Zapping: La terapia de shock de Geovanni Bulgarelli

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Fernando Berrocal es hoy el proctólogo de la política costarricense: a él lo que le interesan son los traseros –el suyo, el mío, el de todos–, y promete defenderlos de todos aquellos que quieran atacar por la retaguardia.

Vitalicio precandidato liberacionista, Berrocal aparece en las encuestas de intención de voto superado por todos sus contrincantes. Digamos que tienen más posibilidades Bryan Ganoza y Chiricuto de presidir primero en Zapote que el exministro de Seguridad. Sin embargo, Berrocal está dando la pelea, en pos de los traseros costarricenses.

Esta semana el precandidato verdiblanco puso al aire dos anuncios destinados, no a ayudarlo a él, sino a dinamitar a uno de sus adversarios. En los videos, se da por entendido que otro aspirante es parte de la clase política tradicional, esa que se “coge” al pueblo... así, sin andarse por las ramas (para dejarlo claro, Berrocal presenta a un ama de casa y a un campesino a los que fuerzas invisibles intentan introducírseles por el ano, para luego pedir freno a Rodrigo Arias... puro 2+2).

Detrás de semejante campaña está Geovanni Bulgarelli, el maestro de la terapia de shock cuando soplan los vientos electorales. Lo que alguna vez fue sorpresa hoy ya es su insignia de trabajo: Bulgarelli se vale de lo desagradable, de lo grotesco, de lo absurdo para tratar de vender a su candidato/cliente de turno.

Quizá usted no lo conozca en persona pero sí a su obra, toda en la misma línea de salirse del mensaje proselitista quemado de chiquitos jugando bola, abuelitos pelando la chapa de dientes, carreticas pintadas y políticos recitando La patriótica costarricense . Él fue el que puso a Ottón Solís en un ring; a Luis Fishman a admitir que era el menos malo; a Johnny Araya a burlarse de la política de siempre; fue quien llevó la campaña de los corazones del TLC a un nivel ridículo, y que en Nicaragua promovió a Edmundo Jarquín como el candidato feo (en vista de su poca agraciada apariencia física).

La intención de Bulgarelli en sus anuncios es sencilla: poner a la gente a hablar, usualmente para mal. Y bajo esa perspectiva puede anotarse otro éxito, pues Fernando Berrocal pasó de ser el precandidato que nadie tomaba en cuenta hace 15 días a percibirse hoy un político incómodo, que se parte el alma por los traseros liberacionistas.

Bulgarelli es un kamikaze de la comunicación política: sus campañas difícilmente hacen ganadores (de todas las citadas antes, en las urnas solo la pegó con el “sí” al TLC), y, por el contrario al partir de la condición de no favoritos de sus clientes se “manda” con propuestas “incorrectas” que difícilmente se permiten aquellos políticos que marchan al frente de los sondeos.

Sin embargo, después de tanta palabra fuerte, de tanto “enjache”, de tanto tratamiento “innovador”, ¿qué queda de los mensajes proselitistas de este publicista? Muy poco, aparte de unos cuantos apodos vacilones y chascarrillos entre asesores legislativos.

Bulgarelli pega cuatro gritos, reviente bombetas, se trae abajo el avispero, incita al mosh ... y en eso se queda. Es como dar el primer empujón en una mejenga para luego ver cómo son otros los que se apañan a golpes en la cancha.Sin embargo, incluso para sus estándares, los anuncios de Berrocal son la tapa del perol del mal gusto.

No se extrañe si dentro de poco en la televisión nacional algún aspirante político le pide su voto mientras lo conmociona tirándose un pedo o le confiesa que come mocos mientras maneja. Y todo a ritmo de chiqui-chiqui . 1