Zapping: De Quinceañera a La prepago

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¿Recuerdan la época en que las telenovelas no eran solo de narcotraficantes, sicarios y prostitutas?

Yo sí me acuerdo, claro que sí. Me acuerdo de la época en la que Grecia Colmenares era no solo la diva de los culebrones, sino también de los jabones. Me acuerdo de cuando el tico Rafa Rojas era nuestro trapito de dominguear, gracias a su estancia dorada dentro de la maquila de historias lacrimógenas de Televisa.

Todo esto viene a razón de que días atrás Mónica, mi esposa, se tropezó sin querer en el cable con una retransmisión de Quinceañera y de inmediato tuvo un arrebato de nostalgia. Y es que en 1987, cuando se emitió por primera vez, dicha telenovela fue un batazo entre las adolescentes ticas (y su entorno familiar).

Para esos años yo todavía andaba montado en el patín de G.I. Joe y los Transformers y dado que la única mujer de mi casa –mi mamá– nunca fue novelera, el efecto Quinceañera me pasó de lejos. Sin embargo, creo que ninguno de los que ejercimos por esos años nuestra juventud se quedó sin escuchar a Thalía y sus compañeros de Timbiriche cantar sobre el despertar de la mujer dormida y la niña que moría poco a poco.

Ya en el cole sí vi algunas telenovelas: me fue inevitable. Por andar haciendo tareas en otras casas me enganché a Baila conmigo , el culebrón “de época” en la que la guapérrima de Vivi Gaitán y el paquetazo de Eduardo Capetillo se enfrentaban, a ritmo de rock and roll , a una insoportable Paulina Rubio y a un Rafa Rojas que hacía uno de sus últimos papeles memorables.

También por esos años Canal 2 le abrió la puerta a producciones brasileñas de calidad muy superior a lo que nos tenían acostumbrados los venezolanos y mexicanos. Inolvidable el impacto que causaron en una muchachada bullente de hormonas las escenas de desnudos de Doña Tieta y Xica da Silva .

Las telenovelas brasileñas se volvieron ya algo normal y casi intrascendente (con la notable excepción de El clon ) y de México costó que volviera a salir un culebrón arrollador (que yo recuerde, el último que provocó algo así por estos lares fue la pésima y terrible La usurpadora ).

Nota aparte me merece Lazos de amor , otro trabajo de cuestionable calidad de Televisa que, aún así, consumí de buena gana mientras estaba en la universidad, a mediados de los 90. A la fecha la trama de las trillizas separadas al nacer me sigue pareciendo igual de cautivante, y ni qué decir el gran trabajo de Lucero al interpretar a las tres (y pegarla, además, con tremendo temazo musical). Sí, se me salió el fan.

Con la entrada al mercado laboral me olvidé de las telenovelas... hasta que Colombia alzó la voz. Yo también fui uno de los millones que cayó fulminado ante la fórmula de humor que hizo de Yo soy Betty, la fea y Pedro el escamoso dos de los mejores programas salidos hasta la fecha de Latinoamérica.

México (y Miami) le echaron el ojo al talento colombiano y empezó la época de los híbridos multinacionales, muy exitosos pero absolutamente estúpidos ( Pasión de gavilanes sigue siendo su obra “maestra”... e igual la vi completa).

En su siguiente y actual etapa, las telenovelas se nutren de las oscuras historias de la criminalidad, con matones de muy buen ver en títulos imbatibles como El capo , El cartel de los sapos, Rosario Tijeras, Sin tetas no hay paraíso, Las muñecas de la mafia, La reina del sur y los dos títulos que ahora se dan taco a taco: La prepago y El patrón del mal .

¿Qué vendrá después de las narconovelas? Esa es otra historia. 1