Un amigo salvadoreño del presidente Mora

En el destierro El médico Manuel Gallardo Avilés fue testigo de la notable energía que Mora irradiaba

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

En los trece meses de su destierro (1859-1860), don Juan Rafael Mora forjó relaciones de amistad y marcó el destino de varias personalidades en El Salvador, Estados Unidos, Guatemala y Panamá. Su ímpetu empresarial, la nobleza en su modo de ser y de actuar, así como su capacidad de inspirar a otros se traslucen en las casi desconocidas remembranzas del intelectual, político y hombre de negocios doctor Manuel Gallardo Avilés, rector de la Universidad de El Salvador entre 1859 y 1861.

Por la influencia bienhechora de don Juanito, el doctor Gallardo ascendió de profesional de la medicina a próspero caficultor y exportador del aromático grano a Europa, hasta diversificar su actividad en los dominios del comercio, la banca y las finanzas.

La noticia de este testimonio fehaciente es parte de la recuperación de la figura de Mora el Libertador y Héroe Nacional enaltecido en otras repúblicas; así, su bronce se entronizó hace 67 años en la Galería de Próceres de la Independencia Americana en el Palacio de Itamaraty (Rio de Janeiro), y se estudió su vida y su obra a título de latinoamericano emblemático en los liceos del Uruguay a principios del siglo XX.

“Apartándose de la costumbre de casi todos los emigrados políticos, que gastan su tiempo en lamentaciones y proyectos quiméricos”, el presidente Mora organizó “una vasta empresa de agricultura aplicada al café, como lo había hecho en su patria”, escribió el doctor Gallardo.

“Es increíble el entusiasmo que despertó en todos los alrededores de Santa Tecla y aun a lo lejos, ese proyecto del Sr. Mora, quien, con otros miembros de su familia, dio principio a la ejecución de sus planes, desarrollando en esta población una actividad desconocida y un cierto bienestar en las clases obreras, que no ha desaparecido después de treinta años”.

Hombre múltiple. El doctor Gallardo había obtenido su licenciatura en medicina de la Universidad de San Carlos, Guatemala. En la Universidad de París ganó el doctorado en medicina y cirugía. A orillas del Sena, gracias a la prensa francesa, acompañó –junto con un puñado de ansiosos centroamericanos– “los giros y peripecias” de la guerra al filibusterismo esclavista jefeado por William Walker, “perversa individualidad”.

Manuel Gallardo Avilés desempeñó tres veces la alcaldía de Santa Tecla, fundada en 1854. Fue elegido representante popular y presidente de la Cámara de Diputados, senador en dos ocasiones y presidente del Congreso Nacional. Designado a la Presidencia de la República en dos periodos distintos, fue asimismo ministro de Gobernación y ministro de Educación Pública.

Oriundo de Suchitoto, Gallardo era primo hermano de don José María Cañas, quien le llevaba 17 años. Su señora madre, doña Josefa Antonia Avilés, fue hermana del cura del pueblo, don José Marcelo Avilés, progenitor biológico del general Cañas –hecho filial confirmado por Lucía Cañas en su libro Suchitoto, sus raíces: un diálogo con mi padre (2008)–.

Huérfanos de padre a corta edad, el presbítero Avilés ayudaba a sus siete sobrinos: “Fue para nosotros un padre a quien toda mi familia rindió la obediencia y respeto que se merecía”, afirmaba el doctor Gallardo.

El doctor Gallardo rememoraba que, “mediante Cañas, el señor Mora se dignó favorecerme con sus relaciones, que yo estimé en alto grado y cultivé con placer, pues era él persona muy distinguida por su carácter y posición social. Después de algunos días que permaneció en la capital, vino a avecindarse a Santa Tecla con toda su familia, seducido por la bondad de su clima y la excelencia de sus terrenos”.

El conocimiento tecnológico de los moristas trasterrados a consecuencia del cuartelazo del 14 de agosto de 1859, fue determinante en la expansión cafetalera de El Salvador. Don Juan Rafael hizo un almácigo de dos millones de plántulas de cafeto en Santa Tecla.

