Un peladito que llegó para quedarse

Mañana se cumplen 100 años del nacimiento del recordado Mario Moreno Cantinflas. Más de una década después de su muerte, su legado es recordado

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El humor lo traía en su ADN. Pero hablar disparates y crear un personaje de la cultura popular fue un talento que descubrió en el camino y que lo colocó en la cúspide del cine latinoamericano. Desde entonces nadie destronó a aquel comediante con aire de peladito, que llegó para comerse al mundo.

Crear a Cantinflas le cambió el esquema al comediante y actor mexicano Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, a quien mañana viernes se le celebra, con gran algarabía, el centenario de su nacimiento.

Darle vida al típico pelado que encarnaba con igual soltura al policía, al barrendero, al sastre, o al “padrecito” del pueblo, fue la más brillante creación de Mario Moreno, el famoso Cantinflas.

Fue el mismo ciudadano mexicano el que inspiró al actor para crear su Cantinflas, pues el calificativo de pelado es asociado, en ese país, a las personas de las capas sociales menos pudientes y de inferior cultura, detalla la Real Academia de la Lengua Española (RAE).

Para el profesor e investigador cinematográfico, el costarricense Daniel Marranghello, el mayor mérito del intérprete de Ahí está el detalle –filme que lo catapultó en el cine, en 1940– fue, justamente, crear su propio personaje.

“El personaje que creó tenía su carisma. No habría tenido el éxito que tuvo si no se hubiera conectado con el pueblo”, dijo Marranghello.

“El cine mexicano tuvo una enorme popularidad en zonas rurales por una razón sencilla: había mucho analfabetismo y había que leer subtítulos si se querían ver filmes en inglés. Ese es un aspecto sociológico e histórico. Aunque en el caso de Cantinflas, él mantuvo seguidores tanto en el campo como en la ciudad”, añadió el experto.

El investigador recuerda que, en el siglo pasado, en Costa Rica, diferentes filmes de este mexicano eran los únicos que se exhibían simultáneamente en las tres grandes salas de cine del país: el cine Variedades, el California y el Palace.

Tras esos estrenos, las películas se proyectaban en pequeñas salas de barrio del país. De estas se contabilizaban unas 150.

En su conexión con el pueblo, también coincide el crítico de cine ecuatoriano Jorge Suárez, según constata en una entrevista que ofreció al diario ecuatoriano El Comercio, con motivo del centenario del denominado Mimo de México.

“(...) Él se convertía en un gran defensor del pueblo. Hablaba de política, sin ser político. Se preocupaba tanto por su pueblo que llegó a ser secretario general del Sindicato de Actores”, manifestó Suárez.

“Pensaba que con el tiempo la gente ya no se reiría de sus chistes. Nunca se imaginó que sería un ícono tan grande que aún hoy hablamos de él. Uno lo recuerda con su personaje clásico pero, en el fondo, todas sus interpretaciones representan lo que es el ser humano: barrendero, abogado, sastre, cartero, etc”, expresó el crítico.

La reinvención. Pese a su éxito, para el especialista tico el humor hecho por Mario Moreno sufrió un revés en la cúspide de su carrera. De hacer películas más dirigidas al pueblo brincó a obras que apelaban al discurso moral.

“A finales de los 60, su personaje, efectivamente, presenta un ascenso social. Esto generó algunos comentarios negativos por parte de los críticos de cine de la época, al dejar de hacer ese humor de pueblo. Se puede decir que sus personajes comenzaron a hablar de una manera muy formal, más culta”, comentó Marranghello.

“Recuerdo que por esa época sus películas llevaban un mensaje moralista. La hipótesis mía es que los cómicos en particular sienten que su arte no es apreciado al mismo nivel que el de los actores dramáticos. Para mí, Mario Moreno les dio un sentido moral a sus comedias, como para darles una elevación a sus películas”, añade.

