Verdades incómodas

Reto a quien no acepte estas verdades a demostrar que son mentiras

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No todas las verdades son aceptadas a primera vista. Algunas, como que la Tierra no es el centro del universo, ni siquiera del sistema solar, duró mucho tiempo sin ser oficialmente aceptada.

Aunque, para ser realista, eso del centro es algo relativo, pues la Tierra puede serlo –para mí lo es, al igual que mi casa es el centro del mundo– solo que, si aceptamos esto, resultaría más complicado explicar el giro de los planetas respecto al Sol, que bajo el supuesto de que este ocupe el centro del sistema.

El fumado apareja problemas de salud, sí, para quien fuma y para quienes lo rodean y (por esto último) lo que la sociedad haga por evitarlo es bienvenido.

En particular, conviene evitar que los jóvenes adquieran el vicio, porque una vez que lo tienen no es fácil que lo dejen.

Sin embargo, no todas las medidas de política pública son igualmente efectivas. El prohibirlo del todo haría que fumar se vuelva una actividad subterránea y administrada por la mafia. El someter los cigarrillos, puros y hasta tabaco para pipa a impuestos, puede ayudar al propósito de restringir el consumo entre los jóvenes, los que apenas se inician (que son sensibles al factor precio), pero no tanto entre los viejillos y viejillas.

El impuesto al tabaco no debe ser ad valórem (es decir, una proporción del valor), porque entonces mucha gente cambiaría a cigarros baratos, quizá hechos a la carrera en China, sin mucho control de calidad. Con ello el problema del fumado se acentuaría. El impuesto debe ser específico (es decir, una cantidad dada por unidad, por ejemplo, quinientos colones por cajetilla), para que sea proporcionalmente más fuerte para los más baratos y, supuestamente, de peor calidad. Pero no debe el impuesto ser muy elevado, porque estimularía el contrabando y el Estado perdería una fuente de recursos que hoy puede dedicar, entre otros, a atender al menos parcialmente los males que produce a la sociedad el tabaquismo.

Crisis y desempleo. Otra verdad, más incómoda que las anteriores: si a raíz de una crisis financiera global, como la que se teme, el crecimiento de nuestra economía se redujera y el estímulo a invertir bajara, el desempleo y la pobreza se podrían elevar a niveles socialmente insoportables. Ante esto, las autoridades querrán hacer algo para mitigar la pobreza. Como el factor que más explica la pobreza de una persona o familia es que el jefe de ella carezca de empleo, la labor del Estado debería dirigirse prioritariamente a estimular la creación de puestos de trabajo. No debe hacerlo creando plazas permanentes en el sector público (es decir, haciéndolo un empleador de última instancia), pues eso apareja más problemas (déficit y endeudamiento desembocados) de los que resuelve.

Las medidas de política pública deberían apuntar al menos a dos acciones legales y otra de oportunidad. La primera medida legal es estimular el uso de la figura de “aprendiz”, para que empresas contraten a jóvenes a un nivel de remuneración inferior al mínimo y que estos aprendan mediante su trabajo. Esto es lo que internacionalmente se conoce como on-the-job training y que en la Edad Media se usó a plenitud, y es importante porque las mayores tasas de desempleo están entre las personas que por primera vez ingresan a la fuerza laboral. Así, cuando la situación mejore (o aun antes, cuando ya los jóvenes sean más productivos) podrán ser contratados como empleados bajo la escala de remuneración que corresponda.

La otra medida, de enorme efecto inmediato en la generación de empleo, es decretar una rebaja (sí, rebaja, no leyó mal) temporal de los salarios mínimos, para que las empresas encuentren rentable emplear a más gente que antes. Con esto, con la creación de empleo, se logra actuar sobre la variable que más condiciona la pobreza no solo en Costa Rica, sino en cualquier país del mundo.

Una tercera medida consiste en estimular la realización de obras públicas intensivas en mano de obra (por ej., el mantenimiento de puentes, calles y edificios públicos, que tanta falta hacen en Costa Rica) y de naturaleza temporal, no permanente, para que el Estado no utilice de excusa la crisis para crecer. Verdades incómodas. Sí. Pero reto al lector que no las acepte a que me demuestre que son mentiras.