Las exportaciones del grano que alcanzaban apenas a 904 quintales en 1856, representaron, tres años más tarde, el 1% del comercio exterior con 18.000 pesos, que en 1860 aumentaron a 26.000 pesos. Para 1861 ya eran 36.000 pesos y en 1862 el monto iba por 53.000, equivalentes al 5,3 % de todas las exportaciones del país.

La producción total saltó de 10.000 quintales en 850 hectáreas cultivadas en 1860, a 100.000 quintales en 7.700 hectáreas para 1876.

Recuerdos. “El Sr. Mora, llevado del cariño que me había cobrado en el curso de nuestras relaciones, viéndome empeñado en organizar los servicios de la universidad y del hospital [adscrito a la institución de enseñanza superior], me habló varias veces del poco provecho pecuniario que había de reportar en tales ocupaciones y aun del ejercicio de mi profesión cuyas remuneraciones eran en aquellos tiempos muy exiguas y no se prestaban por consiguiente a la acumulación de algunas economías con que responder al porvenir de una familia”, escribió el médico salvadoreño.

Añoraba el doctor Gallardo: “Me aconsejó venir a Santa Tecla, donde él mismo elegiría para mí un buen terreno, en que pudiese formar una mediana plantación de café con los pocos recursos de que pudiera disponer; asegurándome que al cabo de pocos años yo habría improvisado una regular fortuna, como sucedió a muchas personas en Costa Rica y que, cuando esto se lograra, no dudaba un momento que yo le consagraría algunos recuerdos de gratitud”.

“Estas amistosas y persuasivas reflexiones me sedujeron por completo y puse en práctica los consejos del Sr. Mora. Con su ayuda tomé uno de los mejores terrenos de Santa Tecla y di principio a cercarlo”, escribió en su evocación y agregó:

“No siéndome posible residir en esta localidad, después de algunos pocos trabajos preliminares de poca importancia, celebré con don José López un contrato para la siembra de doce mil árboles de café. Este trabajo demanda algún tiempo considerable, durante el cual yo venía [de la ciudad capital] un día por semana para inspeccionar el curso de las operaciones que aquel exigía”.

Reencuentro. Luego de seis años, 30.000 matas de café le rindieron a Gallardo cerca de 1.000 quintales de fruto. Empezó a colocar su propia producción en Inglaterra, donde llevó a estudiar a dos de sus hijos internos en colegios prestigiosos.

De Londres y París, Gallardo importaba mercaderías que vendía en San Salvador. Con un legado recibido por su esposa agrandó el capital y llegó a ser un hombre rico, fortuna iniciada gracias al sabio consejo del presidente Mora que él supo realizar con singular destreza.

Sin embargo, aún hay más. El subibaja de la política resultó adverso a Gallardo, y en 1872 fue desterrado a Nicaragua, donde enfermó de disentería. En procura de sanación viajó a Costa Rica y se encontró con una entrañable amiga de la familia, la señora Inés Aguilar de Mora.

“La viuda de Don Juan Rafael Mora, apenas supo el estado de mi salud, me envió a su médico, el Dr. Toledo [Nazario Toledo Mattey, hijo homónimo del tercer canciller de Don Juanito] para proveer mi restablecimiento”, recordaba el doctor Gallardo. También lo asistieron condiscípulos suyos en Guatemala, “y un médico notable de Cuba”, el Dr. Luis Martín Castro.

Este amigo salvadoreño del presidente Mora, Manuel Gallardo Avilés, nacido en 1826, falleció en 1913. Entre 1892 y 1896 redactó sus inconclusos Recuerdos autobiográficos , recopilados por su nieto don Miguel Ángel Gallardo en Papeles históricos (Santa Tecla, 1954).

El autor es editor del libro 'Don Juan Rafael Mora: el proceso parlamentario de su proclamación como Libertador y Héroe Nacional' (EUNED, en prensa).