Rompiendo códigos y prejuicios

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El título de este artículo hace alusión, y amplía, el de la pieza de teatro “Rompiendo códigos”, estrenada el año pasado, que será remontada ahora a finales de marzo y durante abril en el teatro La Aduana, y avalada por el Ministerio de Educación, en un documento que dice: “Se manifiesta que la obra ‘Rompiendo códigos’ es apropiada para ser recomendada de interés público”. Sugiere, además, que es una obra “digna de ser vista por todos los docentes y administrativos del MEP y los estudiantes que cursan el III Ciclo y la Enseñanza Diversificada”.

El tema es delicado de afrontar. Recordemos que se trata de la vida del científico inglés Alan Turing, quien fuera contratado por el Gobierno inglés para descifrar el código “Enigma” de los nazis, lo cual contribuyó al triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.

Turing fue un estudioso profundo de las matemáticas, y posiblemente, siguiendo la lógica de esta disciplina que busca la “exactitud”, expresó que siempre intentó profundizar para aclarar y conocer el rasgo de su personalidad, la homosexualidad, rasgo que cambió su destino en forma drástica y dolorosa. Llevado por una gran franqueza, no solo le confiesa su situación a una compañera de trabajo que lo amaba, sino que para no hacerle el juego a una doble moral, decide hablar abiertamente de su situación con sus superiores y asumir las consecuencias. Se le excluye entonces del proyecto y surge la preocupación de si él era lo suficientemente ético y patriótico para guardar el secreto de lo que él mismo había descubierto. Finalmente es llevado a juicio. Me reservo la sentencia y el desenlace por respeto al público que asistirá al teatro.

De más está insertarse en las bondades de la puesta en escena –ya lo hicieron los críticos– y en la magnífica actuación, sin lo cual la obra no hubiera calado tan hondo ya que el problema humano en cuestión es tratado (dirigido y actuado) con total inteligencia y respeto.

Prejuicios e injusticias. Entre otros argumentos de la declaratoria, también se dice que la pieza muestra “temas transversales y las posibilidades de correlacionar que brinda el texto para integrar los procesos de aprendizaje”.

Es obvio que una discusión bien dirigida por los profesores destacará lo valioso que se extrae de los contenidos de la obra teatral, e irá aún más allá: el asunto de los prejuicios, los estereotipos, las deformaciones y las injusticias que conducen a un desenlace nefasto, aún más “nefasto” –y desde nuestra óptica actual, totalmente injusto– que la característica psicológica que se castiga.

Así, un intercambio equilibrado de criterios es una alternativa que cubrirá muchos aspectos de los comportamientos sociales, especialmente en el campo de los derechos humanos y en el comprensión de las diferencias, no solo en este campo de rasgos de personalidad, sino en todas otras variables, tan obvias en nuestra cultura actual.

Ampliando, como dije al inicio, un argumento englobante de la declaratoria es la mención a “la calidad estética, imaginativa y creativa” de la obra, el cual se aplica, según mi criterio, no solo a este caso sino que al arte en general en su característica de provocar ese más allá del texto: la discusión y la reflexión, todo gracias a la capacidad de síntesis de las obras de arte y –aunque parezca paradójico– de las posibilidades plurisignificativas que ellas ofrecen para incentivar el espíritu crítico en los estudiantes.

La experiencia ha demostrado, no solo en el caso del teatro sino que también en otras artes como la literatura –para poner un ejemplo– que cuanto más posibilidades interpretativas ofrezca una obra, más riqueza aporta a la imaginación y creatividad de los estudiantes.

Esta reposición sin duda propiciará –posiblemente– no soluciones concretas, pero sí juiciosas discusiones y madurez para enfrentar estos temas.