Sudáfrica hierve: llegó la hora cero

Inmerso en la euforia, el anfitrión del primer Mundial africano enfrenta el monumental reto de cambiar, ante el orbe, la imagen de un continente marcado por la violencia y el hambre. Lo que sí es seguro es que, en ese país, habrá un antes y un después de la Copa 2010.

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La suerte está echada. A estas alturas, en Sudáfrica los conductores cubren sus retrovisores con los colores de la bandera nacional, las cajeras de los supermercados visten prendas de los equipos mundialistas; políticos y ciudadanos de a pie se enfundan la camiseta de los Bafana Bafana y lo último: las escandalosas “vuvuzelas” han salido de los estadios no solo hacia las calles... ¡hasta los feligreses las utilizan en las iglesias para decir amén!.

A 12 días del arranque de la Copa Mundial 2010 en ese país, el resto del mundo concentra su atención en el torneo deportivo más importante del orbe, aunque ciertamente la cuenta regresiva se inició hace rato.

Será por eso que, en estos momentos, quizá sea innececario explicar que el Bafana Bafana no es otro que el equipo patrio sudafricano, o que la “vuvuzelas” son las coloridas y ensordecedoras trompetas, tan infaltables en los estadios de esa región como el balón en la cancha.

El primer Mundial africano quiere enseñarle al mundo los estadios nuevos, las autopistas modernas y los aeropuertos internacionales del país organizador, la primera potencia económica del continente.

Según las previsiones, el gran evento futbolístico podría aportar a Sudáfrica medio punto de crecimiento en el Producto Interno Bruto (PIB), un incremento prácticamente inalcanzable a no ser por esta coyuntura, debido a los ingresos derivados del torneo y a las inversiones masivas en infraestructura.

Ahí relucen ya los aeropuertos renovados, las carreteras, los nuevos servicios de transporte y embellecimiento de zonas cercanas a los estadios.

De acuerdo con la publicación The Economist, unos 373.000 visitantes gastarán un promedio de $4.000 durante las cuatro semanas de competición, cifra que constituirá una indudable inyección de capital a la alicaída economía del país.

Sin embargo, desde ya se esbozan ácidas críticas por las grandes cantidades de dinero que recaudará FIFA, el ente organizador, y que amenaza con dejar al país sede con un grado de endeudamiento derivado de la inversión en edificaciones.

Por lo pronto, el tema de las cifras y las ganancias se queda en el plano especulativo para dar paso a la realidad: el Mundial 2010 ya está en las venas de Sudáfrica.

Por esas calles

En la recta final, por estos días las zapaterías se han abastecido de calzado estampado con los colores de los equipos mundialistas, y bares y restaurantes se adornan con las 32 banderas de los países clasificados. Además, proliferan las apuestas y los pronósticos en Internet y los aficionados se saludan unos a otros preguntándose si ya tienen entradas para el Mundial.

Entretanto, miles y miles de sudafricanos hacen cola para fotografiarse junto al trofeo del Mundial, que ya recorre el país después de haber visitado los cinco continentes y que llegará a Johannesburgo el 6 de junio. A partir de entonces, esperará el abrazo del campeón que se quede con ella, un mes exacto después.

Como era de esperarse ante la espectacularidad de lo que se viene, la población de este país del sur meridional de África, de casi 50 millones de habitantes, se ha olvidado de sus problemas de violencia, pobreza y salud, para sucumbir al delirio del futbol.

Miles de ellos se han volcado en las últimas semanas a las ventanillas de venta de entradas, aunque aún existe un remanente importante de boletos disponibles.. Eso sí: para la final y las semifinales las entradas se agotaron a menos de 24 horas.

Entretanto, la FIFA insiste en que no tiene razones de peso para creer que Sudáfrica no oganizará un gran campeonato, esto ante las dudas que aún persisten sobre su real capacidad para hacerse con un evento de este calibre.

“Este Mundial será un éxito”, afirmó rotundo hace tres semanas el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, quien añadió que Sudáfrica estaba preparada para celebrar el Mundial “mañana mismo”.

