Robert Samuelson: La excusa de $642.000 millones

En cualquier otra época o lugar, $642.000 millones representarían mucho dinero. Pero en el Washington del 2013, esa cifra ha quedado reducida a monedas.

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En cualquier otra época o lugar, $642.000 millones representarían mucho dinero. Pero en el Washington del 2013, esa cifra ha quedado reducida a monedas. Cuando la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) anunció que ha reducido el déficit federal proyectado para el 2013 a $642.000 millones –comparado con el déficit del 2012 de $1,1 billones y con la cantidad anteriormente proyectada para el 2013 de $845.000 millones– casi se pudo palpar un suspiro de alivio. El problema del presupuesto se está arreglando solo. El Congreso y la Casa Blanca pueden relajarse. Ya no habrá más rencillas presupuestarias autodestructivas. No más decisiones poco populares entre aumentos de impuestos y recortes de gastos.

¿Podemos volver a la realidad? Para comenzar, $642.000 millones representan una cantidad seria de dinero y a pesar de las modestas mejoras del último informe de la CBO, las tendencias básicas de las finanzas federales siguen el mismo curso. Entre 2014 y 2023, el Gobierno gastará $6 billones más de lo que recauda en impuestos. No se llega nunca a balancear el presupuesto ni de cerca. La expansión en los gastos de los ancianos y de la asistencia médica continúa estrangulando el resto del Gobierno. Como porción de la economía (producto interno bruto), los programas discrecionales militares e internos (por ejemplo: aprobación de medicamentos, regulaciones del medioambiente, Head Start, tribunales federales) caen alrededor de un 40% entre el 2010 y 2023.

Nada importante ha cambiado. Unas pocas cifras se han desplazado levemente. Eso es todo. Se desplazaron en dirección favorable. La próxima vez, podrían ir en otra dirección. Lo que también es constante es la renuencia de los líderes de ambos partidos, comenzando por el presidente, a discutir las decisiones del presupuesto con franqueza. El presupuesto aprobado por el Senado, de mayoría demócrata, apenas si toca los beneficios para los ancianos, que constituyen la porción mayor de gastos federales. El presupuesto aprobado por la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, evita un gran aumento fiscal realizando solo recortes draconianos y poco realistas, que nunca serán aprobados por el Congreso ni firmados por el presidente. Pero las últimas cifras del presupuesto agudizan el debate en lo referente a un tema: ¿estimulan los déficits la economía, al menos a corto plazo?

Efecto del estímulo. Muchos economistas creen que sí lo hacen y, no es de sorprender que acogieran la noticia de un déficit menor proyectado para 2013 como ‘ negativa’ . La economía hubiera sido más fuerte, sostienen, si el déficit hubiera sido mayor. Entre las medidas que recortaron el déficit y que, podría sostenerse, perjudicaron la economía están el fin de la reducción de un 2% en el impuesto del Seguro Social de la nómina, tasas más altas en el impuesto a los ingresos para familias de mayores recursos y los recortes de gastos automáticos del “secuestro”. La lógica es simple: cuando los gastos del sector privado son débiles, el sector público debe sustituirlos.

Pero ¿durante cuánto tiempo? ¿Cuándo se convierten, los placeres de la deuda, en los escollos de más deuda? En cierta medida, el argumento de que los déficits proporcionan estímulo a corto plazo ha ahorrado a sus defensores el problema de recetar políticas que finalmente reducirían el déficit o balancearían el presupuesto. Muchos –posiblemente la mayoría– de los economistas creen que una vez que el sector privado se fortalezca, los déficits ya no proporcionarán demasiado estímulo. Por ejemplo, los préstamos que obtiene el Gobierno podrían elevar las tasas de interés y reducir los gastos del consumidor y de las empresas. La posibilidad de que el déficit gubernamental siga alto cuando la Reserva Federal revierta su actual política de compra de bonos (llamada facilitación cuantitativa) podría intensificar la presión al alza sobre las tasas.

Por tanto, las últimas cifras del déficit, aunque interesantes, no arreglan nada. No proporcionan una hoja de ruta para una disciplina presupuestaria a largo plazo ni resuelven el debate sobre los efectos a corto plazo de los déficits. Sí proporcionan una excusa, tanto para el Congreso como para la Casa Blanca, para postergar decisiones y una discusión genuina.

Robert Samuelson inició su carrera como periodista de negocios en ‘The Washington Post’, en 1969. Además, fue reportero y columnista de prestigiosas revistas como ‘Newsweek’ y ‘National Journal’ .