Un tico en la Revolución Mexicana

Gonzalo Robles Un cartaginés que destacó en el México revolucionario y legó una notable labor cultural

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El 1.° de diciembre de 1924, en la ciudad de México, el general Plutarco Elías Calles prestaba juramento como presidente de la República. Con él, la Revolución –así, con mayúscula–, aluvión de violencia tanto como de esperanza para los mexicanos, había entrado en su “fase constructiva”, según sus propias palabras.

No obstante su optimismo, las agitadas circunstancias internas y externas no le eran favorables a su recién estrenado gobierno. Para Calles, sin embargo, el progreso del país no era posible sin la paz; razón por la que apeló, desde aquel día, a una educación popular que expresase los valores revolucionarios tal como él los entendía.

Dice el historiador mexicano Enrique Krause: “Entre todos los proyectos educacionales, Calles tenía una niña de los ojos : las escuelas centrales agrícolas. Su creador era un ingeniero agrónomo costarricense, avecindado en México desde tiempos de la Revolución: Gonzalo Robles” (Biografía del Poder) .

Robles en México. Efectivamente, el gestor y encargado de llevar adelante el proyecto presidencial fue el entonces joven ingeniero de quien anota la doctora Carmen Aguirre: “Costarricense de origen, tuvo a México por país propio al haber recibido en él no sólo su formación académica profesional, sino en gran medida también su educación ideológica y emocional” ( Gonzalo Robles y los afanes de su generación hacia la ingeniería ).

Gonzalo Robles había nacido en Cartago en 1892, hijo de Marcelino Robles Arias, un destacado comerciante y agricultor local, que había sido presidente de la Junta Central de Educación de esa ciudad y que luego sería miembro de la Asamblea Constituyente convocada por Federico Tinoco en 1917.

Siendo adolescente, Robles se trasladó a México en compañía de Enrique, su hermano mayor, en busca de una mejor formación académica y de mayores oportunidades. Llegó a Guadalajara en 1907, a la edad de 13 años, donde permaneció dos más en casa de unos parientes cercanos antes de trasladarse a la capital para inscribirse en la Escuela Nacional de Agricultura.

A su llegada a la ciudad de México, en 1909, Francisco Madero fundó el Centro Antirreeleccionista, con miras a la salida del poder del dictador Porfirio Díaz. Desde entonces, la vida profesional de Robles estaría signada por el acontecer político mexicano.

Así, en mayo de 1910, Madero iniciaba su cuarta gira de campaña y era cada vez mayor la masa que lo aclamaba; por entonces, en Costa Rica, en el día de Santa Mónica, un terremoto destruyó Cartago, ciudad natal de Robles. Este recibió la nefasta noticia poco después, por una carta de otro de sus hermanos, sólo meses antes de ver estallar la revolución en noviembre de ese mismo año.

Esa primera etapa de estancia y estudio en la ciudad de México, de 1909 a 1914, lo hizo testigo de los dramáticos sucesos políticos de entonces, hechos de los que escribiría luego, como testigo y seguidor revolucionario del mismo Madero, el periodista y también costarricense Rogelio Fernández Güell.

Ese período también pondría a Robles en conexión directa con uno de los asuntos más discutidos del momento: el desarrollo agrícola y económico del gran país del norte; por lo que, concluida su carrera y obtenido el título de agrónomo, se inscribió en la Escuela de Altos Estudios.

Revolución y compromiso. Sin embargo, comisionado por el Gobierno Constitucionalista de Venustiano Carranza para estudiar las escuelas de agricultura que funcio-naban en el sur de los Estados Unidos, Gonzalo Robles salió hacia ese país en 1916 con la idea de regresar capacitado para reproducir su modelo en México.

Sin embargo, los lazos afectivos y la distancia física con sus familiares seguían marcando su vida.

En 1918, fallecido ya su hermano mayor, Robles recibió el anuncio de otro deceso familiar: el de su padre. Poco después, su madre le solicitó que hiciera lo posible por regresar a Costa Rica; pero, comprometido con México, con el régimen revolucionario y con su programa social, Gonzalo Robles tomó la decisión de permanecer allá.

Además, con el general Álvaro Obregón, la Revolución se consolidaba, y a Robles todo aquello lo atraía como su proyecto vital; y por esto aceptó una beca para estudiar ingeniería civil en la Universidad de Valparaíso, en Indiana (Estados Unidos). De ahí, estuvo de vuelta en México en 1921, listo para iniciar lo que sería su tan larga cuanto fructífera carrera pública.

Llegando, participó en el Congreso Agronómico Nacional y en la elaboración del Plan de Estudios de la Escuela Nacional de Agricultura (1921-1922).

En los dos años siguientes, fue consejero del Secretario de Agricultura y Fomento, razón por la que viajó a los Estados Unidos, Europa, la Unión Soviética e Hispanoamérica, lugares donde estudió, entre otras cosas, la integración de los sistemas comunicantes entre escuelas, bancos y cooperativas agrícolas.

Por tanto, era natural que, a su regreso, Calles le otorgara el derecho de llave de su soñado proyecto: la creación y la organización de las escuelas centrales agrícolas.

Ellas serían orientadas a formar “prácticos” en agricultura mediante programas escolares posteriores a la primaria, pero sin formalizar rígidamente los requisitos de escolaridad, lo que universalizaría su acceso.

Las escuelas dependieron de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, y, aunque no tuvieron del todo el resultado previsto, su impacto en el México rural fue importante.

Con Calles también, Robles participó en la creación de otras instituciones, tales como los bancos agrícolas, el Banco Nacional de Crédito Ejidal y la Comisión Nacional de Irrigación; además, Robles colaboró en la redacción de leyes y reglamentos en materias afines.

Mexicano por decisión. Cincuenta años después, al reflexionar sobre esa etapa, él mismo decía: “Todas aquellas iniciativas parecen un fracaso si se las ve con microscopio; pero, si alejamos la vista, podemos ver que han dejado un sedimento que fructifica. El progreso avanza por aluviones”.

En aluviones, a su vez, fue su ascendente carrera pues en 1932 se convirtió en el primer director del Banco Nacional Hipotecario, Urbano y de Obras Públicas, circunstancia que probablemente contribuyó a su decisión de nacionalizarse mexicano, por fin, en 1933.

Desde ese puesto, creó un fideicomiso para proporcionar textos a la Escuela Nacional de Economía, de la que también formaba parte.

En septiembre de 1934, aquella iniciativa llevaría a la fundación del Fondo de Cultura Económica (FCE), desde entonces una de las más importantes editoriales de Hispanoamérica. De su primer cuerpo directivo, y como fundador, formaría parte Gonzalo Robles, junto con otros destacados intelectuales mexicanos.

En 1935, Robles pasó a dirigir el Banco de México, antes de ocupar otros importantes cargos en la vida pública de su país adoptivo, lo que culminó en 1952, cuando le fue otorgado el Premio Nacional de Economía. Hombre de carácter inclinado a la academia más que al poder político –según testimonio de quienes lo conocieron–, luego de una vida de singular derrotero, a la edad de 88 años, falleció en 1980.

Su aporte a la creación de la moderna nación mexicana le fue generosamente reconocido en 1981, cuando el Fondo de Cultura Económica editó el libro Economía e industrialización. Ensayos y testimonios. Homenaje a Gonzalo Robles, al que contribuyeron destacados autores. A su vez, desde su fundación, en 1992, la biblioteca de esa histórica institución editorial lleva su nombre: el de otro costarricense que participó en la Revolución Mexicana.

EL AUTOR ES ARQUITECTO, ENSAYISTA E INVESTIGADOR DE TEMAS CULTURALES.