Teatro del espejo

La Compañía Nacional de Teatro estrena ‘Seis personajes en busca de autor’, de Luigi Pirandello.

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“¿Hasta qué punto es la vida puro teatro? ¿Basta ponerle un marco a la realidad para que esta se sacralice ?”, se pregunta el dramaturgo español Francisco Nieva, prologuista de una de tantas ediciones de Seis personajes en busca de autor (1921), de Luigi Pirandello (1867-1936).

En esa obra –que la Compañía Nacional de Teatro presenta desde el viernes 29 de octubre al domingo 12 de diciembre–, un grupo de actores ensaya antes de la función, hasta que de pronto irrumpen seis personajes desconocidos y solicitan que se les asigne un autor: sus historias deben ser narradas.

No; no es una broma. Todo puede esperarse en el teatro pirandelliano, y en esta imprevisibilidad reside su encanto.

“Eran criaturas de mi espíritu, las seis ya vivían una vida que era suya y ajena a mí, una vida que yo no podía seguir negándoles”, explica el autor en el prefacio de la obra que, curiosamente, debió adjuntar luego de que su trabajo se catalogara de “incomprensible”.

Pirandello se consideraba uno de los “desgraciados dramaturgos que no podían satisfacerse solo con entretener, ante la posibilidad de ofrecer un teatro filosófico”.

En ese deseo de trascender la pura expresividad sin contenido, Pirandello agotó todos los géneros literarios: escribió novelas, cuentos y poesía' No obstante, en el teatro fue donde gozó del éxito, y en él se tornó un referente de cabecera del arte escénico mundial.

“La elección de esta obra obedece a una necesidad de mantener clásicos teatrales en el repertorio costarricense”, explicó Gabrio Zappelli, quien, junto con Adolfo Albornoz, dirige la puesta en escena de Seis personajes en busca de autor en Costa Rica.

“Esta obra introduce el concepto del teatro dentro del teatro. Se plantea además un acercamiento de los seres humanos entre sí, y el reconocimiento de que, detrás de cada personaje, hay un drama”, agregó Leonardo Perucci, quien encarnó recientemente el papel protagónico en el drama El vestidor , de Ronald Harwood, obra en la que también existe un teatro dentro de otro.

A su vez, Arthur Miller expresó que “el teatro es un laboratorio donde el hombre puede estudiarse a sí mismo”. Es así una suerte de espejo. Este concepto fue desarrollado ampliamente por Pirandello.

Teatro y pensamiento. Para el dramaturgo italiano, el teatro no es una mera composición, sino una reflexión teórica que involucra su existencia misma y las crisis que esta produce.

Pirandello experimentó la demencia de su esposa (quien debió ser recluida en un sanatorio) luego de un ruinoso momento financiero. Motivado por todo ello, se interesó en las teorías freudianas que le provocaron una “fractura del yo”.

Influido por Freud, Pirandello concluyó que somos uno y muchos, encerrados en una ilusoria identidad: figuras que solamente sin la “máscara de la hipocresía social” pueden reflejarse en un espejo.

De esa concepción nace su idea del “teatro del espejo”, en el que las personas, privadas de las máscaras, pueden verse tal y como son (en latín, persona significa máscara ).

Luego de su invención teórica, Pirandello se dedicó a plasmar esos conceptos en una y otra producción, hasta llegar a la madurez de Seis personajes en busca de autor .

En su novela Uno, ninguno y cien mil (1925), Pirandello refleja explícitamente esta posición: el ser humano, siempre incapaz de conocer su verdadero yo, es uno en sus características personales, cien mil en sus relaciones con los otros y, por tanto, ninguno.

Ese relativismo sicológico –como él lo llamó– supone una incomunicabilidad entre las personas pues, al tener cada cual una manera distinta de ver la realidad, no podemos comunicárnosla; por ende, devenimos en seres solitarios, protegidos por máscaras.

“Nuestro espíritu consiste de fragmentos”, adujo el dramaturgo. No obstante, más allá de las reflexiones filosóficas, Pirandello creó dramas que reflejan lo que él llamó “las reacciones a la máscara”.

La reacción pasiva sucede cuando el personaje de la obra acepta la máscara que le impone la sociedad ( El difunto Matías Pascal , 1904). La reacción irónica se manifiesta cuando el sujeto acepta la máscara, pero bajo la condición de protestar: tiene un rol irónico, agresivo y humorístico ( El juego de roles , 1918).

Finalmente, ocurre la reacción dramática, en la cual el hombre quiere arrebatarse la máscara a toda costa, y reacciona con tal desesperación que, en algunos casos, solo la locura o el suicidio pueden aliviarlo ( Uno, ninguno y cien mil , Enrique IV [1922] y Seis personajes en busca de autor ).

Los tres momentos. Los teóricos dividen el teatro pirandelliano de acuerdo con todos sus géneros literarios o de acuerdo solo con aquellos del género teatral.

En la primera clasificación se estudian tres momentos: primero, su fase casi desconocida como poeta (1899-1895); luego, la época de narrador y novelista (1895-1926); por último, su etapa dramática (1919-1936).

La etapa dramática es agrupada por el mismo Pirandello, quien, en concordancia con su propuesta teórica, titula más de una veintena de obras con el mismo nombre: La máscara desnuda .

En este momento se observan ya las señales de la angustia y el absurdo existencial que tendrán como corolarios las corrientes existencialistas del siglo XX, el surrealismo, el simbolismo y el teatro del absurdo. Este último fue un movimiento que exaltaba el sinsentido de las acciones humanas mediante piezas descabelladas y recursos lingüísticos y escenográficos extravagantes.

Sin embargo, muchos otros teóricos solamente prestan atención al teatro pirandelliano, dejando de lado su poesía y su narrativa. Curiosamente también, los comentaristas encuentran tres momentos: el teatro siciliano, el teatro humorístico y el teatro en el teatro.

El primero es una fase que se considera la época de aprendizaje de Pirandello ( Si no es así , 1915). En su segundo momento, el humorístico, Pirandello muestra inicios de un decadentismo propio que él explica como “un intento de desnudar a todos de sus máscaras”.

Allí se definirá poco a poco su teoría del teatro del espejo y relucirán obras de mayor profundidad ( Así es si os parece [1917] y El hombre, la bestia y la virtud [1919]).

Para 1921, su teatro está “maduro”: retomará una técnica teatral shakesperiana y el palcoscénico múltiple, y eliminará la cuarta pared, que separa al público de los actores.

Nacen entonces Seis personajes en busca de autor , Enrique IV , A la salida (1922), El imbécil (1922) y una decena de obras que constituirían una suerte de teatro del absurdo, casi cuarenta años antes de que el crítico húngaro Martin Esslin acuñase esa idea en 1962.

Como muchos otros maestros de las artes y el pensamiento, Pirandello plantea una contradicción entre la genialidad de su pluma y las vicisitudes de su vida.

En 1924, el diario L’Impero publicó un telegrama suyo dirigido a Benito Mussolini: “Excelencia: Siento que este es el momento más propicio para declararle una fe nutrida y servida siempre en silencio. Si su Excelencia me estima digno de entrar en el Partido Nacional Fascista'”.

Más tarde, Pirandello estará entre los firmantes del Manifiesto de los intelectuales fascistas . “La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe”, escribió otro dramaturgo, Jacinto Benavente.