto en un directorio bancario debe tener eso claro antes de aceptar el cargo.