Además de su vocación para hacer reír, el intérprete de El bolero de Raquel llegó lejos porque su visión fue amplia. Eso le abrió las puertas de Hollywood.

Hasta allá llegó para protagonizar, junto a David Niven, La vuelta al mundo en ochenta días (1956), filme que le valió al mexicano un Globo de Oro como mejor actor.

Ese filme también pesó para que el peladito mexicano conquistara una estrella en el paseo de la Fama de Hollywood.

¿Cantinfleo? “(...) Déjenme dejar algo bien en claro, tengo momentos de lucidez y hablo muy claro. Y ahora hablaré con claridad' Amigos, hay momentos en mi vida que son realmente momentáneos y no es porque uno lo diga, pero hay que verlo' ¿Qué vemos? lo que hay que ver' porque que coincidencia amigos, que suponiendo que en este caso –no digamos lo que podría ser–, pero debemos pensar en ello y entender la psicología de vida para hacer una analogía de la síntesis de la humanidad. ¿Correcto? Bien, ese es el punto”.

Incomprensibles discursos, como el anterior, se convirtieron en marca registrada del personaje, el cual fue objeto de estudio de filólogos. Incluso, Cantinflas tiene su propio verbo en la Real Academia de la Lengua Española (RAE).

La RAE define cantinflear como “hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada”.

Ese estilo de humor verbal es para Marranghello una de las características que el artista mantuvo a lo largo de su carrera.

Jorge Suárez ofrece una explicación sobre el nacimiento del cantinfleo en el actor: “Hay algunas versiones. Una dice que estando en un circo le tocó ser el maestro de ceremonias, pero por los nervios comenzó a hablar trabado. Como la gente empezó a reírse, el dueño lo metió de comediante. La otra es que dicen que salió al escenario ya con un número, que había tomado de un compañero suyo llamado (Manuel) Medel”.

Gracia a la fusión entre ese humor verbal y Cantinflas, es que los filmes del mexicano ocupan un lugar privilegiado en la biblioteca cinematográfica latinoamericana.

Ese legado es también hoy el hervidero de dimes y diretes entre miembros de la familia del comediante, quien lucha por adueñarse de una filmografía compuesta por más de 50 obras.

Nacido el 12 de agosto de 1911, en la barriada Santa María la Redonda, en ciudad de México, Mario Moreno supo desde temprano qué era vivir entre la pobreza. Fue el sexto de seis hermanos y el hijo de Pedro Moreno Esquivel, un humilde cartero, y Soledad Guízar Reyes.

Bajo ese panorama, no tuvo mayor escuela artística que la pobreza, de la cual, probablemente, sacó esa habilidad para conectarse con el pueblo, un talento que, a la postre, le valió la fama y el cariño de millones de personas.

Antes de su debut artístico, a Mario Moreno se le llegó a ver también en los cuadriláteros, donde intentó ganarse la vida como pugilista, según se desprende de publicaciones sobre la vida del actor, como Su Excelencia.

Hasta el Ejército de México fue a dar el mexicano, como soldado de infantería, en 1928.

Como torero profesional, también probó suerte el humorista. Pero lo suyo, definitivamente era hacer reír, así que sus primeras maromas las dio en el circo, en 1930.

De allí saltó al teatro y al cine, escenarios en los que también se mantuvo en contacto con su gente.

Mientras se preparaba para dar su salto al cine, Cantinflas conoció a la rusa Valentina Ivanova. Con ella se casó en 1934. Fueron inseparables hasta el día en que murió Ivanova, en el año 1966.

La oportunidad de hacer cine le llegó en 1936, cuando protagonizó No te engañes corazón. Ese fue el nacimiento de una prolífera carrera.

La incontinencia verbal de Mario Moreno se terminó el 20 de abril de 1993, fecha en que murió de cáncer de pulmón; mas hoy, su humor verbal se mantiene vivo. No en vano, el mismo Charles Chaplin llegó a catalogar a Cantinflas como “el mejor comediante del mundo”.