Vida de niños foráneos víctimas de explotadores se complica aquí

Mientras Patronato busca a sus parientes en el exterior, tardan meses en albergues

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Según la geografía, Vietnam se ubica al sureste de Asia, limita al norte con China y es uno de los países más poblados del mundo con unos 87 millones de habitantes. Entre Vietnam y Costa Rica hay una distancia de unos 17.000 kilómetros.

Ese es el país natal de Mario (nombre ficticio para proteger su identidad) quien llegó al país en abril, cuando autoridades costarricenses lo rescataron de un barco donde era víctima de explotación laboral o trata y que en otros casos incluye la explotación sexual.

Mario tiene 17 años de edad y vive en el albergue de La Garita de Alajuela, propiedad del Patronato Nacional de la Infancia (PANI) y hogar de niños y jóvenes provenientes de las calles. Él permanecerá allí hasta que cumpla la mayoría de edad y sea trasladado a la Dirección de Migración o bien, su caso sea resuelto y pueda regresar a Vietnam antes del próximo 10 de mayo, día de su cumpleaños.

“No le pagaban, su trabajo se extendía por largas jornadas, comía muy poco y le decían que su familia iba a recibir el salario que ganaba”, contó Fanny Cordero, vocera del Patronato, sobre Mario.

Desde el 2007 y hasta el primer trimestre de este año, el PANI ha registrado 29 casos de trata de menores solo en el Área Metropolitana.

En su mayoría, las víctimas son extranjeras, provenientes de hogares pobres, lo que facilita el engaño por parte de los tratantes que les prometen mejorar su vida con trabajos bien remunerados y oportunidades de estudio.

Los niños y jóvenes foráneos provienen de Perú, Nueva Guinea, China, Vietnam, Eritrea, Jamaica, Nigeria, Ecuador y Nicaragua.

“Es un fenómeno nuevo que nos está demandando un accionar institucional importante, ya que no es solo nacional, es también externo”, señaló la vocera del PANI.

Muchas barreras. Mario pasa los días en el albergue, no asiste al colegio, tampoco tiene contacto con familiares y los tutores del lugar solo se comunican con él por medio de señas debido a la barrera del lenguaje y la falta de un traductor. Sin embargo, dicen que Mario poco a poco entiende mejor el español.

“Al principio se aislaba; todo era nuevo para él, pero los mismos niños de aquí se han encargado de utilizar muchas formas para comunicarse con él y eso lo ha ayudado a incorporarse”, contó Vidal Castillo, psicólogo del albergue.

“A él se le da permiso y puede salir de aquí, entonces le gusta mucho conversar con los chinos que tienen pulperías”, agregó.

Laura Trejos, psicóloga infantil, afirmó que la incertidumbre que sienten las víctimas en condiciones de explotación sobre el futuro, les puede producir estrés, ansiedad y traumas muy fuertes que luego les traerá consecuencias negativas cuando ya sean más grandes.

Complejo. Jóvenes en la situación de Mario deben esperar, en principio, seis meses, tiempo en el que el PANI asume su protección y donde se inician los trámites para que puedan regresar a su país.

Sin embargo, según Cordero, ese tiempo suele ser insuficiente para tramitar el regreso de la víctima, lo que implica solicitar una prórroga a un juez y esto puede alargar la espera a mayor cantidad de meses e inclusive años.

Cordero reconoció que el Patronato no cuenta con los recursos necesarios para hacerse cargo de las condiciones necesarias para mantener a jóvenes y niños extranjeros víctimas de explotación.

“La trata se va a seguir dando. A nosotros nos puede llegar a impactar de una manera mucho más significativa en cualquier momento”, sostuvo Cordero.

Además, comentó que la situación es más compleja cuando no se tienen claras las acciones que deben efectuar las instituciones que deben intervenir.

“Solo coordinar cuál entidad pagará los pasajes de regreso de los menores es difícil. Esto hay que empezar a dimensionarlo en su verdadera magnitud”, añadió.