Lo cierto es que el campeonato del deporte más popular del mundo y tan esperado por las naciones va a arrancar contra viento y marea, y luego de haber superado contratiempos logísticos y hasta huelgas que amenazaron con cambiar la sede.

Ciertamente, Sudáfrica se lo ha tomado en serio, no solo por lo que significa organizar el espectáculo deportivo más esperado del mundo, sino porque lo entiende como una oportunidad de presentarse ante el este como un país avanzado, moderno y responsable.

“Nuestro país está a punto de situarse bajo el microscopio y el escrutinio”, advirtió recientemente el presidente sudafricano, Jacob Zuma, que comparó el momento con las primeras elecciones democráticas del país, en 1994, las cuales situaron Sudáfrica en las portadas de los periódicos de medio planeta.

En realidad, ese país lleva mucho tiempo bajo la lupa, casi desde el momento mismo en que se le concedió la organización, en 2004, cuando comenzaron a arreciar las críticas y los pronósticos más agoreros que anticipaban un Mundial catastrófico, sin infraestructura y con unos índices de violencia desalentadores.

Y es que Sudáfrica tiene que lamentar 50 homicidios por día, una estadística escalofriante que provoca inquietud entre los 370 mil visitantes al Mundial, aunque es poco habitual que haya víctimas extranjeras. Ello no significa, claro está, que los turistas puedan bajar la guardia y obviar las recomendaciones de sus gobiernos, en el sentido de ser cautos en todo momento.

Sin embargo la organización, consciente de sus debilidades, ha puesto todo de su parte para que el Mundial no se convierta en una desagradable crónica de sucesos que desplace a los goles de los informativos.

El Comisario de la Policía, el general Bheki Cele, detalló que las nueve sedes mundialistas estarán permanentemente vigiladas por unos 46.000 agentes.

Las Fuerzas Armadas ya concluyeron sus ejercicios de entrenamiento y han puesto sus recursos al servicio del campeonato, Interpol ha aplaudido el plan de seguridad de Sudáfrica, y ni siquiera las amenazas de grupos terroristas musulmanes o de extrema derecha han mermado la confianza de la organización.

Incluso, este lunes empezaron a operar 56 tribunales adicionales, especialmente instalados para juzgar los casos relacionados con el Mundial de futbol, los cuales cuentan con 1.140 funcionarios e intérpretes de 93 idiomas.

Como embrujados

Por ahora, entre la FIFA y el gobierno parecen haber espantado el miedo y los sudafricanos ya bailan en las calles al ritmo de las “vuvuzuelas”, toman lecciones de “Diski dance” (el baile del Mundial) y esperan como agua de mayo la posibilidad de acudir a los Fan Fest a contemplar los partidos en pantallas gigantes, algunos de ellos por primera vez en 3D, o a los 10 estadios remozados en los que Sudáfrica ha invertido cifras millonarias.

Las congojas por tener los coliseos a tiempo reinaron hasta la semana pasada, cuando por fin se estrenó el Soccer City, donde se realizarán nada menos que los juegos inaugural y final.

Unos 76 mil espectadores asistieron al acto y activaron las alarmas, pues los atascos en el tráfico, uno de los principales problemas de la ciudad, ocasionaron un caos que provocó un atraso de media hora en la inauguración.

Esta semana, dijeron las autoridades, realizarían otro juego “de prueba”, en una contrarreloj a prueba de nervios de acero, pues a estas alturas hay poco margen de reacción.

Eso sí, una vez que se inició la ceremonia de inauguración del Soccer City, dirigida por el presidente Jacob Zuma, el estadio más grande de África (con capacidad para 94.700 personas) vivió una espectacular puesta en escena.

Los presentes vibraron con una exhibición de cinco aviones de combate que sobrevolaron el estadio ante la cacofonía de las “vuvuzelas”, que eran sopladas sin cesar por la multitud. Las crónicas sobre el momento aseguraron que el ambiente se tornó tan mágico y surrealista como se espera que ocurra en pleno torneo.

