Repensando la universidad

El Congreso Institucional 2011 debe partir de una visión de la Universidad en el siglo XXI

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La Universidad Nacional está convocando a un Congreso institucional para este año 2011. Se trata de una iniciativa oportuna que puede ser de gran ayuda, en esta época de cambios acelerados que exigen la actualización permanente de las instituciones para no perder vigencia. Tarea especialmente importante en el caso de la educación superior en nuestro país.

En este sentido, el Congreso no puede limitarse a una revisión y actualización por capítulos del Estatuto Orgánico, sino que debe partir de una visión de futuro de la universidad en el siglo XXI y desde ahí proponer líneas de desarrollo y elaborar propuestas de ajuste estatutario y de otros niveles.

Lo que ahí se discuta y apruebe, no se puede pretender que resuelva todas las tareas y retos de nuestra época, pero sí tendrá el mérito de orientar la Rectoría, al Consejo Universitario y facilitar la toma de decisiones que competan a la Asamblea.

La visión genesíaca. Cuando nació la Universidad Nacional, hubo visión de futuro. Orientada por una “racionalidad sustantiva” que buscaba el desarrollo con democratización social, elaboró con tal fin un modelo de organización “racionalidad instrumental” que le permitiera alcanzar sus metas.

En una época que no teníamos pesca comercial ni visión forestal moderna propia, se creó Biología Marina y Ciencias Ambientales. Cuando el desarrollo rural era visto solo como una función agronómica, se creó Ciencias Agrarias y Planificación, y Promoción Social para incorporar la dimensión empresarial, organizacional y social del desarrollo.

Veterinaria y otras carreras innovadoras en nuestro medio marcaron la pauta del desarrollo de nuevas actividades, que si entonces tenían una demanda escasa o no tenían, respondían, como se demostró después, a la demanda histórica de nuestro desarrollo.

En el siglo XXI. Hoy en día vivimos un proceso cada vez más acelerado de transformaciones tecnológicas sin precedentes que están incidiendo sobre el medio ambiente y cuestionando la sostenibilidad de todo el sistema. Necesitamos posicionarnos, aprovechando nuestras ventajas comparativas, pero requerimos que este desarrollo sea sostenible social y ambientalmente, respondiendo a las demandas de la sociedad y el planeta en el largo plazo.

Esta no es una tarea fácil, ni depende solo de una universidad aislada, sino de las redes nacionales como Conare, así como de sus vínculos regionales y mundiales. Por esto es importante partir de esa visión de futuro, como se hizo con las limitaciones del caso en los años setenta del siglo pasado.

Revisar lo hecho, aprender de la experiencia y de las mejores prácticas mundiales, pero también las nacionales llenas de enseñanzas a menudo ignoradas, corregir rumbos perfilar y marcar los nuevos senderos. Retomar las mejores experiencias exitosas de la extensión por ejemplo en agroecología; en el campo de la economía solidaria y la reducción de la deserción escolar y colegial. Retomar el compromiso con la educación, tan venida a menos en nuestro país, desde la preescolar a la secundaria es fundamental para legitimar el papel de la universidad en el nuevo siglo.

Todo esto implica un ajuste de la estructura organizacional o “racionalidad instrumental” institucional a las nuevas condiciones. La nueva tecnología no se limita solo al nuevo aparataje científico va inmersa en nuevo contexto organizacional de disciplina y responsabilidad orientada por la evaluación de resultados con participación de la sociedad civil.

De nada sirve proclamar rimbombantes objetivos y metas de desarrollo institucionales si no ajustamos la estructura institucional y sus procedimientos internos a las nuevas exigencias; si no preparamos en organización y autodisciplina a los profesionales del futuro.

Estos cambios deben abarcar todos los sistemas regionales, donde la coordinación con otras universidades es fundamental para generar masa crítica con excelencia académica. Las transformaciones no pueden ser antojadizas, ni pueden quedar solo en manos de la administración; deben basarse en una democracia interna viva basada en el derecho estatutario a la participación –sin discriminaciones por estatus laboral– ser un acto de gestión creativa del Congreso y la Asamblea Universitaria... Marcar senderos que estimulen el desarrollo institución y nacional y no temer a la convocatoria a Asamblea alegando la limitación física de reunirla.

La nueva tecnología de la información permite realizar las principales discusiones por Internet y reunir la Asamblea, si fuera del caso, solo para votar entre alternativas excluyentes. La Universidad costarricense requiere un espacio de reflexión.

El Congreso es una enorme oportunidad que tiene la UNA para hacerlo, que no debe dejarse pasar.

misobrado@yahoo.com