Russell, explorador del conocimiento

140 años El legado del padre de la filosofía y la lógica modernas llegan aún a nuestros días

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“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad (...). Esta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivirse, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciese la oportunidad”, escribió Bertrand Russell en el prólogo de su Autobiografía . Este año celebramos los 140 años del natalicio de este eminente filósofo, lógico matemático, político y humanista.

Bertrand Arthur William Russell nació en Reino Unido en 1872. Perteneció a una alta familia aristocrática: su padre fue vizconde de Amberley; su abuelo paterno, primer Conde de Russell (título que luego el propio Bertrand asumiría), y su abuelo materno, segundo Barón de Stanley de Aderley.

Sus padres, unos librepensadores, murieron cuando Russell contaba pocos años. Ellos dispusieron que el padrino del pequeño Bertrand, el eminente filósofo inglés J. S. Mill, se encargara de su cuido y educación. Empero, la abuela Russell ganó su patria potestad en un juicio, argumentando que una educación cristiana y familiar era preferible para el niño.

Como correspondía a alguien de la alta aristocracia inglesa, Bertrand fue educado por tutores e institutrices que le brindaron una enseñanza tradicional, y pronto dominó las lenguas clásicas, varios idiomas europeos, así como la historia y la literatura occidentales. Sin embargo, también fue un niño triste y melancólico, acosado por la soledad, las dudas, las voces de escritores pasados y la estricta moral victoriana.

Siendo un adolecente, acaece un hecho determinante en su vida intelectual. Su hermano Frank le presenta la geometría del gran matemático Euclides. Bertrand entendió fácilmente los teoremas y definiciones.

No obstante, topó con un problema: ¿por qué aceptar los axiomas sin demostración alguna? “Bueno, Bertrand, debes aceptarlos porque debemos partir de algún lugar para continuar con el resto de la geometría”, expresó su hermano.

Así fue como Russell descubrió su pasión por las matemáticas y se convenció de que podría dedicar su vida a ella y realizar algún aporte. No estaba equivocado, pues precisamente Russell es el creador de una de las construcciones matemáticas más importantes jamás erigida, al tiempo que innovó la lógica. En cierto sentido, todo esto fue guiado por la crítica que lo enfrentó con Euclides.

Russell y los germanos. A inicios del siglo XX, Bertrand se encontraba ya integrado al Trinity College de Cambridge, dedicado a las matemáticas y la lógica. Fue entonces cuando leyó un pequeño libro que le habían obsequiado y que tenía olvidado en su biblioteca: la Conceptografía , de un alemán poco conocido llamado Gottlob Frege.

Téngase en cuenta que Russell detestaba la filosofía alemana ,predominante en Europa para entonces, y se había librado de ella como de una mala adicción. Esta filosofía era una mezcla variopinta de formas de idealismo y subjetivismo. Russell creía que la mayor parte de los grandes filósofos germanos estaban cargados de religiosidad acrítica y ahogados en errores ingenuos sobre las ciencias y las matemáticas.

A pesar de esa opinión sobre la filosofía alemana, Russell encontró genialidad en los trabajos germanos dedicados a las matemáticas. Redescubrió a Leibniz y estudió de cerca a Cantor. En este contexto leyó a Frege y se sorprendió de lo que descubrió.

Frege trabajaba en lo mismo que él, pero iba mucho más avanzado: intentaba demostrar que toda la aritmética podía reducirse a un sistema lógico axiomático. Si tal proyecto lograba alcanzarse, significaría que la aritmética estaba fundada en la lógica. El trabajo de Frege era complejo e innovador. Consecuentemente, los pensadores de su época lo tenían más bien olvidado (“Creo que fui el primero en leerlo”, escribió Russell en Retratos de memoria y otros ensayos ).

Frege estaba culminando el trabajo de su vida, un gigantesco libro llamado Leyes básicas de la aritmética . El primer tomo ya había sido publicado y el segundo estaba en prensa cuando recibió una carta de Russell. El joven matemático había encontrado una contradicción en su propuesta.

En un sistema axiomático, la verdad de cada teorema depende estrictamente de los axiomas, de los cuales aquellos deben ser deductivamente inferidos. Localizar una contradicción invalida todo el sistema.

En pocas palabras, la paradoja de Russell (como luego se la llamó) conllevaba un golpe mortal al programa logicista de Frege. Con gran nobleza, Frege aceptó el error que poseía su obra magna y murió algunos años después, en 1925.

Esa paradoja fue también una dificultad grave para su autor. Según nos relata en su Autobiografía , Russell pasaba horas delante de un papel en blanco, intentando infructuosamente solucionarla.

Finalmente, durante los primeros años de la década de 1910, apareció la titánica obra Principia Mathematica , redactada en conjunto con A. N. Whitehead. En este libro, Russell creaba la teoría de tipos lógicos, por medio de la cual se supera la paradoja.

Nuevos rumbos. Luego de ese trabajo, un Russell exhausto abandonó en buena medida la investigación de lógica matemática y se concentró en la filosofía. La aguda mirada del pensador inglés pasó sobre la mayor parte de los problemas filosóficos importantes de su época: comenzó en la epistemología y luego se extendió a muchas otras áreas de la especulación filosófica.

Por eso, y por cambiar de opiniones con frecuencia a través de su larga vida, un resumen de sus posiciones filosóficas es impracticable. En cambio, es posible delinear su forma de hacer filosofía.

Durante el invierno de 1921, en una pobre y derrotada Alemania, un joven estudiante de física y filosofía leyó el libro de Russell Nuestro conocimiento del mundo exterior como un campo para el método científico en filosofía , mientras se recuperaba en cama de un resfriado. El joven se llamaba Rudolf Carnap, quien más adelante se convertiría en uno de los más importantes filósofos de la ciencia del siglo XX.

Cuando leyó la obra de Russell, Carnap era apenas un estudiante universitario al que rechazaban en física por ser demasiado filosófico y en filosofía por ser demasiado científico. En el prólogo de ese libro, Russell habla sobre una forma analítica de hacer filosofía. Según esta, los filósofos deben analizar, mediante la lógica y atendiendo las ciencias, problemas específicos y sus distintas soluciones, con el fin de distinguir inferencias falaces, confusiones argumentativas y presupuestos implícitos no problematizados.

Asimismo, deben ser descartados de la filosofía supuestos científicamente anticuados sobre la realidad y barrer las teorías filosóficas que pretendan evitar la crítica mediante la imprecisión o apelando a dogmas y autoridades. Toda idea debe estar sometida a la crítica.

“Sentí como si este llamamiento me hubiera sido dirigido a mí personalmente. ¡Trabajar con este espíritu sería mi tarea desde ahora en adelante!”, escribió Carnap en su autobiografía, La filosofía de Rudolf Carnap . El planteamiento de Russell también influyó en muchos otros grandes filósofos del siglo XX.

Russell vivió muchas décadas dedicado a las matemáticas, la filosofía, la política y otras cuestiones. Tuvo una vida convulsa que lo llevó varias veces a la cárcel, a que lo declararan indeseable y a que lo expulsaran de alguna universidad.

Viajó por todo el mundo y se casó varias veces. Lo persiguieron por promover los derechos de las mujeres. Ya anciano, se lo podía encontrar marchando en alguna protesta a favor del desarme nuclear.

Con justicia es considerado el padre de la filosofía analítica y de la lógica contemporánea, de formas remozadas de empirismo y de criticismo racional, y un defensor incansable de causas políticas y morales, hasta el final de sus días, a la muy avanzada edad de 98 años.