Sexualidad, Iglesia y prejuicios

La sexualidades un elementobásico dela personalidad

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Por el lejano 1975, la Congregación para la Fe (que algunos, si responden a esta nota, de inmediato relacionarán con realidades “engavetadas” en la historia), publicó la declaración titulada “Persona humana”. Como, seguramente, los que opinan sobre la visión católica sobre la sexualidad no lo han leído ni les importa, les recuerdo su primer párrafo: “la persona humana, según los datos de la ciencia contemporánea, está de tal manera marcada por la sexualidad, que esta es parte principal entre los factores que caracterizan la vida de los hombres.

A la verdad en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad”. Hermoso y equilibrado aún para mentalidades de esas que insisten en ver normal todo.

En 1983, la Congregación para la Educación Católica hizo ver algunas reflexiones interesantes en sus orientaciones educativas tituladas “Sobre el amor humano”. Allí se llega a decir que “la sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano” (n. 4). Me parece que tiene razón. Se trata de una perspectiva que va mas allá de ciertas perspectivas reduccionistas actuales.

Un poco mas adelante dice este mismo documento: “en perspectiva antropológica cristiana, la educación afectivo-sexual considera la totalidad de la persona y exige, por tanto, la integración de los elementos biológicos, psico-afectivos, sociales y espirituales” (n. 35). Y resulta que, aquí también, estoy de acuerdo. Es una perspectiva formativa sana, integral, madura. Deber primero de los padres de familia y luego de aquellos a quienes estos decidan delegar.

Los obispos de Costa Rica indican: “nuestro SÍ rotundo a un programa de Educación para la Afectividad y la Sexualidad, es correlativo a un NO igualmente rotundo al Programa que el MEP proyecta ir implementando a partir del próximo año lectivo”. Y también estoy de acuerdo. Se afirma la necesidad de algo bien hecho y, como es de esperar, se deja de lado cuanto pueda quedar dentro de la categoría de esperpento.

La ocurrencia nueva de nuestro pintoresco ministro de Educación, lleno todo él de detallitos llamativos y marcados por ondas de socialismos trasnochados europeos anticlericales, es solo eso: un esperpento. Y esa ocurrencia, producto de muchos intereses confabulados, una labor de añadidos y sin ninguna claridad, ha desembocado en unos programas que, ni siquiera, en términos pedagógicos o didácticos, merece la mas mínima consideración. Un adefesio, en pocas palabras que, está muy lejos de ser un instrumento útil para lo que se pretende con él.

Obvio que no se trata de una cuestión que tenga que ver, ni de cerca, con lo que comenta algún autor como, por ejemplo, I. Molina (Foro, 3 set 2012) que, a pesar de su oficio, desenfoca el tema que trata y prescinde de las diferencias contextuales que, a todas luces, condicionan hechos, actitudes y argumentos.

Pontificar. Decir lo que la Iglesia no dice, presuponer repeticiones históricas sin fundamento y contar cuentos ficticios (para no decir “chinos”) sobre la perspectiva católica sobre la educación sexual es, hoy por hoy, frecuente. Lástima que, esos despropósitos vengan, con frecuencia, de gentes vinculadas con la academia. Ya se ve que muchos, más de la cuenta, saben de lo suyo, pero, con harta frecuencia, pontifican acerca de otros campos que, a todas luces, desconocen de “pe a pa” o, aún peor, son realidades que desprecian “per se” o solo las leen desde la atrocidad de sus prejuicios.

Mauricio Víquez Lizano, PhD. Universidad de Costa Rica.