Un embajador de la cultura

Atenta presencia El diplomático mexicano Antonio Mediz Bolio se sumó al mundo artístico de Costa Rica

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Hace un tiempo, en las páginas de Áncora apareció una estupenda crónica sobre el proceso de construcción, en 1929, de la sede de la Embajada de México en Costa Rica, edificio que hasta hoy continúa como tal. Surgida de la pluma –sería mejor decir “del teclado”– del arquitecto Andrés Fernández, la crónica nos permite conocer algunos momentos importantes acaecidos mientras los materiales se sumaban para dar lugar al edificio blanco “de estética colonial hispanoamericana” que se encuentra a un costado de la Antigua Fábrica de Licores y, como impone la costumbre costarricense, a 75 metros este de la Casa Amarilla.

Dicho artículo se suma a los textos escritos por las historiadoras costarricense y mexicana, respectivamente, Clotilde Obregón y Guadalupe Rodríguez de Ita, en el libro La sede de la Embajada de México en Costa Rica: testimonio de una relación sólida y constructiva .

En todos los textos surge la figura del Ministro Plenipotenciario de México, el escritor e intelectual Antonio Mediz Bolio, aunque, por no ser el objetivo de tales escritos, no se abunda en la carrera política y literaria de esta figura extraordinaria de la cultura y el arte de México e Hispanoamérica.

Escritor y traductor. Mediz Bolio (1984-1957) fue originario del estado de Yucatán, en el sureste de México, lo que le permitió estar en contacto con la lengua maya y aprender a hablarla y escribirla. Años más tarde, ese conocimiento le sería de mucha utilidad para varios de sus proyectos profesionales, entre ellos el literario.

Identificado con los ideales de la Revolución Mexicana de 1910, Mediz participó en ella desde muy joven en actividades políticas que incluso le valieron el destierro durante la dictadura de Victoriano Huerta.

A su retorno, Mediz se dedicó al periodismo como director del diario La Voz de la Revolución , órgano informativo del gobierno del general Salvador Alvarado en Yucatán. Al mismo tiempo, Mediz se introdujo en la promoción cultural como director de Bellas Artes de la administración de Alvarado, que se destacó por su labor modernizadora.

Posteriormente, como otros escritores e intelectuales que le han dado lustre a la diplomacia mexicana, Mediz Bolio fue invitado a sumarse al servicio exterior.

Su primera misión lo llevó a España, donde estrechó los lazos de amistad con Alfonso Reyes. Este también escritor trabajaba en la legación, lo que nos habla de la calidad del equipo que México tenía acreditado ante el gobierno español.

En Madrid, con carta-prólogo de Reyes, Mediz Bolio publicó una de sus obras más conocidas: La tierra del Faisán y el Venado (1922), considerada entre los libros iniciadores de la literatura indigenista en Hispanoamérica, toda vez que, con estilo limpio y sencillo, coloca al lector frente a historias propias de la cultura maya.

En su carta-prólogo, el autor de Visión de Anáhuac afirma que Mediz abre un horizonte para los estudiosos de las características de las diversas regiones que son parte de la geografía mexicana: “Así quisiera yo que, de cada rincón de la República, nos llegara la voz regional, depurada y útil”.

No era ese el primer libro del futuro ministro plenipotenciario de México ante Costa Rica pues ya antes había publicado varios títulos, tanto de poesía como de narrativa y hasta guiones para zarzuela y opereta; pero sí es el que lo proyecta como un escritor nacional, aun a pesar de su intenso sabor local. A su vez, los críticos de su poesía están de acuerdo en clasificarla en la corriente modernista.

En su carrera como diplomático, Antonio Mediz Bolio pasó de España a Colombia, Argentina y Suecia hasta llegar a Costa Rica en 1925 para ocupar la titularidad de la Legación mexicana y para representar a su país ante el gobierno de Nicaragua desde la capital costarricense.

Hermandad. En San José, Mediz se integró con rapidez al ambiente cultural, a la vez que cumplió con su trabajo de reforzar los lazos de amistad existentes entre los dos países, Así lo demuestra el hecho de haber conseguido que el Congreso de Costa Rica aprobase la donación de un terreno para que en él se construyera la sede de la representación diplomática mexicana.

Uno de sus principales interlocutores costarricenses fue don Joaquín García Monge. Con su generosidad característica, este prócer de las letras hispanoamericanas decidió patrocinar, bajo el sello Repertorio Americano, la edición de un importante trabajo de Mediz Bolio: la primera traducción completa del libro El Chilam Balam de Chumayel , compilación de libros sagrados mayas que habían pasado de generación a generación entre sus comunidades desde el siglo XVI.

Esa traducción, por su calidad y verosimilitud, se considera todavía hoy la mejor, hasta el grado que constituye la base de las ediciones contemporáneas, como la realizada por Mercedes de la Garza. Ella sostiene que Mediz Bolio “buscó hacer una traducción clara” a pesar de que a veces prefiere “la belleza de la expresión a la significación literal, de lo que resulta una versión poética profundamente emotiva”.

La edición de esta obra en la colección del Repertorio Americano construye una nueva afinidad de García Monge con Alfonso Reyes pues ya, en 1916, don Joaquín había publicado, también en San José, la primera edición de Visión de Anáhuac, ensayo histórico de Reyes.

Mejor aún, se trata de una afinidad de doble sentido. Por un lado, García Monge reunió dos obras de importantes escritores mexicanos en un mismo sello editorial costarricense, cuya importancia en la literatura hispanoamericana crece con el paso del tiempo; por otro lado, se estableció la cercanía entre dos quehaceres literarios nacionales: el costarricense y el mexicano, que en hasta la actualidad sigue vigente.

El trabajo de Mediz Bolio fue bien reconocido aquí y allá. Como dice Guadalupe Rodríguez de Ita, la política mexicana pasó por momentos convulsos, pero los sucesivos gobiernos ratificaron a Mediz como su representante en Costa Rica y Nicaragua hasta 1932.

Ya en suelo mexicano, el escritor continuó una fructífera carrera literaria, periodística, cultural y política; publicó varios libros más, ingresó en la Academia Mexicana de Lengua, compuso letras de canciones populares, escribió guiones para películas mexicanas, como La noche de los mayas , y colaboró en diversos medios periodísticos.

Sus biógrafos resaltan la huella dejada por Mediz Bolio en todos los lugares en los que estuvo; en Costa Rica queda constancia física, es cierto, con la sede de la Embajada mexicana, pero es igualmente cierto que su vínculos con los círculos intelectuales y su labor cultural lo ubican como un verdadero embajador del arte y la cultura.

El autor es jefe de la Cancillería de la Embajada de México en Costa Rica.