Teoría del bostezo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El buen Quinto Fabio Máximo ha pasado malamente a la historia como el santo patrono de quienes dejan todo para más tarde. “¡No hacés tus tareas porque sos como Quinto Fabio Máximo!”, exclaman los padres a sus hijos cuando unos y otros saben quién es Quinto Fabio Máximo, pero esto nunca ocurre –la verdad sea dicha– porque la educación grecolatina no pasa hoy por un buen momento, aunque parezca lo contrario cuando uno escucha los discursos demosténico-ciceronianos en la Asamblea Legislativa.

Así pues, por carecer de una sólida cultura arcaizante, los padres se pierden una tremenda oportunidad de regañar como los clásicos, y los chicos siguen sin hacer sus tareas, ajenos fieramente a los deberes escolares, que nos han hecho, a los mayores, personas de prez y pro, y ciudadanos ejemplares aunque nadie siga nuestro ejemplo.

Sin embargo, a Fabio Máximo le sorprendería esa fama de posponedor de obligaciones; pero la verdad es que a Fabio ya no le sorprende nada, y no porque practique el escepticismo popmoderno y el relativismo cultural, sino porque falleció en el año 203 antes de Cristo.

Lo que practicó el general romano Fabio fue la estrategia de evitar batallas contra el cartaginés Aníbal, quien había invadido a Italia con 400 elefantes, como montado en un poema de Rubén Darío.

Según relata Plutarco en sus Vidas paralelas y lo confirman las películas de romanos, Fabio aplicó una estrategia “de desgaste”; es decir, de guerrillas avant la lettre .

Fabio pasó a la historia como el Cunctator : el postergador, y es así el fundador moral de quienes nunca tenemos tiempo para las cosas urgentes; o sea, para las cosas que tienen más prisa que nosotros.

El lema de los postergadores podría ser: “Nunca dejés para mañana lo que podés no hacer hoy”.

Los psicólogos han inventado la palabra ‘procrastinar’, que deriva del latín ‘cras’ (mañana), de modo que el mismo vicio de postergar todo suena ahora más respetable:

–Oiga usted: yo no postergo, yo procrastino.

–Eso ya es otra cosa.

La manía postergatriz se mejora mucho si la llamamos ‘paciencia’; es decir, la virtud que más se parece a un pecado.

Entre la postergación y la paciencia hay un “juego dialéctico”, cual decían los antiguos (o sea, los del siglo XX): quien posterga tiene paciencia, y quien tiene paciencia puede soportar la postergación, como el divertido e irritante Bartleby, personaje de Herman Melville.

Tal vez sea Kafka el escritor que haya sintetizado mejor la postergación y la paciencia. La crítica ha notado la trágica postergación en algunos relatos kafkianos, como en El proceso , a cuyo personaje se le posterga la explicación de su sentencia de muerte. A su vez, en El canon occidental (capítulo XX), el crítico Harold Bloom resalta: “Kafka siempre aconsejaba la paciencia”.

La ansiedad de fama artística es también un juego irónico de postergación y de paciencia ante una gloria que nunca llega. Al fin, se termina llamando ‘resignación’ a la última forma de la sabiduría.