Una responsabilidad compartida

La calidad ambiental del San Juan y el Colorado es responsabilidad de Costa Rica y Nicaragua

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En relación con los artículos publicados en este diario (La Nación, 05/03/13, “La contaminación del río Colorado desde el río San Juan” y, el 13/03/13, “El río que nos une”), por el señor Salvador Montenegro, especialista de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en la que insinúa que la eventual contaminación del río Colorado tiene su origen a partir de la misma carga contaminante que aportan los tributarios costarricenses del río San Juan, se hace necesario hacer algunas aclaraciones técnicas y ambientales importantes, a fin de que la opinión pública de ambos países tenga una visión más amplia sobre la situación ambiental de lo que deberíamos designar el sistema fluvial San Juan - Colorado.

En primer lugar, es importante aclarar que la situación ambiental el sistema fluvial San Juan - Colorado, todavía no alcanza una situación catastrófica, como parece sugerir el artículo citado. Lo cierto es que la prodigiosa biodiversidad aún se mantiene y constituye el principal atractivo de la zona. Todavía hay una abundante vida acuática que nos indica que aún existe posibilidad de trabajar en la recuperación y la protección de ese sistema fluvial, la cual debería ser la mayor meta ambiental por parte de ambos países.

Los datos que se indican en el artículo del señor Montenegro, sobre la carga de sedimento que acarrea el río San Juan a la altura de delta, no son muy diferentes a los promedios de carga de sedimento en suspensión para ríos tropicales, en particular, ríos que drenan territorios volcánicos. No obstante, también son un indicador importante sobre la importancia de regular y ordenar los usos del suelo en ambos lados del río, en toda la cuenca hidrográfica.

En lo referente a los parámetros registrados para ciertas sustancias potencialmente contaminantes relacionados con plaguicidas como el Diazinon, Metil paration y Etoprofos, que aunque desearíamos que no se detectaran, se registran, y representan efectivamente, una llamada de atención para atender ese problema lo antes posible.

Responsabilidad compartida. El problema de la calidad ambiental de los ríos San Juan y Colorado, al tratarse de una cuenca binacional, constituyeuna responsabilidad de los dos países.

Ambos países han contribuido a alterar esta cuenca binacional, y no se gana nada insinuando que uno es más responsable que el otro del deterioro generalizado de la cuenca del San Juan: ambos son co-responsables.

La cuenca del río San Juan tiene una extensión de 42.023,7 km². De ese total, 12.987,0 km², que representa un 30,9 % se localiza en territorio costarricense, mientras que 29.036,7 km², un 69,1 % se ubica en territorio de Nicaragua.

En el sector de la cuenca que se circunscribe en Costa Rica no presenta áreas urbanas grandes. La mayor es Ciudad Quesada. El uso del suelo principal es el de la agricultura, donde estacan los cultivos intensivos de piña y naranja. Actividades que, como hemos señalado ya en otros artículos, representan fuentes de contaminación ambiental local y acumulativa que indirectamente podrían alcanzar el río San Juan por el efecto de la escorrentía. No obstante, no se puede afirmar que son las únicas responsables de la situación.

En efecto, en el sector de la cuenca perteneciente a Nicaragua, además de actividades agrícolas similares a las de Costa Rica (vea: Atlas Centroamericano para la gestión sostenible del territorio, 2012), se presenta el área urbana de la gran Managua (además de Masaya, Granada y Rivas, solo por mencionar algunas de sus otras ciudades), incluyendo sus zonas industriales y mineras, la refinería y los sitios de disposición de residuos y sus lixiviados, que drenan hacia los lagos de Managua y de Nicaragua, y que representan el sitio a partir del cual surge el río San Juan. Esto, sin contar que en Nicaragua se registra una de las tasas de deforestación más altas de Centroamérica en los últimos 20 años (Fuente: Proyecto de implementación de la plataforma geográfica e hidrometeorológica integrada de la Región Centroamericana y sus implicaciones prácticas).

