Seguidores de Dylan no se preocuparon por las filas

Pelado Espera por concierto nunca calentó. Unos “cuatro gatos” llegaron durante la tarde y tuvieron que aguantar la lluvia

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Si algo dejaron claro los seguidores del músico estadounidense Bob Dylan, es que ellos no hacen largas filas ni esperan bajo el sol o la lluvia durante las horas previas al show de su ídolo.

Incrédulo aún, a eso de las 2 p. m., un equipo de Viva llegó ayer al Palacio de los Deportes para constatar que era escaso el número de fans que se encontraban en los alrededores del lugar... con el pasar de los minutos y las horas, la cifra no varió de forma significativa.

Mayoritariamente en grupos, algunos amigos estaban esparcidos por la fachada del edificio herediano. Camisetas alusivas al cantante –muchas de color negro y que costaban ¢5.000– eran frecuentes en el panorama.

Jóvenes de pelo largo, corto, rapado o con los pelos parados hacían fila junto a algunos que ya sumaban más años a su calendario.

Anécdotas del Dylan y su carrera, lo último de la cartelera cinematográfica del fin de semana o un partido de fútbol, eran los temas de conversación de los asistentes, los cuales matizaban sus pláticas con sorbos de cerveza y el humo de decenas de cigarros, que encendían y apagaban uno tras otro.

Precisamente, para esperar por el concierto y combatir la humedad, la gran mayoría de los presentes sació su sed a punto de “águilas”, “rubias” y hubo hasta quienes prefirieron ingerir algún trago en las rocas (con hielo).

Al principio nadie se mostró preocupado por hacer fila, incluso Leila Vargas, vecina de Heredia, le guardó el campo a su hijo –que no había salido del trabajo– en una de las gradas del complejo deportivo, muy alejada del resto del grupo.

Aguas, aguas. La amenaza de lluvia estuvo presente durante toda la tarde. Eran pocos los revendedores de entradas y menor aún el número de vendedores de souvenirs que esperaban que cayera más que agua en sus bolsillos.

Cuando el reloj llegó a marcar las 4:40 p. m.. la lluvia no dio más tregua y cayó potente sobre la provincia herediana.

Las pocas personas en el lugar rompieron las cortas filas de ingreso y se resguardaron bajo los techos de algunos locales comerciales frente al gimnasio.

De repente, una “tropa” de vendedores de capas se acercó a cuanto presente encontró para ofrecer los coloridos plásticos a ¢1.000.

Por casi dos horas, un intenso aguacero cayó dejando a su pasó varios cuerpos mojados y estornudos. El cálido ambiente interno del Palacio de los Deportes recibió a los pocos fanáticos minutos antes de las 6 p. m .