Veinte mil leguas de teatro submarino

Puestas en escena El novelista Jules Verne fue también un apasionado del teatro y escribió dramas y comedias

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Jules Gabriel Verne (nuestro “Julio”) es el escritor más traducido de la lengua francesa y el segundo de todos los tiempos, superado solo por Agatha Christie, de acuerdo con el Index Translationum; mas, para tormento de los supersticiosos, no fue ningún “clarividente”, sino un autor de ciencia-ficción versado en ciencia.

Como pocos, Verne (Nantes, 1828-Amiens, 1905) tuvo la fortuna y la desgracia de que muchas de sus “profecías” sean ya historia en la carrera tecnológica.

Escritor, no profeta. Los viajes a la Luna y al fondo de los océanos eran ya concebibles en la segunda mitad del siglo XIX y compartían un proyecto filosófico: la “modernidad”. En el París de Verne sobrevivía el espíritu optimista del siglo XVIII: los ilustrados habían imaginado un mundo en el que las máquinas trabajarían por nosotros; las guerras de religión habrían desaparecido junto con las monarquías absolutas, y todo esto en el transcurso de unos cincuenta años.

En la época de Verne, en Europa se pasó de la primera a la segunda revolución industrial y creció el optimismo en el “progreso”.

En tal ambiente, Verne predijo la aparición de armas de exterminio (Ante la bandera, Los quinientos millones de la Begún), el helicóptero (Robur el Conquistador), naves espaciales (De la Tierra a la Luna), grandes trasatlánticos (Una ciudad flotante), Internet (París en el siglo XX) y el submarino.

Asimismo, se le reconoce su anticipación del descubrimiento de las fuentes del Nilo (Cinco semanas en globo) y la conquista de los polos (Las aventuras del capitán Hatteras, La esfinge de los hielos).

En 1879, su novela Los quinientos millones de la Begún presentó un hombre infame: Herr Schultze, quien pretende “destruir a todos los pueblos que rehusaran fusionarse o someterse al pueblo germánico, la raza superior”. En el “espíritu de la época” había atisbos de nacionalismo alemán, pero la mayoría de los lectores se burlaron de un personaje tan siniestro; no obstante, diez años después, en Austria, nació Adolf Hitler.

Pobreza y cumbre. La vida de Jules Verne encaja con la de otros grandes autores literarios: aventurero, pobre, enfermizo' Sus penurias económicas recuerdan las Memorias del subsuelo, de Fédor Dostoievski, y la presión de su padre por buscarle un “oficio digno” (como la abogacía) coincide con la tragedia personal de Franz Kafka.

El padre de Jules dejó de financiarlo porque no se dedicó al derecho, y entonces sufrió miseria. Apenas le alcanzaba para comer, lo que le ocasionó trastornos digestivos y nerviosos que acabarían en una parálisis facial. En una carta a su madre, Jules confesó:

“Trabajo de la mañana a la noche sin parar. Todos los días, los tirones de la cara me molestan mucho. Ya no duermo absolutamente nada. Todas estas molestias proceden de los nervios, que tengo siempre en extrema tensión” (Mayor Orguillés: Jules Verne).

Al casarse con Honorine Deviane Morel, Verne recibió una dote de 50.000 francos para que los invertiese en la bolsa, pero ni esto lo rescató de su vida aventurera. Sin embargo, en 1863 sí halló la buena suerte: un amigo refirió Cinco semanas en globo al dueño del Magasin d’Éducation et de Récréation, quien le publicó la primera entrega. Debido al éxito, el dueño de la revista le ofreció un contrato por veinte años a veinte mil francos anuales.

Pronto nacieron sus Narraciones extraordinarias. Desde 1863, Jules publicó el primero de sus 60 Viajes extraordinarios: Cinco semanas en globo. La serie se prolongó durante casi 40 años. En tres “fases” suelen dividirse sus obras: descubrimiento, madurez y desencanto.

