Ser fieles a nuestros compromisos

Ceder a tentaciones de corto plazo puede ser demasiado fuerte para la planificación racional

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MELBOURNE - A veces sabemos lo que sería mejor que hiciéramos, pero acabamos por no hacerlo. Las promesas a las que nos comprometemos en Año Nuevo suelen ser así. Las hacemos porque sabemos que sería mejor para nosotros bajar de peso o ponernos en forma, o pasar más tiempo con nuestros hijos. El problema es que una promesa suele ser más fácil de romper que de mantener. Por eso, a finales de enero la mayoría de personas ya las han abandonado.

John Stuart Mill, en su clásica defensa de la libertad, argumentó que cada individuo es el mejor juez y guardián de sus propios intereses. Sin embargo, estudios recientes sugieren que no nos vendría mal un poco de ayuda.

Falta de autocontrol. Dean Karlan, profesor de economía en la Universidad de Yale, examinó la manera de ayudar a algunos de los más pobres de Filipinas a lograr sus metas. Descubrió que, al igual que todo el mundo, les resultaba difícil resistirse a la tentación de gastar lo poco que tenían, incluso cuando reconocían que sería mejor ahorrar para un objetivo que pudiera marcar una diferencia importante en sus vidas.

Cuando se les daba acceso a la banca, ahorraban un poco, pero luego lo retiraban antes de llegar a su meta. Pero, si se les ofrecía una cuenta de ahorros con sanciones por retirar el dinero antes de llegar a un objetivo especificado por ellos mismos, muchos optaban por ese tipo de cuenta, a pesar de que el interés que ganaban no era mayor que el de una cuenta que les permitiera hacer retiros siempre que lo desearan. El uso de la cuenta que penaliza los retiros antes de tiempo les ayudó a alcanzar sus metas.

Karlan examinó entonces otras áreas en que las personas carecen de autocontrol. Encontró que, cuando las personas quieren dejar de fumar, tienen más probabilidades de éxito si pierden dinero en caso de fallar. En un ensayo aleatorio, el 30% de quienes arriesgaban una sanción lograban su objetivo, en comparación con sólo el 5% en el grupo de control.

Contrato de compromiso. Karlan habló de su trabajo con sus colegas de la Universidad de Yale. ¿Cómo, se preguntaban, podemos dar a las personas más incentivos para mantener sus cometidos y lograr sus metas personales? Puede encontrar su respuesta en un sitio web que ayudaron a iniciar, donde las personas pueden hacer un contrato de compromiso que les obliga a llegar a una meta de su elección. Entonces, como incentivo para cumplir su compromiso, pueden decidir una sanción que deben pagar de no lograrlo.

Por ejemplo, una forma de darse un fuerte incentivo para alcanzar su meta es comprometerse a pagar dinero a alguien si no lo hace. Mejor aún, puede especificar que tendrá que pagar una cierta suma a una causa que detesta. Si usted apoya la protección de los bosques tropicales del mundo, podría decidir que la multa se destine a una organización que favorezca el desarrollo comercial de la Amazonia.

Además, el sitio web hace público el compromiso y le permite tener seguidores que le animen a cumplir su objetivo, y a quienes decepcionará si no.

Hasta el momento, 45.000 personas han utilizado stickK para hacer Contratos de Compromiso con un índice de éxito, para aquellos que se asignan un incentivo económico, por encima del 70%.

La investigación de Karlan y los resultados obtenidos en stickK sugieren que la mayoría de la gente, cuando se lo piensa con calma, tiene un sentido de lo que va en beneficio de sus intereses pero, ante tentaciones más inmediatas, a menudo no se puede atener a sus planes. Por ejemplo, la amplia disponibilidad de máquinas de juegos electrónicos y juegos de azar en línea hace que sea difícil para los “jugadores problema” dejar de jugar, a pesar de que saben que están perdiendo más de lo que pueden darse el lujo de perder. Como resultado, muchos se arruinan económicamente y causan gran angustia a sus familias. Algunos llegan a delinquir para pagar sus deudas de juego. ¿Podría ayudarles un contrato de compromiso?

Durante los últimos dos años, en Noruega se requiere el uso de una tarjeta electrónica para casi todos los juegos de azar. Se prohíbe el efectivo.

La tarjeta permite al Gobierno imponer límites diarios y mensuales a la cantidad que los jugadores pueden perder en las máquinas de juegos electrónicos. Este enfoque parece paternalista, y quizás lo sea, pero también se podría defender en términos de evitar que haya quienes acaben sumiendo en la pobreza a sus hijos, convirtiéndolos –en un país como Noruega, que da apoyo a sus pobres– en una carga para el Estado.

Pero la tarjeta también da a los jugadores la oportunidad de fijarse límites. Pueden limitar la cantidad de dinero que gastarán o cuánto tiempo van a pasar en una máquina por vez. Eso no es paternalismo, sino solo un estímulo para hacer una pausa y reflexionar.

La idea de ofrecer a los jugadores la oportunidad de fijar sus propios límites antes de comenzar una sesión de juego está empezando a extenderse por todo el mundo. Además de Noruega, existe en diversas formas en Suecia, Nueva Zelanda y la provincia canadiense de Nueva Escocia.

Recientemente, la Comisión de Productividad de Australia estudió el valor de dichos sistemas de pre-compromiso. Estimó que el coste social anual de la ludopatía en Australia es unos $ 4.700 millones y recomendó la integración de sistemas voluntarios de pre-compromiso en las máquinas de juegos electrónicos. El Gobierno, presionado por un miembro independiente del parlamento, de cuyo apoyo depende, se ha comprometido a poner en práctica las principales recomendaciones de la Comisión.

La toma de decisiones de los seres humanos es compleja. Por nuestra parte, la tendencia a ceder a tentaciones de corto plazo, e incluso a adicciones, puede ser demasiado fuerte para nuestra planificación racional de largo plazo. Pero cuando las tentaciones no están presentes en lo inmediato podemos erigir barreras que nos hagan menos propensos a sucumbir a su regreso. Saber que podemos controlar nuestro propio comportamiento hace precisamente más probable que acabemos por hacerlo.

Copyright: Project Syndicate, 2011 Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Peter Singer es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado en la Universidad de Melbourne. Su último libro es The Life You Can Save (La vida que podemos salvar).