Blatter insiste en sus aires de triunfalismo, aunque se cura en salud ligeramente cuando augura el éxito de la organización: “Nadie, en cualquier evento y con cualquier tipo de precauciones en la logística, las telecomunicaciones o los transportes puede garantizar que todo vaya bien. Pero estoy convencido de que será un éxito”, ha insistido el jerarca de la FIFA.

El sello africano

Lo que sí dejan patente los periodistas extranjeros que han empezado a llegar a Sudáfrica para auscultar la sede en los últimos 100 días, es que esta Copa Mundial será muy diferente de cualquiera de las 18 realizadas desde 1930.

Las particulares tradiciones ancestrales de este continente están presentes en diferentes manifestaciones, unas más visibles que otras. Por ejemplo, este jueves decenas de curanderos vestidos con pieles de animales sacrificaron un buey frente al espectacular Soccer City con el fin de “pedirles a los ancestros que el mundo está viniendo a Sudáfrica” y pedir su protección, según dijeron a la agencia EFE.

Unos 300 brujos o “ sangomas” se dieron cita en el lugar y, tras el sacrificio, sus líderes más antiguos entraron en el estadio y cantaron y bailaron con su vestimenta tradicional para bendecir también el interior del recinto.

Otra marca que sin duda será indeleble en los recuerdos (o en los conductos auditivos) de los visitantes es la “vuvuzuela”, la ensordecedora trompeta que, multiplicada por miles en el estadio, ha provocado que más de un futbolista pida su prohibición.

Pero en Sudáfrica nadie se mete con las sagradas trompetas. En cambio, docenas de empresas están produciendo el colorido implemento (que a su vez, será un souvenir infaltable) y se venden a razón de $2.50 en las calles: para los africanos, un estadio sin “vuvuzelas” sería “la cosa más aburrida”, como expresó un vocero local de FIFA.

Aunque la organización asegura que no ha recibido una queja formal sobre el instrumento, anticipan que los visitantes podrían tener serios problemas para tolerar los decibeles que alcanzan estas trompetas, por lo que un par de avispados empresarios ya sacaron a la venta el “antídoto”. Se trata de unos diminutos tapones de oídos que –al que no quiere caldo, dos tazas– ¡tienen forma de “vuvuzelas”!.

Halcones contra rapiña

A Sudáfrica 2010 la FIFA lo denominó “el Mundial Verde”, en un intento de reducir el impacto ambiental que tiene un evento de esta magnitud.

Lo cierto es que la contraparte local ha encontrado soluciones ecológicas muy particulares para acabar, por ejemplo, con las palomas, ratas y cuervos que infestan ciertas ciudades sede.

Así, los halcones que sobrevuelan el estadio de Port Elizabeth –donde se disputarán ocho juegos del torneo– tienen la misión de acabar con las palomas, convertidas en un auténtico problema en los flamantes estadios mundialistas.

Arnold Slabbert, gestor de la solución ecológica, afirmó que los excrementos de estas aves atraen a las indeseables ratas, deterioran los asientos y provocan enfermedades. Los responsables también han instalado refugios para murciélagos para que estos mamíferos, que puedan comer hasta 132 mosquitos por hora, cacen a los insectos atraídos por las luces del estadio.

Así, entre carreras de última hora, rituales ancestrales, medidas atípicas y, sobre todo, una gran esperanza, Sudáfrica y el Mundial están en la recta final de su reencuentro. Ese será el epicentro al que se dirigen la expectación y la euforia que se percibe imparable en estos momentos en todo el mundo.

Las entidades internacionales no cesan de augurar el éxito a una nación que tanto lo necesita.

Este jueves, Willi Lemke, alto funcionario de Naciones Unidas, insistió en el mensaje de esperanza: “Si el Mundial resulta exitoso, contribuirá a aumentar la confianza y el orgullo de muchos países africanos. Eso es inmensamente importante para el futuro de África”.

Elaborado con información de las agencias EFE, AP, AFP, la cadena BBC, la revista The Economist y el Grupo de Diarios de América (GDA).