En los “descubrimientos”, Verne es un innovador; sus páginas se llenan de héroes progresistas, aventureros que quieren alcanzar nuevos mundos y llegar a donde nadie ha arribado, en beneficio de la humanidad (Viaje al centro de la tierra y De la Tierra a la Luna).

En su época de “madurez”, Verne humaniza a sus héroes, los despoja de sus míticas empresas (La vuelta al mundo en 80 días y Miguel Strogoff).

En su fase final, de “desencanto”, Verne escribe relatos menos ingenuos, quizá por sus problemas familiares: un matrimonio infeliz y su pésima relación con su único hijo. También influyó una reflexión más seria sobre el curso del mundo. Ahora ve que los seres humanos se precipitan a un abismo, atacados por su propia creación, como en El eterno Adán (critica del imperialismo) y El volcán de oro (ilusión por las “riquezas fáciles”).

Dramaturgo. Antes de ser famoso, Jules Verne se ganaba la vida escribiendo dramas de poca importancia. Años después, las obras que llevó a escena fueron adaptaciones hechas a partir de sus novelas. Para adaptarlas confió en experimentados dramaturgos, como Adolphe d’Ennery. Los directores debieron vencer la irrepresentatividad de las extensas obras, gracias a recursos visuales y escénicos que condujeron la imaginación del público.

Sin embargo, Verne también trabajó en “teatro puro”. En 1881, con Adolphe d’Ennery, escribió Los viajes en el teatro, que incluía El viaje al mundo en 80 días, Los hijos del capitán Grant y Miguel Strogoff. Mucho después, en 1991, se publicaron los Manuscritos nanteses –que contienen abundantes dramas–, comprados a la familia de Verne en 1978 por ocho millones de francos.

En vida, Verne publicó dramas históricos, como Alejandro VI, Laconspiración de la pólvora y Un drama bajo Luis XV; comedias como De Charybde a Scylla y Mona Lisa, y hasta una opereta: El señor Chimpancé, escrita en 1857 con Michel Carré.

Con la llegada del cinematógrafo, Georges Méliès consagró, en 1902, Viaje a la Luna, filme ya clásico en el cine mudo. De las novelas de Verne, 33 se han llevado al cine, sin contar las series de televisión. La obra más veces adaptada es Miguel Strogoff (16 veces), seguida de Veinte mil leguas de viaje submarino (9) y Viaje al centro de la Tierra (6).

Las novelas que se llevaron a la pantalla grande fueron La isla misteriosa (1951), Veinte mil leguas de viaje submarino (1954), Miguel Strogoff (1956) y la inolvidable La vuelta al mundo en 80 días (1956), dirigida por Michael Anderson y con Cantinflas como Picaporte.

Hijo de su tiempo. En su célebre libro Dialéctica del Iluminismo, Max Horkheimer y Theodor Adorno critican severamente el proyecto de la modernidad: “Se ha reemplazado una razón práctica (ética) por una razón instrumental (tecnocientífica)”. Este desprecio por la razón práctica llevó en el siglo XX a que, mediante la razón instrumental, se matase sistemáticamente a millones de personas.

Incluso para sus más optimistas defensores, el proyecto de la modernidad debía verse con recelo: en pleno auge de la Ilustración y del ideal del hombre moderno, Kant preveía que el progreso tecnológico no podía desligarse del progreso moral.

Julio Verne fue hijo de su tiempo y no podemos exigirle que previese las consecuencias del progreso. Por otro lado, aunque sus personajes casi siempre fueron hombres buenos, un Verne más reflexivo se dibuja en la ya mencionada Los quinientos millones de la Begún y Matías Sandorf (1885), un rebelde contra la tiranía austrohúngara.

Una de sus frases más famosas es: “Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad”. ¿Qué hacemos con lo que ya se ha hecho realidad? Esto nos concierne a nosotros.