Tiempos de consideración y reconsideración

Valoraciones sobre el eventual retorno de Figueres Olsen a la arena política

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Ante el regreso de José María Figueres y las insinuaciones sobre su contribución a los futuros del país, comparto el sentimiento de Ottón Solís respecto a que revela cierta medida de cinismo en él ( La Nación 23/12/11, p. 7A). De igual manera, al percibir también un grado de sabiduría cínica en nuestro propio pueblo ( La Nación 30/12/11), no dejo de entender ciertas apreciaciones al contrario de don Alberto Cañas Escalante.

Además, tomando en cuenta otro asunto relacionado, espero no cometer una infidencia al decir que mi apreciada amiga doña Karen Olsen muy amablemente me invitó a “un cafecito” con ella para discutir una imagen desfavorable que describí de José María en esta página, hace algunos años; sin embargo, no se materializó la conversación porque puse una condición que ella, por razones comprensibles, no aceptó.

¿Contradicciones? Pienso que todos los costarricenses las tenemos ante un eventual retorno de Figueres a la arena política nacional; por tanto, voy a tratar de explicar las mías abajo, con el ruego de que sean leídas con mucho cuidado hasta el final.

Valorar la probabilidad y conveniencia de una segunda presidencia de Figueres Olsen no es fácil. Al respecto, necesitamos cuidarnos de intereses y prejuicios partidarios, tomando en cuenta condiciones y factores más amplios, como estos: 1. Es posible que la peor opción para la actual generación costarricense sea un monopolio del poder por parte de la familia Arias y sus allegados.

2. Las perspectivas para el desarrollo del país tienen que superar y trascender las pautas neoliberales que caracterizan ese clan.

3. Realísticamente hablando, la ciudadanía costarricense no puede cortar de raíz el personalismo en un lapso previsible.

4. No tenemos más remedio que aceptar alguna forma de él menos abrazadora o encontrar un equilibrio transformador entre sus variedades. Entonces, la pregunta clave es: ¿Cómo desplazar el personalismo o caudillismo del campo político-partidario y ponerlo a unificar y consolidar la vida nacional, para impulsar el desarrollo?

Y no nos equivoquemos: lo anterior no requiere legislación nueva y, menos aún, una asamblea constituyente o serie de reformas constitucionales, como algunos –incluyendo a Rodrigo Arias– sugirieron hace varios años.

Estoy de acuerdo con Johnny Meoño Segura en que, dentro del marco constitucional-legislativo vigente, existe el instrumental normativo requerido. Lo que falta principalmente es visión de gobierno más clara e integradora y acciones políticas específicas menos restrictivas o folclóricas. Se pregunta uno, a veces con impaciencia: ¿Cuándo “caerá la peseta”?, porque disponemos de casi todas las condiciones necesarias; por ejemplo: en el campo económico, allí están las ideas de Helio Fallas; las de Jorge Rovira en politología; las de Johnny Meoño en administración; y, para la indispensable humanítica o humanismo práctico, están los esfuerzos de quien suscribe; y hay otras.

Pongo dichos nombres y apellidos, incluyendo el mío inmodestamente, para representar la tendencia de ideas y proyectos, no porque sean las mejores, sino simplemente porque son conocidas y han estado disponibles desde hace mucho tiempo. Lo que se requiere es sacar algunas de ellas del ámbito académico, donde languidecen por muchos años, y que otras sean rescatadas de la tradicional autosubestimación tica, que suele descartar la creatividad propia o productividad gestora práctica, con esperanzas vanamente puestas en ideas foráneas y mesianismos disfuncionales.

En los “temores y temblores” ante ese recio panorama, juzgo que la discusión nacional debería girar en torno a los aportes, ventajas y desventajas de José Figueres con los de Johnny Araya y otros del PLN, frente a los de Ottón Solís, Luis Guillermo Solís y otros del PAC.