Una Costa Rica diferente

“Eterna vigilancia es el precio de la libertad”,Thomas Jefferson

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La fallida concesión de la autopista Bernardo Soto fue la partera de una Costa Rica en gestación desde hace tiempo, de una Costa Rica diferente. Del cantón más republicano, democrático y valiente de esta nación, de San Ramón de Alajuela, cuna de Julio Acosta, Corina Rodríguez y José Figueres, enemigos de tiranías, ha emergido una nueva ciudadanía más crítica y vigilante que entiende mejor que antes que el país es de todos, no de unos pocos, que los gobernantes y servidores públicos están para servir y no para ser servidos y que el ejercicio del poder debe hacerse de manera trans-parente y frente al pueblo, no a sus espaldas.

Costa Rica es el único país de Latinoamérica y uno de los pocos del mundo que no ha sufrido conmociones políticas o militares profundas en los últimos 60 años, pero sí ha sido jalonado por importantes insurrecciones ciudadanas como la de Alcoa, el Combo, el NO al TLC y ahora este NO rotundo a la concesión de la Bernardo Soto. El NO rotundo ganó; ahora viene el Sí.

Después del 48, arrullados por logros institucionales y una fértil nación, nos desentendimos de la principal responsabilidad de todo ciudadano: ser vigilantes. Bien decía el padre de la democracia moderna, Thomas Jefferson, hace más de 200 años : “Eterna vigilancia es el precio de la libertad”. Con San Ramón a la cabeza, parece que hemos retomado la vigilancia.

¿Cuáles son las principales lecciones que hemos aprendido? La primera, que los gobernantes, como dice el artículo 11 de la Constitución, no son los dueños del país sino simples depositarios de la autoridad, obligados a cumplir la ley y rendir cuentas a los ciudadanos. Esto ha sido letra muerta en muchas ocasiones: como si el país fuera una finquita de ellos, hacen y deshacen y toman acuerdos a su conveniencia de espaldas al pueblo.

La segunda gran lección es que una lucha ciudadana conducida con firmeza, inteligencia y prudencia, en pos de un objetivo nacional concreto, concita el interés y apoyo de la ciudadanía. En este caso se ha ido más adelante. El grupo conductor de la lucha prepara con el apoyo y la intervención de diversos actores una propuesta para construir la carretera con recursos nacionales. Los costarricenses hemos adquirido una deuda impagable con el grupo conductor de esta gesta nacional. La presidenta debe atender respetuosamente al grupo conductor y estudiar la propuesta con seriedad.

Costa Rica y muchas otras naciones del mundo han entrado en una nueva ola democrática donde la relación de gobernantes y gobernados es más estrecha y tirante. Gracias a las nuevas técnicas digitales, es más fácil desnudar los centros del poder. Existe una ciudadanía cada vez más informada, crítica e independiente, que exige cuentas. A los gobernantes hechos a la antigua les cuesta mucho comprender que el mundo político cambió y para siempre. Este levantamiento ciudadano es uno de los eventos más importantes de la historia moderna del país. Ya no es posible desoír a un 90 % de los ciudadanos. La presidenta tomó el único camino que tenía: escuchar el clamor popular que pedía a gritos derogar la concesión negociada a sus espaldas, que se haga la carretera y que se informe de todo a la ciudadanía que es la dueña del país. La ciudadanía de pie le ha recordado a los gobernantes sus grandes deberes: informar, convencer e inspirar. Nada más, nada menos.

Todo el andamiaje institucional no fue capaz de detener las múltiples anomalías de esta concesión. Como tantas otras veces, la estructura institucional falló por completo. En este caso fue el soberano, el pueblo costarricense, quien logró detener el negociado.

Costa Rica vuelve a demostrar su excepcionalidad. No parece haber hoy otro país con una ciudadanía tan independiente y crítica y donde los políticos tradicionales no cuentan con el respaldo ciudadano. No es una ciudadanía indiferente, sino crítica y vigilante, consciente de sus derechos y su poder. Vivimos en un país diferente.

La historia tiene sus tiempos, su ritmo, sus cadencias. Los políticos e intelectuales casi siempre han caminado atrás de los acontecimientos. Arrinconados en sus esquinas de privilegio, ven marchar la historia sin incomodarse, sin entenderla. La democracia vive en constante transformación; a veces retrocede y a veces adelanta; hoy ha subido varios escalones y todos debemos estar sanamente orgullosos de esta gesta, liderada por San Ramón, que demostró que la ciudadanía costarricense está de pie y marchando.