Un minuto de aplausos por los 50 de Fukoshima

En Fukoshima, 50 hombres han actuado como héroes para salvar a los demás

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Cuando leí la noticia con detenimiento me quedé atónito, no podía creer lo que estaba leyendo; sentí un gran vacío en la boca del estómago. De inmediato rebusqué en mi memoria recientes hechos de similar magnitud y solo recordé los casos de muchos soldados que son enviados a una guerra; sin embargo, esos ejemplos no eran comparables con lo que estaba leyendo, porque no encuentro justificación a las guerras, nací en un país que no tiene Ejército y soy hijo de un italiano inmigrante que fue obligado a enlistarse para la Segunda Guerra Mundial y vivir, en ese episodio, la muerte de su hermano mayor. Desde niño aprendí en casa que las guerras solamente sirven para crear más dolor y violencia.

Lo que leí fue una publicación de BBC Mundo que indicaba que alrededor de 200 técnicos japoneses trabajan contrarreloj en la planta mundial de Fukoshima (ubicada a 220 kilómetros al norte de Tokio) para tratar de estabilizar el recalentamiento en los seis reactores nucleares que se vieron afectados con motivo del terremoto y posterior sunami del viernes 11 de marzo.

De 800 trabajadores que intentaban detener el desastre, y que trabajaban por turnos y grupos de 50, solamente quedó la última brigada y, tal vez, la última oportunidad que tiene Japón y el mundo para evitar una catástrofe mundial, similar a la sucedida en la central ucraniana de Chernóbil en 1986.

Para comprender la acción heroica de los 50 de Fukoshima –como ya se les ha comenzado a llamar a nivel mundial– podemos utilizar como punto de comparación que mientras un rayo X del pecho significa 0,04 milisievert (mSv) y una mamografía 0,30 mSv, el martes anterior, el Organismo Internacional de Energía Atómica indicó que poco después de la explosión en el reactor 2, se llegó a registrar niveles de hasta 400 mSv por hora.

Exposicón letal. Este dato es alarmante ya que, según la Asociación Nuclear Mundial, la exposición de una persona a más de 100 milisievert (mSv) al año puede causar cáncer, la exposición a una sola dosis de 1000 mSv puede causar envenenamiento por radiación y una sola dosis de 5000 mSv mataría en menos de un mes a la mitad de las personas expuestas.

A pesar de que en pocas horas este grupo de trabajadores puede recibir cantidades letales de radiación, ellos permanecen voluntariamente en la central nuclear, intentan bombardear agua de mar a los reactores que están fuera de control. Cambian turnos de forma constante y utilizan trajes especiales para evitar de alguna forma su exposición a la reactividad, pero, en el fondo, ellos saben bien que están ahí, como lo dijo uno de ellos aceptando su destino, como si fuera una condena de muerte.

Hasta el momento, este trágico acontecimiento obligó a que el Gobierno japonés ordenara el cierre de esta planta nuclear una vez que se hayan controlado las fugas y la alta temperatura del lugar, y, como bien lo expresó desde Bogotá el ex- vicepresidente de los Estados Unidos de Norteamérica Al Gore, esto debe servir para que muchos países sigan el ejemplo y suspendan sus proyectos nucleares. El Gobierno de Costa Rica debe apoyar de inmediato esta iniciativa; aunque vivamos en un país desarmado, estamos expuestos a lo que hagan otros que sí tienen plantas nucleares y que se exponen a lo sucedido en Fukoshima.

Héroes. Las declaraciones de los familiares de los trabajadores involucrados han sido desgarradoras. Una de ellas contó que su papá, de 59 años, se ofreció de voluntario, a pesar de que le faltaba solamente medio año para jubilarse; y otra niña escribió en Twitter: “La gente en las plantas está batallando, sacrificando sus vidas para protegerte. Por favor, papá, regresa con vida”.

Hasta ahora, cinco trabajadores han perdido la vida en la central nuclear y más de una veintena han resultado heridos. Ellos, al igual que como lo hacen algunos otros, enaltecen el trabajo al punto que están dando su vida a cambio de intentar salvar la de muchos otros.

Finalmente, quienes desde lejos vemos esta gesta, no nos queda más que levantarnos para aplaudir lo que están haciendo estos héroes anónimos, elevar una oración por sus familias y después regresar a nuestros trabajos con la lección aprendida del deber de dar nuestro mejor esfuerzo y empeño, no importa lo que hagamos. Esa será la única manera que como seres humanos y trabajadores podremos honrar y dignificar el trabajo y lo que están haciendo los 50 de Fukoshima.