Los estudios sobre la contaminación del lago de Nicaragua, promovidos por la OEA desde el año 1997, indican un grado significativamente importante de contaminación de las aguas y los sedimentos del lago, lo cual tiene efectos directos en su flora y fauna. Al respecto se señala que las concentraciones "de fósforo que sobrepasan los límites permitidos de 25 ug/L que fue de 62 ug/l en marzo y de 50 ug/l en abril de 1983" (Informe de "Manejo Ambiental y Desarrollo Sostenible de la Cuenca del Río San Juan"). De igual manera, dicho informe reporta contaminación por plaguicidas en los sedimentos del fondo del lago de Nicaragua.

Es importante recalcar que, pese a que los datos citados tienen más de 15 años de haberse registrado, desafortunadamente, la situación al momento actual no puede afirmarse que haya mejorado, en razón del limitado y exiguo control ambiental que se ha realizado en Nicaragua. Es buena noticia, claro está, la construcción reciente de una planta para tratar las aguas residuales de Managua.

Ante este panorama, es claro que la responsabilidad de la calidad ambiental es mutua, pero dado los usos del suelo que se presentan en el lado de la cuenca en Nicaragua, no cabe duda de que por allí debería empezar el trabajo intensivo de recuperación ambiental para evitar que se deteriore el río San Juan.

Esto sin contar el hecho de que durante los últimos años se han aprobado y ejecutado proyectos que han impactado e impactarían el río San Juan, como por ejemplo, el proyecto Brito que podría quitar un gran caudal de agua al Lago y al río San Juan, para desaguar en el océano Pacífico, un aeropuerto en el humedal de San Juan del Norte, así como la posibilidad de que se utilice el mismo río San Juan como parte del canal interoceánico actualmente en estudio.

Soluciones. Ante lo indicado es claro que la primera gran e importante tarea que tienen ambos países es el impulso de un programa de ordenamiento ambiental territorial de sus correspondientes partes de la cuenca. Un paso paralelo es promover que las actividades productivas que ya se desarrollan ejecuten acciones correctivas de control de la contaminación que están generando.

Además de estos pasos estratégicos debería trabajarse en un plan de manejo de las áreas protegidas que se circunscriben a la cuencas de los ríos San Juan y Colorado, cuya prioridad sea la protección y salvaguarda de sus importantes recursos de flora y fauna silvestre de manera que sus servicios ambientales permitan el desarrollo sostenible de las comunidades humanas que allí habitan.

Finalmente, como hemos señalado (vea www.allanastorga.com), desde hace ya tiempo, y si verdaderamente deseamos trabajar y preocuparnos por el futuro de la cuenca binacional más importante de Centroamérica, ambos países deberían trabajar en un acuerdo sobre impactos transfronterizos. Este es un tema urgente para toda la región centroamericana que debiera inspirarse en los logros alcanzados en Europa en el marco de la convención de Espoo sobre esta temática desde hace muchos años.

El rumbo de trabajo separado y conjunto que tienen ambos países es claro y desde hace tiempo deberíamos estar trabajando en ello.

La situación en el humedal de isla Portillos originada por Nicaragua desde octubre del 2010 está en manos de un tribunal de justicia, y es probable que tarde todavía un tiempo en resolverse. Una muestra de buena fe y que mejoraría la confianza entre ambos países, sería el hecho de que Nicaragua respetara lo señalado por la Corte de La Haya evitando que exista ocupación de ese territorio.

Pese a eso, como países, se deberían buscar las fórmulas idóneas para coordinar acciones conjuntas en el rescate de la cuenca del San Juan.

Si realmente se desea trabajar mancomunadamente, deberíamos empezar por mostrar acciones concretas de parte de ambos Estados ribereños del San Juan, que lleven hacia un plan integral y binacional para el mejoramiento de la cuenca compartida del San Juan: estamos seguros de que tanto en Nicaragua como en Costa Rica hay profesionales deseosos de trabajar en este importante objetivo.

Allan Astorga G. Geólogo ambiental, especialista en Evaluación Ambiental