Unidos, enfrentan sus limitaciones en la Aldea

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Tiene una boca pequeñita y una risa contagiosa, que le da más luz al cabello rizado y rubio.

Ella es Kasey, tiene cinco años y dos de estar en la Aldea Arthur Gough, del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), ubicada en Alajuelita, San José.

Aquí llegó referida por el Hospital Nacional de Niños (HNN) a causa de una severa desnutrición y por el padecimiento de una inmunodeficiencia.

Aquí vive con cuatro niños más, que al igual que ella, padecen de enfermedades crónicas.

Ilario tiene cuatro años, él no ha logrado aprender a hablar y no porque no quiera, sino, porque la traqueotomía a la que fue sometido le dificulta emitir sonidos, él es oxígenodependiente.

Estas circunstancias, sin embargo, no le impiden asistir a la escuelita del Hospital Nacional de Niños una vez a la semana, salir al jardín del albergue a tomar el sol, o simplemente jugar en el limitado radio que le permite el equipo al que siempre está conectado.

En total son cinco niños los que viven en la casita 2 de la Aldea Arthur Gough.

El albergue atiende a 70 niños, de los cuales 33 presentan alguna discapacidad, y un 60% del total se encuentra en estado de abandono.

Estos menores viven bajo la supervisión de 20 cuidadoras o tías, como les llaman, quienes trabajan 11 días seguidos y descansan tres.

Las tías, que realmente se convierten en sus madres, les enseñan a comer, caminar, los limpian, les cambian las sondas y hasta los llevan a las citas médicas.

En la Aldea hay ocho casas y un promedio de dos tías por vivienda.

Ellas se levantan puntualmente a las 5 a.m., cuando han podido dormir, y despiertan a los niños uno a uno para que se enfrenten a una nueva jornada. Sin embargo, el recurso humano es lo que más les hace falta.

Falta más. María Elena Pérez, directora de la Aldea, afirma que desde hace más de 30 años la cantidad de tías es la misma, no así las exigencias que se incrementan cada vez que un niño con limitaciones se integra.

“Es muy difícil, ellos se convierten en nuestros hijos, yo ya tengo 13 años de estar en este albergue y uno de estar aquí (casita 2)”, añade Magally Torres.

En todo el país, el PANI atiende a 51 niños con algún tipo de discapacidad, a los que se intenta, dar atención integral.

No obstante, para Jalila Meza Lazarus, del Departamento de Acreditación de esa institución, la atención es limitada.

“Desde nuestra perspectiva, la principal  necesidad es el recurso humano, el estado tiene el mínimo recurso, además de la mejora en infraestructura”, expresó.

“La atención especializada que ellos reciben es limitada, creo que hace falta más”, insistió.

Pese a que los niños reciben tratamiento médico, atención psicológica y terapia física, las consultas están condicionadas a que no haya una emergencia en otro albergue, pues los recursos se comparten.

Con todo y las limitaciones, Kasey parece feliz de poder compartir con sus “hermanos” de la Aldea. Ella entiende que no puede brincar mucho o que Ilario, con quien tiene mayor relación, no puede correr por toda la casa como ella lo hace.

Lentamente, lleva sus juguetes a la sala y enseña el cuarto y la cama que le asignaron , no sin advertir que la almohadita no se toca porque “las babitas no se comparten”.

Esta Aldea tiene permiso para funcionar con todos sus niños hasta el 2015, cuando deberán tener listas todas las modificaciones necesarias, incluyendo más casas. Actualmente tiene una sobrepoblación de 20 niños.