Un Magón para la danza

Rogelio López El país le reconoce su valiosa producción coreográfica y su labor como maestro

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El premio Magón, la mayor distinción que otorga el Ministerio de Cultura y Juventud, llegó por primera vez a la danza costarricense. Esta designación, correspondiente al año 2011, la merecieron el coreógrafo Rogelio López y el científico Rodrigo Gámez. Para la disciplina danzaria, este reconocimiento viene a constituir otro de los componentes que consolida un campo intelectual o artístico, como lo señala Pierre Bourdeu.

En Costa Rica, la danza ya cuenta con varias generaciones de creadores que desarrollan disímiles estilos y géneros coreográficos; con instituciones estatales que cultivan el arte del movimiento, y con festivales de mucha trayectoria, crítica permanente, premiación específica desde 1993, un dinámico sector independiente y un público que sigue atentamente la producción.

Trayectoria. Rogelio López, nacido en 1948, se inició profesionalmente en la danza en la década del 70, en un contexto de transformaciones y luchas políticas y sociales que marcaron la producción coreográfica de esta época. Fue partícipe del movimiento de artistas que crearon las instituciones nacionales que hoy apoyan la danza desde las universidades y el Ministerio de Cultura.

Desde niño, Rogelio sintió el deseo de bailar y, ya adulto, se formó al lado de maestras como Mireya Barboza y Elsa Vallerino, por citar algunas de las que más influyeron en él. Luego complementó sus conocimientos con otros coreógrafos, como Yurik Kikuchi, Louis Solino, Rajhika Puri, Fred Traguht, Hans Zullig, Bertrand Ross, Charles Moore, Takako Asakawa y Carlos Orta, de quienes se nutrió para consolidar su estilo pedagógico.

Como intérprete, López participó en producciones coreográficas de Mireya Barboza, Elsa Vallerino, Cristina Gigirey, Elena Gutiérrez, Richard Krosky, Luis Piedra y Susane Linke. Sin embargo, una de las características que distingue la trayectoria de Rogelio López es haber sido director de Danza Universitaria, la primera compañía de danza profesional en Costa Rica, durante 28 años (1978-2006).

Con esa agrupación, Rogelio construyó un lenguaje ecléctico con el que ha retratado aspectos medulares de su tiempo y de manera crítica, a través de casi un centenar de obras. En la mayoría de las coreografías mantuvo el estilo compositivo que caracteriza a la danza-teatro y, en un menor número, desarrolló el material de corte abstracto.

Algunas de sus creaciones emblemáticas del siglo XX fueron Tiempos (1978), Tierra del maíz (1982), Gentes (1984), Juan Juan María María (1985), Vitalitas (1988), 40 veces un año (1989), Palabras castellana contadas en tonos desesperados (1992), Dulce y amargo (1997), Werther, una pasión bailada (1999), y, por citar montajes de años recientes, Piel adentro (2004) y Amorosamente los amorosos (2006), así como la serie de Imágenes imaginadas para imaginar, que comenzó a crear desde 2007.

Después de la coreografía, su otra pasión ha sido la enseñanza, labor que ha realizado en varias instituciones nacionales y extranjeras.

Por esa razón impartió clases y dirigió talleres de danza para una gran cantidad de bailarines y coreógrafos, primero en el Conservatorio de Castella, a mediados de los años 70, y luego en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, donde trabajó por muchos años con estudiantes de primer ingreso.

López también fue invitado a compartir sus enseñanzas en la Escuela de Danza de la Universidad Nacional, y ha sido docente invitado en universidades del Perú y México.

Aportes y logros. Rogelio López propone una danza que valora la expresividad del bailarín, la cual se complementa con el desarrollo técnico, donde el contenido determina la forma. Esto le permitió dotar a sus bailarines de un estilo interpretativo particular, con mucha proyección escénica. Rogelio valora la curva, los cuerpos disímiles que contribuyen a una diversidad creativa.

A modo de anécdota, vale destacar que, mientras el gremio de danza nacional se adhería a la técnica Graham para su entrenamiento, él proponía su “clase de seguimiento”, que trabaja la búsqueda de personajes o cualidades de movimiento acordes a la obra que se ejecuta.

Esa posición ideológica y su forma de trabajar el cuerpo llamaron la atención del maestro alemán Hans Zullig, director de la Folk-wang Hoschchule, quien decidió venir a Costa Rica y trabajar durante la década del 80 con el elenco de la UCR para compartir su técnica de entrenamiento. Desde entonces, Zullig se convirtió en un seguidor de la compañía.

Como creador, Rogelio siempre trató de conocer al bailarín y aprovechar sus dotes personales para trabajar de manera conjunta en la creación de los personajes o en las variaciones del movimiento. Así, sus obras reciben un aporte fundamental de sus intérpretes; por esto, en cada reposición, sus obras cambian sustancialmente.

Bajo su dirección, Danza Universitaria fue la primera compañía de danza costarricense que participó en el Festival de Ballet de Trujillo (Perú), y fue invitada a realizar una gira a Europa a mediados de los años 80 con más de una veintena de bailarines. Además, desde 1991, este grupo contó con sala propia, el Teatro Montes de Oca, para sus presentaciones, lo que le permitió retomar sus obras en temporadas prolongadas.

En 1981, Danza Universitaria creó el “grupo de aspirantes” como un semillero del cual se llenarían sus plazas futuras. Después de 2006, al dejar la dirección de Danza Universitaria, López asumió el proyecto formativo Danza Abierta, que le permitió trabajar con varias generaciones de jóvenes, hasta su jubilación como director.

La polémica no estuvo fuera de su esfera de trabajo. En algunos momentos se objetó su largo mandato en la dirección ya que, en otras compañías, quienes cumplían ciclos de cuatro o cinco años eran los directores, pero los bailarines se mantenían estables; en cambio, en Danza Universitaria, los bailarines eran quienes se marchaban.

Reconocimientos. La vasta obra de Rogelio López ha sido reconocida desde el inicio de su carrera de intérprete, coreógrafo y director. De esta forma obtuvo varios galardones que entregó el Teatro Nacional durante la década del 80.

En 1986, en el Festival Iberoamericano de Danza Óscar López (Barcelona, España), Danza Universitaria obtuvo el premio al mejor grupo. A su vez, Rogelio López recibió el Premio Áncora que entrega el periódico La Nación en la categoría de danza por su trayectoria en el año 2000.

También ha recibido premios como director de teatro y escenógrafo en 2003 por el montaje Rinocerontes. Lo mismo se le reconoció en 1998 por el espectáculo Marimbaleando con la Compañía Folklórica de la Universidad de Costa Rica.

Tanto sus coreografías con Danza Universitaria como las creadas para otras agrupaciones se han bailado en más de 15 países de América Latina, España y Alemania. En la actualidad, López sigue creando de manera independiente, involucrado en varios proyectos escénicos nacionales y en el exterior.

La autora fue miembro fundador de Danza Universitaria, y es catedrática de la Escuela de Danza y presidenta del Sistema de Estudios de Posgrado de la Universidad Nacional.