Sensatez y guerra

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Si Corea del Norte era una preocupación con Kim Jong - il, ahora lo es más en manos de su benjamín Kim Jong-un, un joven e inexperto líder al mando de uno de los ejércitos más poderosos y de un país que ha basado su política bajo el principio de “el ejército primero”, con la aspiración, utilizada como herramienta de amenaza, de convertirse en un estado con capacidad nuclear.

El temor de proyectarse débil es mal consejero. Preocupan entonces, la falta de atestados y méritos del “inesperado delfín” Jong- il así como las pocas semanas de ejercicio de la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye.

Desde la Segunda Guerra Mundial, la división de la península coreana resultado de la ocupación de dos fuerzas “amigas” como lo eran la Unión Soviética y los Estados Unidos, luego convertidas en las dos grandes potencias rivales durante la Guerra Fría, desembocaría en la guerra de Corea (1950-3) y alimentaría una generación de odios, tensiones y rivalidades en los últimos 60 años.

Seis décadas han alimentado un abismo de diferencias entre dos territorios de historia compartida, donde los mayores niveles de bienestar social, económico y libertades políticas están en el sur y contrastan con un régimen de necesidades no satisfechas, violaciones de derechos humanos y una dictadura afianzada en el poder castrense y culto a la personalidad.

Al momento de escribir mi columna las tensiones seguían creciendo exponencialmente, manteniendo en vilo a la comunidad internacional. Como dijo el secre- tario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, “la crisis de Corea ha llegado demasiado lejos”.

No hay nada más insensato que la guerra, sin embargo, una y otra vez a lo largo de la historia, los seres humanos siguen cayendo en el peor de los errores, recurrir a la violencia ingenuamente al creer que así podrán resolver las diferencias.

La violencia genera más violencia y preocupa que personas o países cometan el error de validar la “guerra como la continuación de la política con otros medios” (Carl von Clausewitz). “En la guerra no hay condiciones permanentes” (Sun Tzu) y pueden estas fácilmente derivar en escenarios no deseados por las partes, con dantescas proporciones para la humanidad ante la capacidad de destrucción masiva de los armamentos.

Como país contamos con una voz privilegiada en la promoción de la paz y la seguridad internacional. Lo demostramos al impulsar la votación en Naciones Unidas del primer tratado global sobre comercio de armas de la historia. Como ciudadanos del mundo debemos propiciar el diálogo y diplomacia que hagan regresar la sensatez a esa parte del mundo.